Libia sobre la guerra civil y el doble poder


El proceso Libia ha significado un salto de calidad desde el punto de vista de las acciones, el doble poder y la violencia poniendo en el centro de la revolución árabe y del pensamiento estratégico de los revolucionarios la cuestión de la guerra civil y la insurrección armada.

Según informan los medios el control de las ciudades insurrectas –sobre todo en Bengazi y Tobruk- están bajo el mando de los comités populares (http://www.elpais.com/articulo/internacional/Rebeldes/ciudadanos/organizan/vida/cotidiana/zonas/liberadas/elpepiint/20110226elpepiint_2/Tes).  Es cierto que en los mismos, en la fase actual de la revolución libia y por el peso de la tribalización, pueden estar actuando  todo tipo de ideas reaccionarias. El frente de oposición a Kadafi es de un amplio espectro y hoy por hoy parecería seguir unificado en los esfuerzos de tomar Tripoli. Sin embargo, desde el estricto punto de vista de la resultante de un proceso revolucionario, estos comités son hoy por hoy un punto de referencia  avanzado ya que expresan una tendencia al autogobierno de las masas.  La Yamahiriya (republica de las masas) esta teniendo lugar en el surgimiento de los comités populares , luchando contra Kadafi,  como producto de la insurrección popular. De caer Tripoli y lograr mantener unida a Libia, el imperialismo, los lacayos de la burguesía libia y los clanes tribales tendrán que lidiar contra este doble poder  (no estoy omitiendo juicio acerca del papel que juega la clase obrera en el proceso, simplemente señalando la existencia de este fenómeno como lo más dinámico de la revolución).

La insurrección pudo avanzar porque logro quebrar al Ejercito libio (aparentemente hay un sector que se quiere preservar como fuerza de recambio) y ganarse a los soldados. Como sostiene George Freedman de STARFORT:  “Los revolucionarios no pueden derrotar a hombres armados. Pero si los hombres armados, en su totalidad o en parte, se pasan al bando revolucionario, la victoria es posible. Y este es el evento clave”. Cuando esto sucede “Si

la división en el ejército es más o menos igual y profunda, esto podría conducir a una guerra civil. De hecho, un camino para el éxito de una revolución es pasar a la guerra civil, convirtiendo a los manifestantes en un ejército, por así decirlo” (GF).  Es decir que la revolución es el pueblo armado

La situación libia ya esta en el estadio de la guerra civil y en esto retoma el tema de la violencia revolucionaria como partera de la revolución. No hay medias tintas. Tomemos un ejemplo, como la revolución mexicana. La División del Norte derroto a las tropas del manco Obregon y tomo Ciudad de México, obligando a los restos del ejército constitucionalista de Obregon y del gobierno de Carranza a refugiarse en Veracruz. Los ejércitos campesinos decidieron no tomar Veracruz como recomendaba el general Angeles, eso le dio tiempo a Obrergon a recuperarse en un puerto clave y recuperar al tiempo Ciudad de México y derrotar a los bravos soldados villistas. En Libia para concluir para que la revolución termine con el viejo régimen tiene que caer Tripoli. Si no cae el bunker de Kadafi,  este retoma la iniciativa y en una cruenta guerra civil perpetra un genocidio o el país se parte en pedazos (dicho al pasar, los apologistas chavistas de Kadafi ven en el la figura de una revolución nacionalista, sin embargo, su régimen no termino con la estructura tribal de la sociedad libia, el kadafismo convivio con ella, es decir no fue siquiera el instrumento de una revolución democrática).

La fase antikadafista de la revolución ha iniciado la guerra civil y muy probablemente para vencer tenga que pasar por un baño de sangre.  De vencer el proceso, la diferenciación interna entre explotados y explotadores saldrá a luz pronto, la lucha de clases será entre fracciones sociales armadas. La existencia de los comités populares se volverá intolerable para cualquier plan de intervención imperialista o de reconstrucción del poder por algunas del antiguo régimen. La revolución libia prefigura las instituciones de un poder constituyente de las masas. Teórica y programáticamente los revolucionarios tenemos que retomar las discusiones sobre el doble poder, la guerra civil y la lucha armada que recorrieron toda la historia del movimiento obrero y los movimientos de liberación nacional. Es un elemento clave en el combate por la dirección obrera y socialista de la revolución árabe y la reconstrucción de la subjetividad combatiente del proletariado internacional.

La revolución árabe esta marcando el despertar de una nueva aurora de revoluciones de los oprimidos. Viva la revolución árabe.

Fulgencio Batista, el Mubarak cubano (John Brown- rebelión)


Muy buena nota que rebate los argumentos sobre la revolución árabe en curso sobre que se revoluciones prodemocracia occidental y en oposición un complot imperialista (como sostiene Castro). Defiende la revolución como un hecho que deviene y que tiene dos alternativas un cierre democrático como salida reaccionaria, una contestación radical al neoliberalismo sino directamente la revolución socialista. Aunque termine reivindicando al castrismo frente a los blogueros como Yoani Sanchez, es correcta su critica.

1. Hay dos maneras de no entender o de no querer entender lo que está ocurriendo hoy en el mundo árabe. La primera consiste en afirmar que lo que piden los pueblos insurrectos es «democracia», el tipo de democracia que conocemos en Europa o en Estados Unidos y que el Imperio ha exportado por las armas a Iraq y Afganistán. Esta postura intenta cerrar cuanto antes y con las menores consecuencias posibles el momento revolucionario. De lo que se trata es de que ese poder constituyente, manifestación de un sujeto histórico intermitente y evanescente como es todo sujeto revolucionario, desaparezca del escenario para dejar paso al orden normal de las cosas. En los expresivos términos de Jacques Rancière, se trata de que la política, la siempre traumática salida a escena de los excluidos, de los no representados y no contados, deje paso a la gestión de lo representable, que él denomina con histórica precisión «policía».

Nosotros vivimos en ese fantasma que se autodenomina Occidente en un reino apolítico de la gestión, en un Estado de policía que denominamos «democracia», pero que describe mucho mejor Alain Badiou con su término «capital-parlamentarismo». Cuando la multitud sale a la calle y crea en Túnez y en Egipto un espacio público político que antes no existía y cuando la dinámica misma de ese espacio público transformada en poder constituyente expulsa a los tiranos neocoloniales que gestionaban policialmente sus países, ciertamente hay un impulso democrático. Ahora bien, ese impulso democrático es político, manifiesta una voluntad de incluir a los excluidos, de representar lo hasta el momento irrepresentable.

Una revolución es siempre un acto imposible que deviene real. El orden policial es el cálculo y gestión de los posibles, de tal modo que nuestras «democracias» sólo son capaces de repetir incansablemente la misma cantilena capitalista mediante la exclusión efectiva de las mayorías sociales de los centros de decisión. El sistema de democracia representativa de partidos es así un formidable mecanismo que permite tener a la chusma -que es la mayor parte de la población- a raya, pues en el capitalismo democrático, sólo se representan, sólo tienen voz, los sectores sociales que no ponen en peligro el sistema de explotación. Que no se desconsuele la «disidencia» cubana, resulta tan difícil en la democrática Europa cuestionar de manera efectiva el orden capitalista como hacer propaganda a favor del capitalismo en Cuba. Son cosas de la lucha de clases que, en cada caso, define el orden de lo posible. La política, cuya expresión más visible es la revolución, rompe con un orden de posibles imposibilitantes afirmando incondicionalmente que lo que ayer era inconcebible pasa a ser una realidad efectiva. Lo posible no es la condición «realista» de la novedad y del «progreso», sino la repetición de lo mismo. Sólo la exigencia propiamente política de lo imposible crea la verdadera novedad.

Los procesos abiertos en el mundo árabe pueden así evolucionar en dos direcciones: o bien se encaminan a consolidar la representación de los nuevos sectores sociales que han emergido en las revoluciones en curso, o bien se cierran mediante una rápida normalización «democrática». La primera opción conduce inevitablemente a una toma de distancia de los países árabes en revolución con respecto al orden capitalista mundial, que puede tomar la forma abierta de una revolución socialista o, como mínimo, la de una contestación radical del oden neoliberal. En la América Latina actual tenemos ejemplos de ambos tipos de procesos y de sus combinaciones. Efectivamente, las dictaduras neocoloniales del mundo árabe perpetúan un sistema de dominación y de dependencia impuesto por el orden capitalista mundial. La famosa «imposibilidad» de la democracia en el mundo árabe no es sino la incompatibilidad de cualquier forma de democracia con la necesaria supeditación de los pueblos a un orden neocolonial. Las dictaduras tunecina y egipcia, pero también el resto de los regímenes árabes, son instrumentos de la dominación neocolonial europea y estadounidense. Son los antiguos regímenes coloniales gestionados por «personal indígena». De ahí que la ruptura con las tiranías suponga necesariamente, si quiere consolidarse como tal, una ruptura con el lugar neocolonial que corresponde a estos países en la organización capitalista del planeta. Esto lo comprendieron muy rápidamente los revolucionarios cubanos que derribaron la tiranía de Batista y tuvieron que radicalizar sus objetivos democráticos y nacionalistas iniciales comenzando un largo proceso de salida del capitalismo.

2. La segunda manera de no querer entender lo que está pasando consiste en considerar que todo es resultado de una vasta conspiración imperial. Algunos sectores de la izquierda lo afirman, considerando que unos pueblos que no son dirigidos por organizaciones de izquierda tienen que estar manipulados por el imperialismo. Los que sostienen esta hipótesis afirman además que, mediante estas revoluciones orquestadas que se parecerían a las revoluciones «de colores» de Europa del Este y de la antigua URSS, Europa y los EEUU obtendrían una remodelación política del norte de África y del Oriente Medio favorables a sus intereses. Extraña idea, pues cabe preguntarse cómo se puede defender mejor los intereses del capital a nivel mundial y los del orden neocolonial en su propia región de lo que lo hicieran personajes como Mubarak o Ben Alí, cuyas alabanzas como dirigentes moderados y buenos gestores económicos fueron cantadas por todos los dirigentes occidentales y por el FMI hasta el momento mismo en que sus pueblos los derribaron. La situación abierta por los procesos en curso es demasiado peligrosa para el orden capitalista mundial para que esa hipótesis de la conspiración pueda tomarse en serio. Ciertamente, en un proceso abierto nada está decidido y puede darse una relativa vuelta atrás, pues todo depende de la correlación de fuerzas, pero ello no quiere decir que deba descartarse una evolución de estos procesos hacia una definitiva ruptura con el orden neocolonial. Recuérdese que cuando triunfaron los revolucionarios cubanos en 1959 se planteaban exactamente las mismas disyuntivas, hasta que estos comprendieron que una democracia en Cuba significaba necesariamente una ruptura con el capitalismo dependiente y, en último término, con el capitalismo sin más.

Resultan sumamente alarmantes algunas reacciones latinoamericanas ante los acontecimientos del norte de África. En primer lugar, la tibieza con la que los medios de los gobiernos de izquierda acogieron los procesos revolucionarios de Túnez y de Egipto. Puede comprenderse que países que los Estados Unidos han puesto en el Eje del Mal teman un zarpazo del Imperio y que vean la oleada revolucionaria del mundo árabe como un proceso de «normalización democrática» de la región que podría extenderse a los procesos políticos latinoamericanos en ruptura con el neoliberalismo y el capitalismo. Sin embargo, la hipótesis de una serie de «revoluciones de colores» manipuladas desde Washington no se sostiene. Ver con recelo desde La Habana, Caracas o Managua los procesos revolucionarios en curso, peor aún, defender, como ha hecho Daniel Ortega, a un personaje impresentable como Muamar El Gadafi, sanguinario «kapó» árabe de los campos de exterminio europeos para emigrantes clandestinos en suelo libio y notorio compañero de orgías y negocios de Silvio Berlusconi, es hacer un gigantesco favor al Imperio en la difícil situación que hoy atraviesa.

Desconfiar de las revoluciones árabes, apoyar, aun sea tibia y ambiguamente, a las tiranías neocoloniales que oprimen a sus pueblos es prestar el flanco a una brutal ofensiva imperial. Lo que hoy ocurre en el mundo árabe no es la continuación de la «democratización» de Iraq o de Afganistán «por otros medios», sino una serie de genuinos procesos revolucionarios con todas sus posibilidades y riesgos. En Cuba derribaron a Mubarak hace algo más de 50 años, en Venezuela expulsaron a Ben Alí hace ya más de un decenio. Hace falta la torva imaginación de la colaboradora de PRISA en Cuba Yoaní Sánchez para sugerir que los dirigentes de su país se aferran a «las posesiones materiales que alcanzaron con el poder: las piscinas, los yates, las botellas de whisky, las abultadas cuentas bancarias y las mansiones por todo el territorio nacional.» Yo personalmente no tengo noticia de esas posesiones materiales ni conozco a nadie que las haya visto. De lo que se trata es de crear una imagen de Cuba comparable a las de las tiranías norteafricanas en las que unos dirigentes corruptos se han enriquecido sin límite a costa de la población. El problema de Yoaní es que cualesquiera que sean los errores que sin duda han cometido la dirección revolucionaria y el gobierno de Cuba, y de los que como ciudadana tiene derecho a quejarse, esa casta oligárquica neocolonial que ella imagina no existe hoy en Cuba. Esto explica también el fracaso de los repetidos llamamientos de la «oposición» cubana a organizar manifestaciones contra el gobierno, espléndidamente ilustrado por el blog de Enrique Ubieta. Que los blogueros y los grandes grupos de prensa del anticomunismo no se equivoquen de período histórico: en Cuba Mubarak fue derrocado un ya lejano 1 de enero de 1959.

Publicado por John Brown para Iohannes Maurus el 2/24/2011 10:24:00 AM

La principal tribu apoya la lucha contra el dictador libio (El País Global)


El clan Warfallah, con un millón de miembros, respalda la rebelión de un amplio y heterogéneo frente social

ANDREA RIZZI – Madrid – 25/02/2011

La respuesta a esa pregunta es complicada por las dificultades para acceder al país y por la compleja vertebración tribal de la sociedad libia, pero es sin embargo posible esbozar los rasgos fundamentales de la pugna: en el bando del dictador permanecen su tribu, los Gaddadfa; y otro importante clan con puestos clave en las Fuerzas Armadas, los Magarha: servicios secretos, algunos sectores militares y grupos de mercenarios.

Frente a Gadafi, se alza un amplio, heterodoxo y desorganizado frente social, respaldado por la mayoría de la población, harta de la opresión. Este frente tiene el apoyo -junto a muchas otras- de la mayor tribu del país, los Warfallah, que cuenta con un millón de miembros en un país con seis millones de habitantes, de los cuales cerca de dos son extranjeros. En las filas de este bando luchan fundamentalmente jóvenes y miembros rebeldes de las Fuerzas Armadas. Esta es la reconstrucción que ofrece Alia Brahimi, investigadora de la London School of Economics especializada en Libia.

«Creo que para entender lo que ocurre es necesario fijarse sobre todo en quién es todavía fiel a Gadafi: se trata de un bando reducido», comenta Brahimi. «Frente a él, se yergue una rebelión con una base social muy amplia. Apoyados por esa base, quienes luchan contra el régimen son sobre todo jóvenes, armados a menudo con material de sectores militares rebeldes o desertores. Más allá de los enfrentamientos de estos días, es significativo notar que la mecha de la revuelta prendió sustancialmente en Bengasi, en el este del país, en una zona tradicionalmente hostil al régimen, con unas protestas organizadas por juristas y algunos intelectuales para denunciar la detención de un abogado», dice la investigadora.

A principios de esta semana, el frente rebelde sumó a sus filas un aliado fundamental. «Representantes de la tribu Warfallah se pronunciaron públicamente contra el régimen, del que era aliada, condenando el uso de la violencia contra el pueblo como inmoral y antiislámico», dice Brahimi en conversación telefónica. Los líderes del grupo llamaron explícitamente a Gadafi a abandonar el país.

Además del peso demográfico, la adhesión de los Warfallah es fundamental porque la tribu está arraigada en Tripolitania, región del oeste del país, la zona en la que el régimen ejercía un control más estricto.

El equilibrio tribal es de gran importancia estratégica en Libia, país prácticamente sin sociedad civil e instituciones estatales. Gadafi consolidó su poder con un inteligente juego de alianzas. El peso de los equilibrios tribales llegaba hasta el punto de nombrar en las Fuerzas Armadas a coroneles de una tribu responsables de una sección de artillería, sin darles la competencia sobre la gestión de las municiones, asignada a otro responsable de otra tribu, según relatan fuentes diplomáticas europeas. «Pero sería un error interpretar todos los acontecimientos en clave tribal», advierte Brahimi. Estos fluyen en una dinámica que no se puede interpretar con categorías fijas.

Muchos interrogantes quedan abiertos. Destacan, entre ellos, la exacta situación de las Fuerzas Armadas (¿qué sectores siguen fieles?) o el papel que puedan estar desempeñando organizaciones islamistas, que en los noventa llegaron a representar un serio desafío al régimen antes de ser aplastadas.

«Lo que está claro es que la actual estrategia de represión violenta de Gadafi ha tenido como resultado sumar nuevas adhesiones a la rebelión, que cuenta ahora con un gran respaldo popular», dice Brahimi.

Las principales tribus de Libia

Warfallah. Se trata del clan con el mayor peso demográfico, al contar con alrededor de un millón de miembros. Sus líderes han pedido abiertamente a Gadafi que abandone el país.

Magarha. Representa la segunda principal tribu en número de miembros. Tiene sus raíces en el oeste del país. Cuenta con importantes cargos en las Fuerzas Armadas y no ha abandonado el régimen.

Gaddadfa. Es la tribu de la que procede Muamar el Gadafi. Tiene su epicentro

en la zona del golfo de Sirte y gran poder en las fuerzas de seguridad, especialmente en la aviación.

El precio y el valor (por Juan Forn)


El precio y el valor

Por Juan Forn

El año es 1963. Andy Warhol llega a un fastuoso departamento de la Quinta Avenida de Nueva York a cumplir con un encargo: pintar el retrato de la dueña de casa. Sabe que es su entrada en el olimpo de los mecenas. Una cosa es pintar retratos de Elvis o Marilyn copiados de fotos de revistas y otra muy distinta es hacer uno al natural, por encargo. Pero Warhol ya es Warhol y su clienta le calza como anillo al dedo: Ethel Scull compra arte como compra vestidos de Courrèges y Saint Laurent. Su marido se ha hecho cargo de la flota de taxis que tenía el padre de Ethel y los ha convertido en millonarios. El departamento de los Scull queda enfrente del Metropolitan Museum. La pareja suele decir en chiste (o no tan en chiste) que el plan es mudarse enfrente, en cuanto puedan comprarlo, con todo lo que tiene adentro. O, en su defecto, acumular tantas obras de arte que hagan ocioso el edificio al otro lado de la calle. Ethel Scull recibe al artista en una vaporosa túnica de seda natural. Warhol pone cara de asquito y le ordena que se vista para salir a la calle. Tiene los bolsillos llenos de monedas. ¿Adónde vamos?, pregunta Ethel. A la 42 y Broadway, a sacarte unas fotos. ¿En esas horribles cabinas automáticas del metro? Quién sabe qué porquerías habrán hecho los que se sentaron ahí antes que yo, dice Ethel. Pero Warhol la empuja dentro de la cabina, comienza a poner monedas en la ranura y le dice: “Ahora dedícate a ser tú misma, que esto me está costando dinero”.

Con 36 de esas fotos carnet ampliadas hasta la saturación, Warhol compuso su primer cuadro de grandes proporciones, Ethel Scull Thirty-Six Times, y convirtió a su clienta en un icono del arte pop. También abrió las puertas a un fabuloso negocio: en los años venideros, todo nuevo rico que quisiera figurar socialmente debía exhibir un retrato hecho por Warhol en las paredes de su living neoyorquino. Como el buen Andy era tan democrático cuando había dinero de por medio, los Scull necesitaron diferenciarse del resto y encargaron al escultor pop George Segal una pieza en tamaño natural que los exhibiera a ambos posando (ella sentada en un sillón, con anteojos negros, él de pie a su lado, en smoking y zapatillas) y la instalaron en medio del living de su departamento de la Quinta Avenida. Pequeña anécdota al respecto: Segal embebía a sus modelos en yeso líquido para hacer el molde, Ethel iba a posar con un vestido barato, el editor de Vogue dijo que era inaceptable inmortalizarse en ropa tan ordinaria, Ethel aceptó a regañadientes arruinar un Courrèges original, pero se negó a hacer lo mismo con su famosa cabellera, así que encargó a su coiffeur que le hiciera una peluca especial para posar. Es leyenda que el peluquero cobró más que el escultor y que lo que cobraron ambos no pagaba ni la mitad del Courrèges arruinado. También es leyenda que fueron los Scull quienes corrigieron ese desfasaje de cotización, unos años después: se recuerda la fecha como el día en que el mundo del arte se convirtió en el mercado del arte.

Era 1973. Los Scull (que habían declarado famosamente que sólo les interesaba comprar “un arte que refleje lo que somos de verdad, en objetos sencillos, luminosos y concentrados”) convencieron a Sotheby’s de hacer la primera subasta pública de arte pop y entregaron a la venta cincuenta obras de su colección. Sólo había piezas de ellos en la subasta. Por ninguna habían pagado más de cinco mil dólares. Ninguna se vendió a menos de 150 mil y la mayoría superó los 300 mil. Un piquete de taxis bloqueó la entrada de Sotheby’s con pancartas que decían: “Todo taxi un museo. Acabemos con la codicia de los ricos”. Rauschenberg acusó a los gritos a los Scull de traidores a la salida de la subasta. Warhol y Lichtenstein, en cambio, volvieron más que orondos a sus casas, sabiendo a cuánto ascendía su nueva cotización en el mercado. Los Scull se pelearon poco después. Un día antes de pedir el divorcio, el astuto Robert mandó todos los cuadros de su casa a un depósito y le dijo a Ethel que podía redecorar a su gusto. La batalla judicial duró diez años y obligó a ambos a reducir drásticamente su tren de vida y malvender a cuenta gran parte de la colección. Mientras tanto, aquellas obras subastadas en 1973 se habían disparado a precios siderales: el 200 Dollar Bills de Warhol pasó de 285 mil a valer 46 millones de dólares; el False Start, de Jasper Johns, vendido a 420 mil, superó los 80 millones. Casi todos ellos desembocaron en la mansión californiana del magnate musical David Geffen, cosa que llevaría a Jonathan Scull, el único y empobrecido hijo de la pareja, a confesar a la prensa, luego de la muerte de sus progenitores: “A veces, en medio de la noche, fantaseo con llamar a David Geffen y pedirle que me deje ir un rato a su casa, a contemplar mi infancia”.

Curiosamente, la dispersa colección Scull fue reunida este año para una gran muestra itinerante internacional (Robert y Ethel Scull, visionarios) y ya ha coincidido en varias capitales europeas con otra gran exposición que homenajea a otro coleccionista, el ruso Gyorgi Costakis. A diferencia de los Scull, Costakis no era millonario: su padre era un griego afincado en el sur de Rusia que se quedó sin nada después de la revolución, pero el joven Gyorgi tenía veleidades artísticas y tuvo su golpe de suerte tras de la Segunda Guerra, trabajando como chofer para la embajada griega en Moscú. Su misión era ayudar a los invitados oficiales a comprar iconos rusos en el mercado negro. En sus andanzas descubrió, en cambio, gran parte de la obra de los grandes artistas de vanguardia de la revolución, los verdaderos inventores del arte abstracto del siglo XX. La imposición del realismo socialista había condenado al olvido (cuando no a la muerte) a futuristas, constructivistas, acmeístas y suprematistas. Costakis rastreó a los pocos sobrevivientes o encontró su obra escondida en desvanes y sótanos y gallineros y cocinas comunales de Moscú y alrededores. Se hizo famoso en el mercado negro como “el griego loco que compra cuadros horribles”. Pagaba con bidones de combustible, bolsas de harina, botellas de whisky que “distraía” de la embajada. Alguna vez hasta entregó a cambio los parabrisas de su viejo Lada. Así llenó su casa de originales de Malevitch y Rodchenko, Rozanova y Popova, Tatlin y Lissitzky.

En Occidente corrió pronto la voz de que un griego loco había armado en su casa un alucinante museo informal de arte moderno soviético y empezaron las visitas de extranjeros ilustres, de Stravinsky a Bertrand Russell, pasando por los más conspicuos curadores de museos del mundo. En 1977, Costakis negoció su salida a Occidente a cambio de lo mejor de su colección. Donó las piezas restantes al Museo de Arte Moderno de Atenas, la ciudad donde murió en 1990. Como los Scull, no tuvo oportunidad de volver a ver en vida toda su colección junta. A diferencia de los Scull, no le importó especialmente porque, como le gustaba repetir a los visitantes que recibía en Moscú, su colección no tenía precio: sólo tenía valor.

Cita secreta con el hombre que hace temblar al Pentágono (El Pais global)


Cita secreta con el hombre que hace temblar al Pentágono

Es la pesadilla de la todopoderosa inteligencia militar de EE UU. Se llama Julian Assange, tiene 39 años y una profesión: reventar a escala mundial los mayores secretos oficiales

JOSEBA ELOLA 24/10/2010

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El Pentágono ha desplegado un equipo de 120 personas para frenar sus filtraciones. Suecia, el país al que acudió a refugiarse, le ha negado el permiso de residencia. El hombre que destapa los documentos silenciados, el enemigo de las verdades oficiales, volvió a asestar ayer un nuevo golpe. Se llama Julian Assange. Tiene 39 años. Nos concedió una cita secreta en Londres / Consulta los documentos sobre Irak filtrados en la página de Wikileaks | CLAVES: Cómo navegar por los ‘papeles de Irak’

Julian Assange vive en un universo de secretos. Secretos eran los 400.000 documentos sobre la guerra de Irak que liberó ayer. Secretos son los 30 envíos que cada día recibe el portal que dirige, inagotable fuente de denuncia a escala planetaria. Secretas procuran ser sus comunicaciones, sus entradas y salidas. Su organización también vive envuelta en el más absoluto de los secretos.

«La sociedad civil está muerta. Hay una amplia clase de gente que lo sabe y está aprovechando para acumular riqueza y poder»

«He leído más documentos filtrados que nadie. Creí que sabía cómo funciona el mundo. Nada me preparó para lo que he encontrado»

«Yo fui un activista. Hay muchos intentos de llamarme ahora ‘hacker’ para devaluar mi trabajo de periodista»

«Periódicos y televisiones se han convertido en seleccionadores de contenidos tutelados»

«Dado el estado de impotencia actual del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista»

«El Estado de seguridad oculto se está extendiendo por el Imperio occidental. Su centro de gravedad está en EE UU»

Secreta por tanto tenía que ser la cita con el hombre que se ha convertido en serio enemigo del todopoderoso Pentágono. El hombre que fundó en diciembre de 2006 un sitio web también es la pesadilla de grandes bancos, multinacionales y gobiernos. Ciento veinte personas, pertenecientes al llamado gabinete de crisis Wikileaks, trabajan en los alrededores del Pentágono para contrarrestar los efectos de las filtraciones del combativo portal.

Pregunta. Leí un titular que ponía en su boca la frase: «Soy un periodista activista». ¿Lo es?

Respuesta. Yo soy un editor. Y como editor, también dirijo, y soy portavoz de mi, nuestra, publicación. He estado involucrado en periodismo desde que tenía 25 años, cuando cofirmé el libro Underground, y actualmente, dado el estado de impotencia del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista.

P. ¿Por qué?

R. Por los abusos del periodismo.

P. ¿A qué abusos se refiere?

R. El mayor abuso es la guerra contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales.

Assange y los suyos publicaron ayer la que es considerada la mayor filtración de documentos secretos en la historia del Ejército de EEUU, los papeles de Irak. En abril liberaron los papeles de Afganistán, 77.000 documentos desclasificados que destapaban la muerte de cerca de 20.000 afganos. Denunciaron ejecuciones extrajudiciales en Kenia y se llevaron por ello un premio de Amnistía Internacional. También pusieron en jaque al mayor banco islandés, The New Kaupthing, destapando un documento oficial que evidenciaba la irresponsable gestión de sus administradores, que meses después sufrieron penas de cárcel. Y sacaron a la luz manuales secretos de la Iglesia de la cienciología.

Secretos. También está llena de secretos la investigación de la que está siendo objeto Assange. Dos chicas le denunciaron en una misma semana de finales de agosto por acoso sexual en Suecia. El lunes se conocía que el país escandinavo, al que había acudido a protegerse dado su régimen garantista para la prensa, le ha denegado el permiso de residencia. Assange nos dice que está pensando instalarse en algún sitio de Sudamérica.

Cita amarrada, hora concreta, lugar secreto. El lunes, en Londres, a las 12.00. Así de escueta es la información del mensaje que nos entra en el móvil y que anuncia que por fin podremos hablar con el hombre que ha estado y está en el ojo del huracán informativo.

El verano de Assange ha sido fino. Esta entrevista fue solicitada por primera vez el 19 de julio pasado. El propio Assange respondía tres días más tarde, el 22, emoticono incluido: «Sorry. no time for a few weeks» (lo siento, sin tiempo por unas cuantas semanas); emoticono de pena.

La noche previa al encuentro recibimos un mensaje con la dirección de un restaurante al norte de Londres. Allí nos recibe a las 12.00 en punto la persona que le lleva las relaciones con la prensa. Nos conduce a un callejón y nos sube a unas oficinas. Un retrato de Nelson Mandela preside esta sala con largas mesas rectangulares de trabajo y paredes en tonos verde claro.

Julian Assange no está. No ha llegado. Se le espera. Preguntamos si hay algún otro miembro de la organización con el que podamos hablar. Al poco, por la puerta entra un hombre alto y fornido, chaqueta y pantalón negros, jersey gris de cuello alto, ojos azules, pelo canoso. Es Kristinn Hrafnson, periodista islandés que trabajó durante 20 años en la televisión estatal y que se ha enrolado en el pelotón de Assange: «Tenía ganas de trabajar en historias que crean grandes olas en el mundo», explica. Hrafnson participó durante cinco meses en la elaboración de Collateral Murder -Asesinato colateral-, el vídeo que dio la vuelta al mundo y que generó 3.000 titulares de prensa en 48 horas. Fue visto por más de cuatro millones de internautas en las 72 horas posteriores a su publicación en YouTube.

Seguramente recuerden ustedes las escalofriantes imágenes. Dieron la vuelta al mundo a principios de abril. Un helicóptero Apache del Ejército de Estados Unidos sobrevuela un suburbio de Bagdad. Se ve a varias personas andando por la calle, una de ellas, fotógrafo de Reuters, lleva una cámara al hombro. Los militares piensan que es un arma de fuego. Desde el Apache se dispara a todos los que por allí pasan en ese momento. La secuencia es espeluznante. «Keep shooting -sigue disparando-«. Ráfaga. «Keep shooting». Ráfaga. «Keep shooting».

Personas que caen fulminadas al suelo. Otras que huyen de los disparos. Dos hombres que intentan auxiliar al fotógrafo herido. El Apache dispara contra ellos. Y contra la furgoneta, en cuyo interior hay dos niños.

Balance: doce personas fulminadas. La frialdad de la guerra expuesta. Las risas del soldado que acaba de disparar. La grosera conversación entre los soldados. El insulto a los que yacen muertos. «Bastards». Y en el suelo, las víctimas del tiro al bulto, eso que en estos tiempos modernos se ha dado en llamar «daños colaterales».

Llega Assange. El pelo aplastado y pegado a la cabeza; el casco de la moto bajo el brazo. Entra en la sala y Hrafnson le comenta algo. Se disculpan y se retiran a una sala contigua, asuntos urgentes, asuntos secretos. «Disculpe, esto siempre es así», dice cariacontecido el solícito hombre de prensa.

Assange se sienta por fin frente a la grabadora. Es un hombre muy alto, fuerte, magnético. Su antaño pelo largo totalmente blanco, que este verano dio paso al pelo corto castaño claro, es ahora una mezcla de esas dos fases. A sus 39 años, desprende un carisma indiscutible. Dos personas que han trabajado con él y que no quieren identificarse le describen como un hombre extremadamente inteligente. ¿Más calificativos?: Valiente; trabajador; divertido. El último héroe del periodismo combativo elige sentarse en la mesa que le permite tener el retrato de Mandela detrás de él: «Es importante tener bien guardadas las espaldas», bromea.

P. Su actividad en Wikileaks le está granjeando una creciente colección de enemigos. ¿Cuál es en estos momentos su peor enemigo?

R. En términos de recursos dedicados a seguir nuestros pasos, el Ejército de Estados Unidos. Dicho lo cual, tenemos buenos amigos allí, hay gente buena. Y también mala. Hay un equipo, supuestamente, de 120 personas en el llamado Wikileaks warroom -equipo de crisis/de combate- dedicado 24 horas al día a ocuparse de nosotros. Están dirigidos por un señor nombrado por Gates -secretario de Defensa norteamericano-. Son, predominantemente, miembros de la agencia de inteligencia militar y del FBI.

P. ¿Qué otros enemigos tiene?

R. Bancos. La mayor parte de los ataques legales que hemos recibido son de bancos. También los ha habido procedentes de China poco después de liberar material crítico sobre determinadas actividades del Gobierno. También hemos recibido ataques de cultos, de sectas abusivas, como la Iglesia de la cienciología, los mormones…

P. Esos enemigos que tiene ¿hacen que tema usted por su vida?

R. Alguna gente, como Daniel Ellsberg -el hombre que desveló en 1971 los papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam-, ha sostenido que mi vida está en peligro.

P. ¿Y usted qué cree?

R. Creo que hay un pequeño, pero no insignificante riesgo, sí. Lo que hay es un peligro significativo de procesamiento y de detención. Están intentando crear un caso de espionaje contra mí y otros miembros de la organización, y contra gente que ha tenido relación con nosotros en Estados Unidos.

El analista de inteligencia del Ejército de Estados Unidos Bradley Manning fue detenido por la filtración del vídeo de la matanza de Bagdad. «El FBI ha visitado a gente en Boston y otras ciudades americanas conectadas con Bradley Manning o nosotros», explica Assange. «Según mis fuentes, el fiscal general del Estado australiano aprobó permisos para interceptar las comunicaciones de nuestra gente en Australia. El Gobierno de Suecia ha sido presionado a nivel de inteligencia por Estados Unidos, según dicen mis fuentes en inteligencia. El Gobierno de Islandia también ha sido presionado por Estados Unidos, según mis fuentes en Islandia y en el Senado norteamericano; y al embajador de Islandia llegaron a preguntarle si ya se habían dado pasos para asegurarse de que Islandia no se convierta en un refugio para Julian Assange».

Assange habla de él en tercera persona. Es un hombre que mide las palabras como nadie. No dice nada sin habérselo pensado cuatro veces. Habla despacio, con continuas pausas que invitan al entrevistador a colar una pregunta que él nunca responde porque sigue con su largamente articulada respuesta. Assange, no habla: dicta. Le gusta tener el control.

El adalid del periodismo combativo continúa relatando la persecución de la que ha sido objeto la organización que, con pulso firme, dirige. Un miembro de Wikileaks sufrió una emboscada en un parking de Luxemburgo en 2008. Dos abogados defensores de los derechos humanos que trabajaron con Wikileaks en Kenia fueron asesinados en marzo de 2009.

Y desde el Pentágono no se andan con chiquitas. El pasado 3 de agosto, el portavoz de Defensa estadounidense, Geoff Morrell, comparecía brevemente ante los medios. Solicitaba a Wikileaks que devolviera los documentos filtrados. «Si hacer lo correcto no es suficiente para ellos, entonces miraremos qué alternativas tenemos para obligarles a hacer lo correcto», anunció Morell.

«Fue extremadamente desagradable», dice Assange, «una manera extremadamente extraña de pronunciarse. Hemos llegado a la conclusión de que esa rueda de prensa fue diseñada para preparar posteriores ataques legales».

Assange sabe cultivar los silencios. Habla mirando al horizonte, sus ojos se mueven de izquierda a derecha y de derecha a izquierda mientras busca la palabra precisa. Su voz grave, levemente quebrada, y su querencia por el susurro, más propio de la confidencia que de la entrevista, confiere aún mayor intensidad a sus palabras. Habla tan bajo que conduce al interlocutor a un compromiso de escucha insoslayable. O aguzas el oído, o no te enteras.

Cuenta que la organización ha recibido cien «ataques legales». Dos de cada cinco demandas/querellas acabaron en juicio. Asegura que salieron victoriosos en todos los casos. También destaca los ataques que le han dirigido los medios de comunicación. Se queja de que los medios replican las mentiras que otros deslizan y se retroalimentan ad infinítum manchando su biografía. «Ha habido 15 ataques contra nosotros completamente fabricados de arriba abajo», asevera, «vendidos como filtraciones de gente de dentro de la organización. Se ha llegado a decir que llevo una vida de lujo en Sudáfrica. Nunca he estado en Sudáfrica».

P. ¿Piensa usted que las acusaciones que contra usted pesan en Suecia por acoso sexual están conectadas con todo esto?

R. No lo sabemos. Prefiero hablar de esto en otro momento, no puedo hablar en mi nombre y en nombre de la organización al mismo tiempo.

Assange es un hombre acosado. Tiene que protegerse. El pasado 27 de septiembre su equipaje fue requisado cuando abandonaba Estocolmo. La hipótesis de que alguien esté intentando vigilar sus pasos o interferir en sus comunicaciones no resulta descabellada. Todas las comunicaciones que realiza por teléfono o mail están encriptadas, es un excelente criptógrafo, tiene un pasado de hacker. Los protocolos de seguridad que debe seguir son estrictos. En algunos lugares, confiesa, debe moverse con guardaespaldas.

Nunca se sabe dónde está, dónde dormirá esta noche, o en qué anda. Su vida nada en los secretos. Se mueve rápido y procura no dejar rastro.

La existencia un tanto nómada no es algo que le resulte ajeno. «Nuestra familia producía teatro profesional y televisión y como resultado, íbamos de gira por el país muy a menudo», recuerda. Assange nació en 1971 en Townsville, ciudad de la costa noroeste australiana. Cuando tenía ocho años, sus padres se separaron. La madre inició una relación con un músico con el que tuvo otro hijo. «Durante una parte de mi adolescencia tuve que lidiar con este hombre del que se sospechaba estaba conectado con el culto de Anne Hamilton-Byrne», cuenta. Una secta en la que algunos miembros convencían a las madres para que ofrecieran a sus hijos recién nacidos a la líder del movimiento. Niños que se convertían en hijos adoptivos de la suma sacerdotisa, que ordenaba teñirles a todos el pelo de rubio y a los que se suministraban todo tipo de drogas, incluidas ceremonias de iniciación al LSD cuando apenas eran adolescentes.

Llegó un momento en que no quedó otra salida que huir. Huir de las garras de aquel hombre. Assange, su hermanastro y su madre estuvieron tres meses cambiando constantemente de domicilio. Vivir a la fuga.

Secretos y fugas. Dos conceptos que gobiernan la vida de Julian Assange. Leaks significa fuga. Y también fuga de información, filtración.

Por aquellos años difíciles nació su fascinación por los ordenadores. Su pericia, sus dotes como programador, le convirtieron en un notable hacker. Su nombre de guerra: Mendax. Allí comenzó su lucha: la información está para ser compartida.

Como hacker, llegó a penetrar en los sistemas de la compañía telefónica canadiense Nortel, motivo por el cual llegó a ser encausado. El juez acabó sentenciando que detrás de su intentona se escondía el simple placer de ser capaz de penetrar en sistemas ajenos. Tuvo que pagar una pequeña multa. «Yo fui un activista», asume. «La investigación de la que fui objeto se acabó cuando yo tenía 20 años; aunque el proceso durara seis años más, hasta 1997. Ahora hay muchos intentos de llamarme hacker, basados en mis actividades como hacker de hace veinte años, para devaluar mi trabajo como periodista. Con ello se pretende además despojarme de las protecciones legales de cualquier periodista; van contra mí personalmente, y contra esta organización. No obstante, es cierto que he sido un activista de la información libre durante mucho tiempo. Esos intereses de adolescente, aunque relativamente poco sofisticados, reflejan la consistencia de mi carácter».

La información libre. Los secretos destapados. La transparencia. Toda la información secreta debe estar a disposición del ciudadano. Varios medios, entre ellos, The New Yorker, le han acusado de venerar la transparencia en todas partes menos en el seno de su organización.

El presupuesto actual de Wikileaks es de un millón de dólares anuales (en torno a 712.000 euros). Desde enero, cuentan con un sistema de donaciones anónimas de modo que no están influidos por los intereses de quienes donan, explica Assange. Durante los cuatro primeros años, el portal se nutrió de las aportaciones de Assange y algunos más. El número total de donantes actual es de 10.000 personas. Ninguna donación sobrepasa los 20.000 euros.

Assange asegura durante la entrevista que ya son 12 personas fijas y que pronto serán 20. El número de colaboradores asciende a 800. Seguidores en Twitter: 150.000.

El portal de Wikileaks se reabrió el viernes tras una larga temporada cerrado. En la página alegaban motivos de mantenimiento para justificar el cierre. Assange explica que se debió a la gran reorganización en la que están inmersos. Un periodista que ha trabajado estrechamente con él sostiene que el portal ha estado cerrado por la rebelión interna que ha sufrido la organización en los últimos meses. Manifiesta que los métodos autoritarios de Assange han disuadido a varios integrantes del equipo. Que algunos de los técnicos han llegado a boicotear internamente la Red para evitar que Assange lo controle todo. Hrafnson, el portavoz islandés, niega cualquier atisbo de rebelión interna.

Otro periodista de una cabecera internacional, que también prefiere ocultar su identidad, dice que, efectivamente, Assange es un tanto autoritario. Pero sostiene que en una organización como Wikileaks, sometida a tanta presión, es normal que haya debate y tensión. Y es lógico, por tanto, que haya un momento en que alguien tenga que tomar una decisión que no guste a todo el mundo. «Hay unos que son más partidarios de la acción que otros», describe.

P. Daniel Domscheit-Berg, su ex portavoz en Alemania, que ha abandonado la organización, dijo a Der Spiegel que usted actuó con él como fiscal, juez y verdugo. Sostiene que usted no tolera las críticas.

R. Daniel Domscheit-Berg fue suspendido de esta organización por un número de razones serias. Como muchas personas que son suspendidas, elige criticar las decisiones del que les emplea. Creemos que la confianza, la confidencia y actuar con integridad son componentes esenciales de nuestro trabajo. Por ese motivo decidí no criticar a Domscheit-Berg, a pesar de que sus declaraciones no nos han ayudado nada en estos momentos de dificultades.

Daniel Domscheit-Berg coge el teléfono en Berlín. Al oír lo que Assange ha dicho sobre su salida a este periódico, se revuelve, indignado. «En primer lugar, yo no soy su empleado. En esta organización no se paga a nadie. En mi caso, además, yo puse dinero en el proyecto», exclama, notablemente irritado.

El ex portavoz se declara estupefacto por su despido, que se produjo en septiembre. Asegura que al menos cinco personas han abandonado Wikileaks por estar en desacuerdo con los modos de Assange. «La gente no quiere que un dictador esté al frente de una organización tan poderosa, que maneje una información tan sensible. Julian se está comportando como un dictador y yo no trabajo para dictadores, yo lucho contra los dictadores».

El activista alemán, de 32 años, afirma que sus palabras no son fruto de una «vendetta personal». Y señala que Wikileaks ha ido perdiendo algunas de sus señas de identidad. «Yo no sé si el Pentágono estará o no en estos momentos detrás de Julian. Pero el hecho de que pueda estarlo demuestra que se ha cometido el mayor de los errores: Wikileaks nació como una organización en la que estaba involucrada mucha gente de modo que nunca pudieran ir a por una sola persona. La gente debería ser intercambiable, lo importante es el proyecto, es un movimiento. ¿Qué es Wikileaks ahora, una organización o el show de Julian Assange?».

El controvertido fundador de Wikileaks no deja indiferente a nadie. Fascina a unos, irrita a otros. Para unos es el último héroe del periodismo, un hombre que desafía la lógica de un mundo cínico en busca de la máxima transparencia. Para otros, un idealista naif que cree que todo se puede contar, cuando hay cosas que el sentido común indica es mejor no publicar. Por ejemplo, aquellas que pongan en peligro la vida de las personas. De eso le acusan desde varios frentes. De haber revelado la identidad de informantes afganos que ahora son blanco fácil para los talibanes.

P. Su decisión de publicar los nombres de informantes afganos al hacer públicos los papeles de Afganistán levantó polvareda. Bill Keller, director de The New York Times, dijo: «Su decisión de hacer públicos los datos tuvieron consecuencias potenciales que, creo, cualquiera, sea cual sea su visión de la guerra, encontraría lamentables». ¿Considera que cometió algún error, que puso en peligro alguna vida?

R. Al publicar 76.000 de 90.000 documentos clasificados, hay muchas cosas de las que hablar. Esos documentos revelaron la hora, fecha, lugar y circunstancias de la muerte de cerca de 20.000 personas. Y punto. En los dos meses desde que el material fue publicado, hasta donde se puede determinar hoy, ningún civil afgano ha sido dañado por la publicación de los papeles. Eso no quita para que estos sean temas muy serios e interesantes, y por ese motivo retiramos uno de cada cinco documentos. El hecho de que Bill Keller tenga necesidad de dedicar su tiempo a hablar de este tema, que no está asociado a la muerte de nadie, comparado con los temas que han llevado a la muerte de cerca de 20.000 personas, y la muerte de cientos en los últimos dos meses, es un reflejo de la dificultad que tiene The New York Times para criticar al Ejército en Estados Unidos.

P. Alan Rusbridger, director de The Guardian, nos decía hace unos días con ironía que los medios tradicionales han abandonado el periodismo de investigación porque es caro y no muy sexy. ¿Está de acuerdo?

R. Sí, lo han abandonado casi por completo, es cierto. El peaje que pagas es caro: te crea enemigos, genera gastos en prevenir ataques judiciales, y se producen ofensivas contra los intereses de los editores. Yo creo que los lectores sí demandan periodismo de investigación, pero el coste por palabra en relación con otras formas de periodismo es alto, especialmente, el periodismo subvencionado por intereses especiales.

P. ¿Pero cree que la mayor parte de los grandes medios de comunicación occidentales están subvencionados por intereses especiales?

R. Eso no es exactamente lo que yo quería decir. Ese también es un factor. Yo me refería a los miles de millones de dólares que el Ejército de EE UU gasta al año en su comunicación de asuntos oficiales para producir contenido tutelado como vídeos, fotos y notas de prensa que al final son historias gratis para que los periodistas les pongan la firma. Y similares contenidos tutelados producidos por empresas y Gobiernos. En ese sentido, los periódicos y las televisiones se convierten en seleccionadores de contenidos tutelados.

P. ¿Cree usted que esto va a cambiar? ¿Cree que la revolución digital e iniciativas como Wikileaks traerán periodismo independiente?

R. Podemos ir en las dos direcciones. Puede que lleguemos a un sistema en que haya una mayor fiscalización y acuerdos internacionales para suprimir la libertad de prensa o puede que vayamos a un nuevo estándar en que la gente espere y demande material que exponga más a los poderes; y un entorno comercial en que este tipo de exposición sea rentable; y un entorno legal en que esto esté protegido.

P. ¿Es usted optimista al respecto?

R. Estamos en el cruce de caminos entre esos dos futuros. Por eso es tan importante y tan interesante estar involucrado en esto. Con nuestras acciones de ahora determinamos el destino del entorno mediático internacional de los próximos años.

Assange se muestra como un entrevistado rebelde. Resulta muy difícil conseguir colar una pregunta en medio de sus pausados discursos. Eso sí, muchas de las cosas que dice son sustanciosas. Si no, véase su reflexión sobre lo que le ha supuesto su experiencia en Wikileaks:

«Cada persona tiene una trayectoria única en la vida, pero, en los últimos tres años y medio, yo he tenido una experiencia realmente única. He leído más documentos filtrados, posiblemente, que ninguna otra persona en la tierra. De muy distintos temas. Igual hay gente que ha leído muchos, pero tal vez no de tantas y tan distintas organizaciones a lo largo de mundo. He obtenido más filtraciones internas que ninguna otra persona y he dirigido una organización que ha recibido muchos ataques de organizaciones poderosas, de secretos y neuróticos cultos. Antes de estar metido en esto, creí que sabía bastante de cómo funciona el mundo, he hecho cosas significativas e importantes antes que esto. Pero nada me preparó para la realidad con la que me he encontrado. Mi perspectiva ha cambiado mucho».

P. ¿Y qué ha visto?

R. No sé si es posible comunicar lo que he aprendido. Hay dos cosas que me vienen a la mente. La primera, la muerte a escala mundial de la sociedad civil. Rápidos flujos financieros, por transferencias electrónicas de fondos que se mueven más rápido que la sanción política o moral, destrozando la sociedad civil a lo ancho del mundo. El poder económico permite a oportunistas en cualquier sociedad conectada al sistema financiero global extraer riqueza robada con un comportamiento inmoral para llevarla a destinos lejanos o a oscuros y opacos vehículos financieros difíciles de atrapar. En este sentido, la sociedad civil está muerta, ya no existe, y hay una amplia clase de gente que lo sabe y está aprovechando que saben que está muerta para acumular riqueza y poder.

P. ¿Cómo…?

R. Y la segunda cosa que he visto, que opera en combinación y en oposición a esta, es que hay un enorme y creciente Estado de seguridad oculto que se está extendiendo por el mundo, principalmente basado en Estados Unidos. Cualquier Estado, si quiere sobrevivir, tiene que inscribirse con uno de los tres proveedores de inteligencia y sistemas armados. Los proveedores son el Imperio occidental, Rusia, antiguo Imperio soviético, y China, que aún no es un imperio, pero empieza a moverse en esa dirección. El Estado de seguridad oculto que se está extendiendo por el Imperio occidental tiene su centro de gravedad en Estados Unidos, pero es una red de tutelaje que existe en todos los países occidentales y conecta a todos los países occidentales. En EE UU, a pesar del colapso financiero, su poder económico ha crecido: su porción de recursos económicos ha crecido entre 250% y 300% desde los noventa. Para dar un ejemplo concreto, y en este caso cito a Dana Priest -dos veces ganadora del Pulitzer-, de The Washington Post, hay 817.000 personas trabajando en labores de seguridad top secret.

P. ¿Y esas estructuras velan fundamentalmente por salvar al capitalismo?

R. Las grandes corporaciones han penetrado tanto ese Estado de seguridad opaco y el sistema político que se están llevando todo el valor añadido por los contribuyentes.

Assange afirma que en Estados Unidos hay ahora una tensión entre el sistema nacional de seguridad paralelo y lo que denomina anarcocapitalismo, es decir, las grandes empresas. Compara el Estado de seguridad paralelo norteamericano con el que construyó Putin para dominar a los oligarcas.

Para terminar, Assange, que no deja títere sin cabeza, reserva su traca final para los complacientes medios de comunicación. «Los medios de comunicación internacionales son un desastre. Estamos en una buena posición para verlo porque nos llega material política e históricamente significativo, lo liberamos, y vemos cuántos medios se hacen eco y con qué rigor. Podemos ver también los esfuerzos para suprimir la información que damos. Mi conclusión es que el entorno de los medios internacionales es tan malo y tan distorsionador que nos iría mejor si no hubiera ningún medio, ninguno».

Se acaba la entrevista. Assange se levanta y muta. Se convierte en otra persona. Se desprende de un plumazo de toda su intensidad y gravedad. Se vuelve ligero, encantador, sonríe. Rejuvenece. Lo último que dice, una vez apagada la grabadora. «No creas a nadie. No creas a nadie. No creas a nadie. Te estarán mintiendo.

Fidel contra el pueblo libio


Los acontecimientos de Libia han colocado a Fidel Castro del lado contrario de la insurrección popular, defendiendo la integridad de Kadafi ante lo que califica como “un plan de la OTAN para ocupar Libia”. Para el veterano líder de la revolución cubana “se podrá estar o no de acuerdo con el Kadafi. El mundo ha sido invadido con todo tipo de noticias, empleando especialmente los medios masivos de información. Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira (…). Lo que para mí es absolutamente evidente es que al gobierno de Estados Unidos no le preocupa en absoluto la paz en Libia y no vacilará en dar a la OTAN la orden de invadir ese rico país” [1].

La posibilidad de intervención militar del imperialismo en la región no puede ser descartada, pero hoy por hoy es incierta. Según un analista los gobiernos europeos -una parte importante de la OTAN- verían con preocupación la caída de Kadafi “Libia no tiene que rendirle cuentas a nadie. Es un aliado de la Unión Europea en términos de inmigración, petróleo y gas. Libia es un mercado con porvenir. Los europeos van a dudar en tomar cualquier decisión contra un régimen que podría cerrarles la puerta” [2]. La ONU ni siquiera se animó a aplicar sanciones contra Libia y se contentó con una condena. El Departamento de Estado se limitó a comunicarse con el gobierno libio para pedir el fin del derramamiento de sangre. Los temores del imperialismo pasan por la posibilidad de desestabilización del mapa regional, a partir de los levantamientos que tumbaron o golpean a gobiernos comprometidos con los intereses imperialistas. La hipotética intervención militar del imperialismo sería contra los procesos revolucionarios en curso y por ende en rescate de las burguesías árabes y sus regímenes en crisis. Cierto es que la paz de Libia poco preocupa al imperialismo y la suerte de Kadafi puede estar echada desde el punto de vista de los intereses de la Casa Blanca, pero lo que hace Fidel Castro es tomar partido por Kadafi contra su pueblo, por un Kadafi que azuza el fantasma de Al Qaeda para congraciarse con el imperialismo, con cuyo apoyo cuenta desde que George Bush retiró al gobierno libio de la lista de enemigos que conformaban el “eje del mal”.

Fidel Castro repite el error de apoyar intervenciones contrarrevolucionarias de sus aliados a costa de horadar más aún la base de legitimación de la revolución de 1959. Con la excusa de que detrás de diversos movimientos revolucionarios se escondía la mano del imperialismo Fidel, sucesivamente, condenó la Primavera de Praga -protagonizada por obreros y estudiantes checoslovacos en 1968- como un levantamiento provocado por la CIA; apoyó el golpe de Jaruzelski en la Polonia sublevada contra la burocracia stalinista en 1981; apoyó la represión de la burocracia china a los obreros y estudiantes de en la Plaza Tian’anmen en 1989 y sostuvo hasta último momento a la dictadura stalinista de Erich Honecker y la Stasi en la antigua RDA. Las declaraciones de Fidel dudando de los crímenes del gobierno burgués de Kadafi y señalando la mano del imperialismo detrás de la rebelión popular se ubica dentro de esta misma lógica de apoyo a regímenes represivos stalinistas que fueron incapaces de enfrentar seriamente al imperialismo, en lugar de alentar las revoluciones obreras y campesinas. Romper el aislamiento internacional de Cuba apoyando dictaduras criminales resultó fatal para la legitimidad de la revolución de 1959. Los aliados necesarios del pueblo obrero y campesino de Cuba son las masas árabes y de los oprimidos del mundo, no las burguesías reaccionarias que asesinan a su pueblo.

1 – http://www.larepublica.com.uy/mundo…

2 – Página/12, 23/2

LA INTERNA CON SCIOLI Sabbatella, el espadachín bonaerense de la seguridad K


“Seguridad democrática” y mano dura, dos formas de la represión social

Sabbatella eligió el tema de la seguridad como uno de sus caballitos de batalla para justificar su papel como colectora de CFK en la provincia. El dirigente de Nuevo Encuentro señaló que “el sciolismo tiene una mirada más de centroderecha y conservadora. Se ve frente a la seguridad. La Nación crea un Ministerio y jerarquiza la seguridad; la provincia lo unifica con el Ministerio de Justicia. La Nación designa a Nilda Garré, lo que significa hablar de seguridad democrática y gobierno civil sobre la policía; Scioli entrega el poder a la policía y vuelve a un discurso manodurista, efectista, mediático, con demagogia punitiva” (La Nación, 13/11).

Sabbatella se presenta así como representación autentica del kirchnerismo progresista contra el peronismo bonaerense. Sus declaraciones son casi calcadas de las de uno de los ideólogos de la actual política de seguridad del kirchnerismo, Horacio Verbitsky para quien “Scioli tiene en la cabeza un modelo de seguridad que es absolutamente contrario al nacional. Es muy claro, por ejemplo, cuando se contrasta el modo en que la provincia llevó adelante el caso de José León Suárez con la resolución de la toma del Club Albariños, que encabezó el Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Nilda Garré. Mientras uno buscó combatir la problemática social a los tiros, el otro se desactivó sin heridos, con una investigación del ministerio -realizada con inteligencia en los dos sentidos de la palabra-, que luego le entregó pruebas a la Justicia, y un manejo político de la situación” (Revista Veintitrés). Recordemos que en el Club Albariños la política de “seguridad democrática” consistió en rodear el predio con la Gendarmería y los federales y procesar a los sin techo. La inauguración de esta política del Ministerio Garré fue el cerco militar de Gendarmería contra los sin techo en las ocupaciones de Villa Soldati y el Club Albariños, y días después la detención de los militantes del PO Merino y Hospital acusados de extorsión por cortar vías. La política de “seguridad democrática” de Garré resultó en el nombramiento del comisario Enrique Capdevila como jefe de los federales. El nuevo jefe policial era el director de Orden Urbano y Federal y como tal tenía bajo su mando a la Montada y a la Guardia de Infantería, es decir, las fuerzas de choque contra las manifestaciones políticas y sociales. Recordemos que la nueva línea de seguridad se impuso tras el asesinato de Mariano Ferreyra con complicidad de la Policía Federal, el asesinato de los qom por la policía formoseña y los fusilamientos de los sin techo en Villa Soldati en un operativo conjunto con la Metropolitana.

La defensa de la política de “seguridad democrática” que hace el dirigente del Nuevo Encuentro se coloca en línea con los esfuerzos del Ministerio de Garré por obligar a Scioli y su ministro Casal en torno al control sobre la policía bonaerense. La ofensiva K le impuso, luego de los fusilamientos de José León Suárez, al comisario Hugo Matzkin -un hombre al que se vincula a Arslanian y Juampi Cafiero- como segundo jefe de la Bonaerense. Luego de una aparición común como parte del Operativo Centinela -otro logro de esta política que aumentó la militarización bonaerense destacando 6.000 gendarmes- la ministra Garré señaló que habían bajado los índices de criminalidad, a lo que Casal respondió más allá de las estadísticas había que trabajar.

La política de “seguridad democrática” que según Sabbatella diferencia a CFK de Scioli opone al libre juego de las mafias policiales el rescate de las instituciones de seguridad del estado capitalista -deslegitimadas por la corrupción, el accionar mafioso y el gatillo fácil- como fuerza de represión social.

El colector transversal Sabbatella se distingue del sciolismo por defender una política distinta de represión contra los pobres, la juventud de los barrios y los luchadores populares.

La vida de los capos sindicales: lujo, confort y causas en la Justicia (Diario Perfil)


La detención de Pedraza en una torre millonaria de Puerto Madero vuelve a subrayar la inmensa riqueza de líderes gremiales tocados por distintos casos.

Las detenciones de José Pedraza y Gerónimo «Momo» Venegas en las últimas semanas vuelve a poner en evidencia las desmedidas fortunas de los históricos popes del poder sindical en la Argentina.

El martes, el arresto de Pedraza, el mandamás de la Unión Ferroviaria, en su departamento de la Torre El Faro de Puerto Madero -valuado entre 700.000 y 1 millón de dólares- es otro síntoma del gran enriquecimiento de los líderes sindicales en las últimas tres décadas.

La diputada del GEN Margarita Stolbizer pidió el mismo martes que la Justicia investigue no sólo la presunta responsabilidad penal de Pedraza en el crimen del joven militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra, sino también su sospechosa riqueza.

Venegas, alineado al ex presidente Eduardo Duhalde desde la UATRE, también ha tenido una crecimiento patrimonial asombroso: pasó de ser un peón rural a un empresario con cinco grandes terrenos en su Necochea natal. Y tras su reciente detención fue excarcelado bajo una fianza de nada menos que medio millón de pesos.

El caso de Juan José Zanola, el líder de La Bancaria complicado por el «remediogate», y de Luis Barrionuevo, el gastronómico vinculado (aunque no por la Justicia) al tráfico de 944 kilos de cocaína a España, son ejemplos contrastantes de dos estilos de vida de los capos sindicales. Mientras Barrionuevo no esconde los asados fastuosos con sus socios de la política, Zanola lleva meses preso por la causa de la mafia de los medicamentos.

Ya en enero de 1994, NOTICIAS descubrió al jefe del sindicato de Empleados de Comercio, Armando Cavalieri, de veraneo en un crucero cinco estrellas en el Caribe. El gremialista gastó 100.000 dólares en ese viaje mientras la DGI revisaba las cuentas de su sindicato.

En 2007, el diario PERFIL dio cuenta que el patrimonio de uno de los sindicalistas más cercanos a Cristina Kirchner se había incrementado exponencialmente con los años. Cavalieri poseía un campo en Roque Pérez y un club de campo en Lobos, así como una cerealera, un tambo y garajes.

Hugo Moyano no se queda atrás. Amén de su incursión en el negocio de la basura y el transporte de granos, el líder de la CGT compró el mes pasado un piso de dos millones de dólares (400 m2) a cuatro cuadras del Congreso, en Balvanera, y el año pasado Perfil.com lo descubrió de shopping en las exclusivas Galerías Lafayette de París.

En tanto, la obra social del gremio de Moyano está siendo investigada en la mafia de los medicamentos.

El jefe de la UTA, Roberto Fernández, es otro valuarte de los negocios de alto nivel de los sindicalistas. El tranviario fue vinculado a una firma offshore de Las Bahamas por un emprendimiento rural. Así y todo, PERFIL mostró como disfrutaba del relax y los masajes en las playas caribeñas.

Tripoli fantasmal (Robert Fisk)


Unos 15.000 hombres, mujeres y niños estaban cercados en el aeropuerto internacional de Trípoli anoche, pidiendo a los gritos pasajes en las pocas líneas aéreas todavía dispuestas a volar al estado destrozado de Khadafi, pagándole a la policía libia coima tras coima para llegar a los mostradores de los pasajes en medio de una muchedumbre de familias hambrientas, desesperadas. Muchas fueron pisoteadas por los hombres de seguridad libios que golpeaban salvajemente a aquellos que se abrían camino hacia el frente.

Entre ellos estaban los compañeros árabes de Khadafi, miles de ellos egipcios, algunos de los cuales habían estado viviendo en el aeropuerto durante dos días sin comida ni sanitarios. El lugar apestaba a heces y orina y temor. Pero una visita de 45 minutos a la ciudad en busca de un pasaje aéreo nuevo para otro destino es la única oportunidad de ver la capital de Khadafi si uno es un “perro” de la prensa internacional.

Hay pocas señales de la oposición al Gran Líder. Escuadrones de jóvenes con rifles Kalashnikov estaban parados a los lados de los caminos, cerca de las barricadas de sillas y puertas de madera. Pero éstos eran vigilantes pro-Khadafi –un débil eco de la “guardia vecinal” armada egipcia que vi en El Cairo hace un mes– y habían pegado fotografías del infame Libro Verde de su líder en los puestos de control.

Hay poca comida en Trípoli, y sobre la ciudad caía una apagada y triste lluvia. Corría por la Plaza Verde vacía y hacia abajo por las calles italianas de la vieja capital de Tripolitania. Pero no había tanques, ni vehículos blindados, ni soldados, ni un avión de combate en el aire; sólo unos pocos policías y hombres y mujeres mayores caminando por los pavimentos –gente como atontada–. Tristemente para Occidente y para la gente de la ciudad libre de Benghazi, la capital libia parecía tan tranquila como cualquier dictador hubiera deseado.

Pero esto es una ilusión. Los precios de los alimentos y la nafta se han triplicado; ciudades enteras afuera de Trípoli han sido destrozadas por las luchas entre fuerzas pro y anti Khadafi. En los suburbios de la ciudad, especialmente en el distrito Noufreen, las milicias lucharon durante 24 horas el domingo con ametralladoras y pistolas, una batalla que ganaron las fuerzas de Khadafi. Al final, el éxodo de expatriados hará más para derrocar al régimen que la guerra callejera.

Me dijeron que por lo menos 30.000 turcos, que conforman la mayor parte de la industria de la construcción e ingeniería libia, han huido de la capital, junto con decenas de miles de otros trabajadores extranjeros. En mi propio avión partiendo de Trípoli, un vuelo de evacuación a Europa, había empresarios polacos, alemanes, japoneses e italianos, y todos me dijeron que habían cerrado sus importantes empresas la semana pasada. Pero aun para Khadafi, los campos de petróleo, las empresas de productos químicos y los yacimientos de uranio de Libia quedan al sur de la “liberada” Benghazi. La capital hambrienta de Khadafi controla sólo los recursos de agua, de manera que una división temporaria de Libia, que puede haber pasado por la mente de Khadafi, no sería sostenible. Los libios y los expatriados con los que hablé ayer dijeron que creían que estaba clínicamente demente, pero expresaron más enojo contra su hijo, Saif al Islam. “Pensamos que Saif era la nueva luz, el liberal”, me dijo un triste empresario libio. “Ahora nos damos cuenta de que está más loco y es más cruel que su padre.”

El pánico que se apoderó de lo que queda de la Libia de Khadafi era más evidente en el aeropuerto. En la aglomeración de gente luchando por pasajes, un hombre fue golpeado tan cruelmente en la cabeza que su “rostro se deshizo”, según atestiguó un vendedor de autos de Tokio que se estaba evacuando.

Hablando a libios en Trípoli y expatriados en el aeropuerto, resulta claro que no se usaron ni tanques ni vehículos blindados en las calles de la capital. Los ataques aéreos se produjeron sobre Benghazi y otras ciudades, pero no Trípoli. Sin embargo, todos hablaban de una ola de saqueos e incendios por parte de libios que creían que con la caída de Benghazi, Khadafi estaba terminado y el país, abierto a la anarquía.

El centro de la ciudad estaba cerrado en su mayor parte. Todas las oficinas extranjeras habían sido cerradas, incluyendo las aerolíneas al exterior, y cada panadería que vi tenía las ventanas cerradas. Abundan los rumores de que los miembros de la familia Khadafi están tratando de huir al exterior. Aunque los divagues de William Hague sobre la huida de Khadafi a Venezuela fueron desmentidos, hablé con una cantidad de libios que creían que Burkina Faso podía ser su única retirada posible. Hace dos noches, un jet privado libio se acercó al aeropuerto de Beirut con un pedido para aterrizar, pero éste le fue negado cuando la tripulación se negó a identificar a sus ocho pasajeros. Y anoche, un vuelo de Aerolíneas Arabes Libias que, según Al Jazeera, estaba llevando a la hija de Khadafi no obtuvo permiso para aterrizar en Malta.

Los musulmanes chiítas en el Líbano, Irak e Irán culpan a Khadafi por el asesinato del Iman Moussa Sadr, supuestamente un teólogo carismático que imprudentemente aceptó una invitación para visitar a Khadafi en 1978 y después de una aparente discusión sobre dinero, no fue visto nunca más. Tampoco fue visto un periodista libanés que lo acompañaba en su viaje.

Aunque el humor negro nunca fue una fuerte cualidad de los libios, hubo un momento en el aeropuerto de Trípoli ayer que probó que existe. Un pasajero que entraba al país con un vuelo de Aerolíneas Arabes Libias al frente de una cola para inmigraciones gritó: “Larga vida a nuestro gran líder Muammar Khadafi”. Luego estalló en carcajadas y los funcionarios de inmigraciones hicieron lo mismo.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.