Seropositivo


Me contagie HIV en diciembre de 1999 y me lo detectaron para enero del año siguiente. Recuerdo estar parado frente a un espejo observando dos ganglios inflamados detrás de las orejas con la seguridad de haberme contagiado el “bicho” tal cual lo llamaba –y llamo- coloquialmente. Mi hermana se contagio HIV en el año 1986 y los ganglios fueron una manifestación del mismo, así que rápidamente asocie mis propios ganglios inflamados con la infección de HIV. Los primeros estudios me los hice en el Hospital Durand, donde unos burócratas sin ningún tipo de sensibilidad me entregaron un papel escrito en birome donde indicaba el resultado del primer Elisa: positivo. Recuerdo que estaban frente a mí el infectologo –un personaje extraño- y dos psicólogas a las que no di posibilidad de pronunciar palabras. Fui a mi casa y unos compañeros que vivían conmigo me sometieron a un interrogatorio sobre mi situación sin darse cuenta del shock que me conmovía.

A la semana entrante ya había comenzado mi relación con el servicio de infectología del Hospital Ramos Mejía, donde me atendí por 13 años hasta que comencé a hacerlo en el Sanatorio Anchorena, gracias a mi flamante obra social. Debo decir que si bien ciertamente en este ultimo lado la atención medica y los estudios se me brindan casi sin dificultades, es en el Ramos Mejía donde encontré un equipo médico de excelencia que supo entenderme y contenerme aunque sin los recursos necesarios para una atención eficiente. Supongo que es la diferencia entre la lógica privada de la facturación y de la lógica publica de un equipo que además realiza investigación pese a la escacez de recursos y los vicios burocráticos. Producto de mi experiencia clinica -para llamarlo de alguna manera- también hizo carne en mí aquello que dice Michel Foucault que la medicina es uno de los poderes seculares, un mecanismo de control social y de patologización de las conductas humanas que alimenta una mirada social condenatoria.

Cuando me entere del HIV encontré las más diversas respuestas humanas. Desde la pena a la indiferencia, desde la comprensión y el cariño más profundo, hasta la hipocresía, la sobreactuación y criticas de mala leche que sonaban a pase de facturas. Mis sentimientos iban desde la sensación de que la vida se me escapaba hasta la desolación más absoluta, una sensación de abandono y derrota que fue cediendo poco a poco hasta transformarse en un replanteamiento del proyecto de vida que llevaba adelante. En esos días encontré camaradas y amigos que me bancaron y amores que se jugaron a los cuales debo el haberme mantenido lucido y en píe. Así como deje de lado y me dejaron de lado personas que aprovecharon la volteada para enlodarme de la peor manera. Tarde poco en comprender que se trataba de un traspié. En ese sentido la militancia política revolucionaria fue un punto de apoyo fundamental, ya que a partir de allí pude reorganizar mis pensamientos y prioridades.

¿Porque me contagie HIV viniendo de una familia donde existía tal antecedente? Supongo que por la represión sexual y cultural, por las pulsiones de muerte que contiene la cultura, que me empujaba a la promiscuidad clandestina de las teteras y las fiestas sexuales con desconocidos y al uso excesivo de las drogas como vía de supresión de la represión. Dicho vulgarmente, ensartado me animaba a todo lo que públicamente reivindicaba pero me avergonzaba mostrar. Porque a pesar de saber lo elemental sobre el tema mi educación sobre la prevención del HIV seguía siendo formal y casi nula.

Con respecto a los prejuicios sociales siempre encontré en la mirada del otro esa mezcla de pena y castigo del prejuicio que asocia al HIV con el descontrol y las formas de vida y sexualidad normativas. Siempre choque, aun en los ámbitos de la militancia revolucionaria, con el deber de informar sobre mi situación como seropositivo a cualquier persona con quien quisiera tener una relación, el explicar los peligros reales y supuestos de la transmisión de la enfermedad y las crisis ajenas con respecto a la misma. Tarde en comprender que la portación del HIV no solo niega derechos en el ámbito laboral –donde generalmente es necesario ocultar una enfermedad de esta naturaleza- sino que lo coloca al portador en la situación de ciudadano marcado por una invisible estrella de David que determina la mirada ajena y su comportamiento frente a uno. Hoy simplemente lo rechazo. Mi obligación es cuidarme y la de quienes quieren tener relaciones conmigo es cuidarse sin aceptar ningún tipo de responsabilidad por los prejuicios ajenos (algo difícil, aun personas que me quieren o quisieron tuvieron alguna vez el temor de estar amenazados por mi salud y desde ahí ponían una frontera invisible que solo el tiempo y la explicación propia y científica pudo disipar).  Exijo el reconocimiento de mi derecho a trabajar y vivir dignamente y en caso de que la salud me lo impidiera exijo el derecho de las personas seropositivas a recibir un subsidio digno y atención médica gratuita para poder vivir.

Me parece que uno de los peores daños al portador de HIV reside en que la pena ajena y la marginalización empujan al mismo a desubjetivarse y utilizar el virus como una forma de disculparse y abrirse puertas, o de explicar cualquier conducta, así como hacen los adictos culpando a las drogas de sus actos.

Una de las cuestiones más difíciles para el seropositivo, por lo menos desde mi experiencia, es el apego al tratamiento. Los antirretrovirales son verdaderas bombas en el organismo que te enferman y te hacen sentir mal. Recuerdo que cuando comencé el tratamiento y tomaba aproximadamente 20 pastillas diarias sudaba químicos, y eso me ponía de mal humor. Yo sinceramente soy un paciente problemático. No tolero las medicaciones, mis estados de ánimo influyen siempre en el deseo o no de tratarme y la dependencia de los médicos me rebelan continuamente. Esta actitud ha puesto en riesgo mi salud y permitió que el virus avanzara el organismo hasta dar lugar al SIDA, que es la fase de enfermedad del sistema inmunológico. Llegado a ese punto es que reacciono apegándome nuevamente a aquello que me mantenga vivo. Este año 2013 estuve tres veces internado producto de infecciones oportunistas y la pase mal anímica y físicamente, tirado en una cama, con agotamiento permanente, asustado de lo que podría pasar. Fue el amor de mis compañeros de vida, mi hija y los amigos lo que me permitió pasar el chubasco e intentar retomar una vida plena.

Con respecto a la militancia, el HIV me ayudo en su momento a reorientar mi vida en profundizar los proyectos que podían potenciar mi eros, la pulsión de vida, pero debo reconocer que decidí centrarme en los problemas generales de la teoría y la acción política y que nunca busque vincular mi enfermedad a una practica una política practica para combatir los prejuicios, la falta de derechos y la marginalidad que las personas viviendo con HIV padecemos y sentimos. No lo considero un error, porque siempre pensé la política en términos de construcción de hegemonías y no solamente como articulación de prácticas reivindicativas; pero si una falencia. Haber puesto el HIV y la lucha contra las inequidades que sufrimos los portadores podría haber permitido en mis ámbitos de militancia abrir la reflexión teórica y a una práctica política parcial, pero nueva. Fue a partir de mi decisión de salir completamente del closset hace unos pocos años que empecé a pensar y discutir más abiertamente desde la defensa y apoyo a las políticas de la igualdad y emancipación sexual, del derecho de los consumidores de drogas y las políticas sanitarias para los portadores de HIV.

La conciencia de la enfermedad me empujo a profundizar proyectos políticos revolucionarios y a asumir como actos concientes aquello que me llevo a contagiarme y al control de mi enfermedad.  Contagiado de HIV pude escribir dos trabajos políticos muy importantes para mí. La revolución permanente en Cuba, junto al camarada Gustavo Stilo e Insurgencia Obrera en Argentina 1969/1976, junto a la camarada Ruth Werner. A bucear en el intento de producir literatura sin vergüenza y desafiando la mirada critica de quien puede rechazar mis escritos. La política llevo a reafirmarme en la idea de que en el capitalismo, en una sociedad dividida en clases,  en una cultura alimentada por el fetichismo de la mercancía y la obediencia ciega a los mandatos que imparte, solo la militancia revolucionaria vincula la problemática de los oprimidos y desheredados a un proyecto emancipador que restituya a los seres humanos el control de los medios de producción y la responsabilidad sobre sus actos.

Un post ateo y socialista contra su santidad Francisco (¿Franco?) I.


Me entere que Bergoglio habia sido ungido Papa estando en una cama de la sala de guardia de una clinica, que para estar a tono con el día se llamaba La esperanza. Después de tres electrocardiogramas, placas, extracción de sangre y a la espera de una punción lumbar, al instante de recibir la noticia me dije a mi mismo “ahora sí que me muero”. Por suerte para mí salí de allí vivo, y por desgracia para la Argentina y el mundo todo con Francisco I en el trono de San Pedro, representante de Dios y poderoso rey del intocable Vaticano. (Al margen la elección del nombre Francisco tiene dos posibilidades dichas y una oculta Francisco de Asís, Francisco Javier, pero nadie dice que también así se llamaba Francisco Franco, que casualidad nó?)

Mucho se ha escrito sobre Bergoglio en estos días. A saber militante de Guardia de Hierro, agrupación político-intelectual de la derecha peronista que toma su nombre del movimiento fascista rumano dirigido por Corneliu Codreanu cuyas bandas paramilitares practiban progromos antisemitas. Jefe de los jesutias argentinos bajo cuya jefatura la USAL entrego un doctorado honosris causa al genocida almirante Emilio Massera en la dictadura. Acusado de denunciar a curas villeros y de complicidad en el robo de bebes. Jefe espiritual de la oposición derechista al kirchenirsmo y cabeza de la “guerra de Dios” -segun sus propias palabras- contra el matrimonio igualitario y el aborto. Bergoglio es un conservador populista y un reaccionario de pura cepa.

La asunción de Francisco ha significado un giro de la Iglesia Catolica que busca salir de la crisis producida por la corrupción y el escandalo extendido del abuso de menores que protagonizan sus pastores. Expresa el intento de traducir a un lenguaje conservador y derechista, de tibia reforma al interior de la Iglesía, la opción por los pobres que los curas tercermundistas abrazaran en la decada del ’60.

Para la Argentina el Papado de Bergoglio es la punta de lanza de un intento de derechización política e ideologica y por lo tanto un peligro para las libertades democráticas de los trabajadores y el pueblo pobre. Es vergonzo el operativo de salvataje de la figura de Bergoglio en cuanto a su papel -y el de la Iglesia toda en definitiva- durante la dictadura. Las declaraciones de Perez Esquivel, de Leonardo Boff y de otros referentes progresistas nacionales e internacionales del catolicismo dan siceramente pena. Bergoglio intenta ser erigido como referente moral por la oposición derechista al kirchnerismo y las “Corpo” mediaticas. En este sentido la elección de Bergoglio es un golpe al gobierno de CFK y ha dividido el frente kirchnerista por la condición de peronista del Pontifice. Así mientras algunos kirchneristas denuncian el papel reaccionario de Bergoglio en la dictadura, otros -como el Movimiento Evita- lo rescatan como un papado nacional y popular. Aunque un Papa afín no significa una capitalización directa por parte del desastre que es hoy la oposición derechista, la existencia de un liderazgo contrapuesto a CFK polariza a derecha la agenda política y siembra el sentido común necesario para intentos de ofensivas reaccionarias. No es casual que en el juicio por los crimenes de La Perla, los genocidas juzgados lucieran orgullosos la escarapela vaticana en sus pechos.

Los socialistas revolucionarios ponemos en el centro de la cuestión la denuncia del papel de Bergolgio y la Iglesia toda en la dictadura -como reflejan los medios internacionales las denuncias de nuestra camarada Miryam Bregman- y exigimos el juicio y castigo a todos los genocidas y sus complices, así como también la más completa separación de la Iglesia del Estado, el fin al subsidio a la educación privada y religiosa y la expropiación del latifundio y las propiedades inmobiliarias de la Iglesia catolica argentina. Si quieren dinero, que los curas vayan a laburar.

Volviendo al principio de este post. Los socialistas somos ateos, defendemos la ciencia y la praxis humana como medios de hallar la verdad y denunciamos el papel oscurantista de la religión y toda creencia en un pensamiento magico. Cuando me entere en la clinica de la entronación de Francisco me vinieron a mente dos viejas consignas anarquistas. La famosa sentencia del gran revolucionario Buenaventura Durruti “la unica iglesía que ilumina, es la que arde” y la vieja cosnsigna de los acratás locales de que solo seremos libres el día que ahorquemos al ultimo cura, con las tripas del ultimo militar.

Sobria Ebriedad (ANTONIO ESCOHOTADO)


El prohibicionismo en materia de drogas es -cada vez más- un remedio que agrava el mal en lugar de evitarlo; su vigencia sostiene imperios criminales, corrupción, envenenamiento con sucedáneos y meros venenos, hipocresía, marginación, falsa conciencia, suspensión de las garantías inherentes a un Estado de Derecho, histeria de masas, sistemática desinformación y -cómo no- un mercado negro en perpetuo crecimiento. Los millones de personas que mueren o son encarceladas, chantajeadas y expropiadas cada año en el mundo, y los muchos millones más expuestos cada día a semejante suerte no son un argumento pequeño; súmese a ello la atrocidad de que mueran o yazcan retorcidos por dolores perfectamente remediables un número todavía superior de personas y tendremos un cuadro realista de la situación.

 

Pero el cambio de esa pesadilla, la ley vigente, no sólo promete evitar de inmediato muchas cosas indeseables como la sobredosis accidental o involuntaria-, sino promover algunas deseables, empezando por la moderación misma. Aunque parezca imposible un mundo sin drogas, hay quien piensa que seria lo idóneo; tiene demasiado cerca la ganda prohibicionista para observar que las sustancias psicoactivas no se inventaron para hundir al ser humano, esclavizándole y mutilando su dotación orgánica, sino para ayudarle a sobrellevar desafíos vitales, mejorando su autocontrol y, en definitiva, su libertad y su dignidad personal.

 

La guerra a las drogas es una guerra a la euforia autoinducida y delata miedo al placer. El sufrimiento, tan común, coge a todos preparados y no suele exigir pedagogos; pero el placer -especialmente si se presume intenso- demanda una protección, que pedagogos oficiales se encargan de impartir por las buenas o por las malas, normalmente por las malas. Nada más oportuno entonces que recordar el concepto clásico de euforia así como la idea que otras culturas tuvieron y tienen de la ebriedad.

 

Hacia el siglo VI antes de Cristo, Hipócrates -creador de la medicina científica- recomendaba «dormir sobre algo blando, embriagarse de cuando en cuando y entregarse al coito cuando se presente ocasión». Preconizaba opio para trata la histeria y concebía la euforia (de eu-phoria: «ánimo correcto») como algo terapéutico. Para él, como para Teofrasto y Galeno, las drogas no eran sustancias buenas o malas, sino «espíritus neutros», oportunos o inoportunos atendiendo al individuo y la ocasión.

 

Durante la era pagana, el vino y las bebidas alcohólicas son las únicas drogas que sugieren degradación ética e indigna huida ante la realidad. Ecos del reproche se remontan al primer imperio egipcio, prosiguen en la vieja religión indoirania y llegan a la cuenca mediterránea como dilema: ¿quiso Dioniso-Baco regalar a los mortales algo que enloquece o algo que ayuda a vivir? Los usuarios de cualesquiera otras droga no interesan para nada al derecho ni a la moral, y cometeríamos un error creyendo que eran escasos. En la Roma de Augusto y Tiberio, por ejemplo, había casi 900 tiendas dedicadas de modo exclusivo a vender opio, cuyo producto representaba el 15% de toda la recaudación fiscal, y el opio era una mercancía estatalmente subvencionada, como la harina, para impedir especulaciones con su precio; sin embargo, no hay patabra en latín para opiómano, mientras se acercan a la docena las que nombran al alcohólico, y ni un solo caso de adicto al opio aparece menciotiado en los anales de la cultura grecorromana. Lo mismo debe decirse de quien usa marihuana, hachís, beleño, daturas, hongos visionarios y demás drogas antiguas.

 

Las raíces del mundo occidental coinciden con las de otras innumerables culturas en un concepto a la vez profundo y claro de la ebriedad -alcohólica o no-, que en definitiva apunta a un acto de júbilo y abandono, pues -como señalara Nietzsche- es «el juego de la naturaleza con el hombre». Filón de Alejandría, padre de la corriente jónica vincula la palabra griega para ebriedad (methe) con el verbo methyeni, que significa «soltar», «permitir», y define al ebrio como quien se adentra en «liberación del alma». Platón, su maestro, no ignoraba que el ebrio puede caer en patosería, aturdimiento, avidez y fealdad, pero defendió vigorosamente el entusiasmo ebrio como antídoto para aligerar la tirantez del carácter y sus ropajes rutinarios, que suscita la interioridad original y aquella inocencia donde pueden aparecer a una nueva luz las cosas. Como resumiría mucho más tarde Montaigne, «los paganos aconsejaban la ebriedad para relajar el alma».

 

De ahí que el ideal grecorromano no fuese la sobriedad, sino la sobria ebrietas, la ebriedad sobria que faculta para gozar el entusiasmo sin incurrir en necedades. El sobrio no debe ser confundido con el abstemio, porque el primero es racional con o sin drogas, rmentras el segundo sólo lo es sin ellas; uno puede penetrar en los pliegues de la desnudez, y el otro ha de rehuirlo para no avergonzarse ante los demás y ante su propia conciencia.

 

Esta constelación se derrumba al triunfar el cristianismo, que no sólo combate los cultos orgiásticos y extáticos de la religión pagana -apoyados casi siempre con drogas de tipo visionario- sino la propia medicina hipocráto-galénica, en nombre de remedios mejores corno exvotos, santos óleos y agua bendita; el saber farmacelógico antiguo,será destruido, y se perseguirá como crimen de lesa majestad la eutanasia, que hasta entonces había sido considerada un signo de excelencia ética. El uso médico, moral, sacramental y recreativo de drogas distintas del vino constituye apostasía, desprecio por la fe verdadera. Los dispersos restos del saber previo quedan al cuidado de curanderos y curanderas, y la persecución de estos focos acabará suscitando una cruzada contra la brujiería, que, por estructura y métodos, es un calco de la actual guerra a las drogas.

 

Para terminar les recuerdo que Europa recobró la farmacología científica -y libertad para hacer uso de ellas- cuando aparecieron las primeras fisuras graves en la nonolítica unidad de la Iglesia y el Estado, y que desde el siglo XVII hasta el actual concibió las drogas otra vez al modo pagano, confiando en ellas como buenos remedios cuando se usaban sensatamente, y restaurando como orientación Ia sobria ebriedad. Les recuerdo que el afán prohibicionista, nacido en Estados Unidos y promovido por este país al ritmo en que iba alzándose al rango de superpotencia, es una iniciativa de misioneros y círculos puritanos, pensada expresatmente -en palabras del reverendo Wilbur S. Crafts, director del lnternational Reforin Bureau en tiempos de T. Roosevelt- «para celebrar el segundo milenio de égida cristiana sobre el planeta».

 

La cruzada contra las drogas tenido y tiene el mismo efecto que la crucada contra las brujas: exacerbar hasta extremos inauditos un supuesto mal, justificando el sádico exterminio y el expolio de innumerables personas, así como el enriquecimiento de inquisidores corruptos y un próspero mercado negro de lo prohibido, que en el siglo XVI era de unguentos brujeriles y hoy es de heroína o cocaína. No quebrantaremos el círculo vicioso de la cruzada sin sustituir las pautas de barbarie oscurantista por un principio de ilustración. Las drogas son cosas que siempre estuvieron entre nosotros, que sigen estándolo y que van a continuar así. Dado el clima de alarmismo contraproducente, donde para los jóvenes usar lo ilícito es en parte rito de pasaje hacia la madurez y en parte coartada que sugiere declararse irresponsable, nuestra alternativa es excitar un consumo irracional de productos adulterados, o apoyar un uso informado de sustancias puras.

 

Demonizar las drogas sólo nos ha hecho más inermes, más crueles para con nuestros semejantes y más idiotas en sentido original, ya que idiotés nombra en griego clásico a quien delega indefinidamente en otros la gestión de aquello común, y por tanto suyo. No ya nuestra salud sino la de nuestros hijos y nietos pende de que recobremos su empleo como reto ético y estético personal -atendiendo a la aventura de libertad y saber allí subyacente-, sin desoír su valor como lenitivo mejor o peor para partes difíciles del vivir y vidas amargas. A mi juicio, sólo así podrán renacer en este campo un sentido crítico y una mesura dignos de su nombre, que fueron regla antes del experimento prohibicionista.

 

Antonio Escohotado
escritor y profesor de Filosofía (la persona que más sabe de drogas en España)

 

«El Pais» – 16 de Julio de 1994

Sobre la cocaína. «Über Coca» [1884] (Sigmund Freud)


Julio de 1884

En su apasionado artículo “Sobre la coca” el primero que escribió sobre este tema, Freud ofrece al lector una enorme cantidad de datos sobre la historia de la utilización de esta planta en Sudamérica, su exportación a Europa, sus efectos sobre los seres humanos y los animales, y sus múltiples usos en terapéutica. Incluye detalladas descripciones de las investigaciones realizadas por muchos autores. Ya en este momento aparecen algunos indicios que apuntan hacia las propiedades anestésicas de la droga y las esperanzas que en este sentido hace concebir, aunque no llegue a hablar de aplicaciones concretas.
El autor está en favor del uso de la coca y en algunos momentos se muestra casi entusiasta en sus alabanzas.
En la posterior addenda a este trabajo, Freud menciona el uso que Koller hizo de la cocaína para anestesiar la córnea en las operaciones oftalmológicas, práctica que desde entonces se hizo famosa.  Anna Freud

La planta de la coca

La Erythroxylon coca, planta que produce la coca, es un arbusto que llega a medir entre un metro veinte y un metro sesenta centímetros, y tiene cierta similitud con el endrino. Se cultiva en anchas zonas de Sudamérica, especialmente en Perú y Bolivia. Los lugares donde crece mejor son los cálidos valles de las laderas orientales de los Andes, entre los mil quinientos y los mis ochocientos metros sobre el nivel del mar, en climas lluviosos exentos de temperaturas extremas. Las hojas, que proporcionan un estimulante indispensable a unos diez millones de personas, tienen forma ovalada, de cinco a seis centímetros de longitud. Están unidas al tronco por tallos, son enteras y están recubiertas de un polvo blanquecino. Se distinguen por la presencia de dos pliegues lineales, más patentes en el envés de la hoja, que corten como si fueran nervios laterales a lo largo del nervio central desde la base hasta la punta, formando un arco plano. El arbusto produce unas flores blancas, en grupos de dos o tres, y sus frutos son rojos y en forma de huevo. Puede ser reproducido tanto por medio de semillas como de esquejes; las plantas jóvenes se trasplantan cuando tienen un año, y al cabo de dieciocho meses dan su primera cosecha de hojas. Se considera que las hojas están maduras cuando llegan a endurecerse tanto que su tallo se rompe con sólo tocarlo.

Al llegar ese momento son puestas rápidamente a secar al sol o con la ayuda del fuego, y colocadas luego en cestos para su transporte. En condiciones favorables un arbusto de coca da cuatro o cinco cosechas cada año, y la planta puede seguir a este ritmo durante treinta y hasta cuarenta años. La gran escala de su producción (se dice que la producción anual es de trece millones y medio de kilogramos) hace que las hojas de coca sean un producto importante tanto para el comercio como para la política fiscal de los países en los que se cultiva.

Historia y aplicaciones de la coca en su país de origen

Cuando los conquistadores españoles se abrieron camino por la fuerza hacia el interior del Perú, vieron que la planta de la coca era cultivada y muy estimada por los habitantes de este país, y también que estaba estrechamente relacionada con las costumbres religiosas locales. Según la leyenda, Manco Capac, el hijo del Sol, descendió en tiempos remotos de las cumbres del lago Titicaca para llevar la luz de su padre a los desgraciados habitantes del país; consigo llevaba también muchas enseñanzas y as¡ explicó a los hombres la vida de los dioses, les enseñó la práctica de artes útiles, y les dio además la hoja de la coca, esa planta divina que sacia al hambriento, hace fuerte al débil, y permite al desgraciado olvidar su tristeza, Era costumbre ofrecer hojas de coca a los dioses, masticarlas durante las ceremonias religiosas, y hasta poner algunas en la boca de los muertos para asegurarles un buen recibimiento en el otro mundo. El Inca Garcilaso, historiador de la conquista española, y descendiente de los incas, dice que al principio la coca no abundaba y que solamente podían utilizarla los miembros de las principales familias; sin embargo, en la época de la conquista hacía ya tiempo que todo el mundo podía obtenerla. Garcilaso trató de defender la coca contra la prohibición de su consumo impuesta por los conquistadores. Los españoles no creían en los efectos maravillosos que producía la planta -que para ellos eran obra del diablo- debido principalmente a la función de la coca en el ceremonial religioso. Un sínodo celebrado en Lima llegó al extremo de prohibir el consumo de la coca porque, en su opinión, era algo pagano y pecaminoso. Pero la actitud de los extranjeros cambió cuando observaron que los indios no eran capaces de llevar a cabo las penosas tareas que se les imponían en las minas si no se les daba su ración de coca. Entonces decidieron modificar parcialmente su anterior decisión: se distribuyó nuevamente coca a los mineros, tres o cuatro veces al día, concediéndoles cortos períodos de descanso en el trabajo para que mascaran las hojas. De esta manera la planta ha podido conservar su prestigio entre los nativos hasta la actualidad. Quedan todavía algunas huellas de la veneración religiosa que el pueblo indio sentía por la coca.

El indio lleva siempre consigo una bolsita con hojas de coca (una chuspa) cuando viaja, y también una botella con cenizas de la planta (llicta). En la boca hace una bola con las hojas y después atraviesa varias veces la bola con un clavo empapado en la ceniza. Después masca las hojas lenta y sistemáticamente, con abundante secreción de saliva. Se dice que en otras zonas se añade a las hojas un poco de tierra, tonra, que en este caso sustituye a la ceniza de la planta. No se considera exagerado masticar de tres a cuatro onzas de hojas cada día. Según Mantegazza, el indio empieza a utilizar este estimulante en su primera juventud, y sigue haciéndolo a lo largo de toda su vida. Cuando tiene que realizar un viaje difícil, cuando toma a una mujer, o, en general, siempre que sus fuerzas tienen que hacer frente a una prueba que exige un rendimiento mayor de lo normal, el indio aumenta su dosis ordinaria.

(No se ha comprobado con seguridad cuál es la finalidad de la operación de mezclar los álcalis de la ceniza. Mantegazza afirma haber mascado hojas de coca con y sin mezcla de ceniza y que no notó ninguna diferencia. Según Martius y Demarle, la cocaína es liberada de su combinación con ácido tánico mediante la acción de los álcalis. Una llicta que fue analizada por Bibra estaba formada por un 29 % de carbonato de cal y magnesio, un 34 % de sales potásicas, un 3 % de tierra arcillosa y hierro, un 17 % de elementos insolubles de tierra arcillosa, tierra silícea y hierro, un 5 % de carbono y un 10 % de agua.)

Hay muchas pruebas que demuestran que los indios, cuando se encuentran bajo la influencia de la coca, pueden resistir extraordinarias pruebas físicas y realizar trabajos muy duros sin necesidad de tomar una alimentación adecuada durante ese tiempo. Valdez y Palacios afirma que gracias a la coca los indios son capaces de caminar cientos de horas seguidas y correr más que un caballo sin mostrar signos de fatiga. CasteInau, Martius, y Scrivener han confirmado este dato, y Humboldt habla también de ello en el relato de su viaje por las regiones ecuatoriales, donde afirma que éste era un hecho conocido generalmente por todo el mundo. Se cita frecuentemente el informe de Tschudi que habla de un cholo (mestizo) al que pudo observar de cerca. El hombre en cuestión realizó un duro trabajo de excavación durante cinco días y cinco noches sin dormir más que dos horas cada noche, y sin consumir nada que no fuera coca. Una vez terminado el trabajo acompañó a Tschudi en una excursión en mula de dos días. El mestizo hizo el recorrido a pie. Terminada su hazaña dijo que estaba dispuesto a hacerlo todo otra vez, sin comer, si le daban suficiente coca. Era un hombre de sesenta y dos años de edad y no había estado nunca enfermo.

En el Journey ol the Frigate «Novara» [Viaje de la fragata Novara] se relatan casos similares de aumento de la potencia física debidos al consumo de la coca. Weddell, von Meyen, Markham, e incluso Poeppig (a quien tenemos que agradecer multitud de informes difamatorios contra la coca) no pueden siro confirmar que esta droga produce los citados efectos. Desde que se conoció la utilización de la hoja de la coca, siempre ha producido asombro en todo el mundo.

Otras informaciones dan gran importancia a la capacidad de los «coqueros» (masticadores de coca) de abstenerse de tomar alimentos durante largos períodos de tiempo sin padecer ningún tipo de consecuencias negativas. Según Unanué, cuando en la ciudad de La Paz no podían conseguirse alimentos el año 1781, sólo sobrevivieron aquellos que tomaron coca. Según Stewenson los habitantes de muchas zonas de Perú ayunan durante uno o varios días sin dejar de trabajar, gracias al uso de la coca.

Ante todas estas informaciones y teniendo en cuenta el papel desempeñado por la coca en Sudamérica durante siglos, hay que rechazar la opinión expresada por algunos que afirman que el efecto de la coca es solamente imaginario y que, gracias a la práctica, los nativos sudamericanos son capaces de realizar las hazañas que se les atribuyen, sin necesidad de la coca. Podría esperarse que llegaran informaciones diciendo que los coqueros compensan su ayuno comiendo más en los intervalos entre los períodos durante los cuales se abstienen de comer, o que debido a su forma de vida entran en una rápida decadencia. Las informaciones dadas por los viajeros por lo que se refiere a la primera posibilidad no permiten extraer conclusiones; en cuanto a la segunda, testigos dignos de crédito han negado que sea cierta. Desde luego, Poeppig pintó una terrible imagen de la decadencia física e intelectual que según él es consecuencia inevitable de la utilización habitual de la coca. Pero todos los demás observadores afirman que el consumo moderado de coca fomenta la salud en lugar de limitarla, y que los coqueros alcanzan larga vida. Weddell y Mantegazza señalan, sin embargo, que una utilización exagerada de la coca produce una caquexia que se caracteriza físicamente por causar problemas digestivos, y una gran delgadez, mientras que mentalmente lleva a la depravación moral y a una total apatía frente a todo lo que no sea el disfrute del estimulante. También los blancos sucumben a veces y caen en este estado, muy similar al de los síntomas del alcoholismo crónico y de la morfinomanía. De todas formas, normalmente la coca no se toma en cantidades exageradas y nunca se utiliza para compensar una posible desproporción entre los alimentos tomados y el trabajo realizado por los coqueros.

Las hojas de coca en Europa: la cocaína

Según Dowdswell, la primera persona que recomendó la coca fue el doctor Monardes (Sevilla, 15ó9), cuyo texto apareció en traducción inglesa en 1596. Al igual que los Informes redactados posteriormente por el jesuita P. Antonio Julián, y el doctor Pedro Crespo, ambos desde Lima, el artículo de Monardes alaba los maravillosos efectos de la planta en la lucha contra el hambre y la fatiga. Estos dos autores confiaban en los beneficios que se obtendrían si se introducía la coca en Europa. La planta fue traída por fin a este continente en 1749; hizo su descripción A. L. de Jussieu, que la clasificó dentro del género Erythroxy1on. En 178ó apareció en la Encyc1opédie Méthodique Botanique de Lamarck con el nombre de Erythroxy1on coca. Las informaciones de viajeros como Tschudi y Markham, entre otros, demostraron que los efectos de la planta no se confiaban únicamente a la raza india.

Tras vivir algunos años en las regiones andinas, Paolo Mantegazza publicó en 1859 sus descubrimientos sobre los efectos fisiológicos y terapéuticos de las hojas de coca en todo el mundo. Mantegazza es un gran defensor de la coca e ilustra la versatilidad de sus utilizaciones terapéuticas presentando informes de varios casos de aplicación. Su artículo despertó mucho interés pero poca confianza. Sin embargo, he comprobado la corrección de tantas observaciones del artículo de Mantegazza, que me siento inclinado a aceptar todo cuanto dice incluso en los casos que no he tenido oportunidad personal de confirmar.

El doctor Scherzer, miembro de la expedición de la fragata austríaca Novara, a su regreso a Viena en 1859 trajo unas hojas de coca y envió algunas al profesor Wöh1er para que las examinara. Fue Niemann, un alumno de este profesor, quien aisló el alcaloide cocaína a partir de las hojas. A su muerte, Lossen, también alumno de Wöhler, continuó la investigación de las sustancias contenidas en las hojas de coca.

La cocaína de Niemann cristaliza en prismas grandes incoloros de cuatro a seis lados, de tipo monoclínico. Tiene un sabor algo amargo y produce un efecto anestésico de las membranas mucosas. Se funde a 98º C, es difícil de disolver en agua, pero en cambio se disuelve fácilmente en alcohol, éter y ácidos diluidos. Combinada con el cloruro de platino y el cloruro de oro forma sales dobles. Al calentarla con ácido hidroclorídrico, su estructura se rompe y da lugar a ácido benzoico, alcohol metílico y una base poco estudiada llamada ecgonina. La fórmula de la cocaína establecida por Lossen es: C17 H24 N04. Debido a su alto grado de solubilidad en agua, las sales que forma con el ácido hidroclorídrico y el ácido acético son especialmente adecuadas para sus utilizaciones terapéuticas.

Además de la cocaína, las hojas de coca contienen: ácido cocatánico, una cera especial, y una base volátil de olor parecido al de la trimetilamina, y que Lossen aisló en forma de un aceite viscoso de color amarillo claro. Según las informaciones de los químicos, las hojas de coca contienen algunas otras sustancias que todavía no han sido descubiertas.

Desde que se tuvo conocimiento de la cocaína, numerosos observadores han estudiado los efectos que tiene la coca en animales y en hombres sanos y enfermos; a veces han utilizado un preparado llamado cocaína, y otras veces las mismas hojas de coca, en forma de infusión o a la manera de los indios. En Austria, Schroff padre llevó a cabo los primeros experimentos con animales en 18ó2; también han publicado informaciones sobre la coca Rankl (18ó0), Fronmüller (18ó3), y Neudórfer (1870). En cuanto a los trabajos realizados en Alemania, merecen mencionarse las recomendaciones terapéuticas de Clemens (18ó7), los experimentos con animales de von Anrep (1880) y los experimentos realizados por Aschenbrandt con soldados agotados (1883).

En Inglaterra, A. Bennett llevó a cabo los primeros experimentos con animales en 1874; en 187ó los informes del presidente de la Asociación Británica de Médicos, Sir Robert Christison, crearon un gran revuelo; y cuando un médico envió una carta al Brítish Medical Journal diciendo que un tal señor Weston (que había asombrado a los círculos científicos de Londres por sus notables hazañas andariegas) masticaba hojas de coca, esta planta se convirtió durante algún tiempo en tema de interés general. Ese mismo año (187ó) Dowdeswell publicó los resultados de un experimento totalmente ineficaz llevado a cabo en el laboratorio del University College, y parece que después ya no ha habido en Inglaterra nadie que estuviera dispuesto a continuar investigando.

De los textos franceses sobre el tema hay que mencionar los siguentes: Rossier (18ó1), Demarle (18ó2), la monografía de Gosse sobre la Erythroxylon coca (18ó2), Reiss (18óó), el Etude sur la coca du Pérou, de Lippinann (18ó8), Moreno y Maíz (18ó8), que dio algunos datos nuevos sobre la cocaína, Gazcau (1870), Collins (1877), y Marvaud, cuyo libro Les aliments d’épargne (1874) es el único que he tenido a mi disposición.

En Rusia Nikolsky, Danini (1873), y Tarjanov (1872) se centraron sobre todo en el estudio de los efectos que la cocaína produce en los animales. En los últimos años han aparecido en los Estados Unidos muchos informes, todos ellos publicados en la Detroit Therapeutic Gazette. En su mayoría hablan del éxito obtenido en la aplicación de preparados de cocaína para usos terapéuticos.

Las primeras investigaciones mencionadas aquí condujeron a una gran desilusión y a la creencia de que los efectos que tanto entusiasmo habían despertado en los informadores que hablaban desde Sudamérica no podían producirse en Europa. Las investigaciones realizadas por Schroff, Fronmüller y Dowdeswell tuvieron efectos negativos o insignificantes. Los fracasos se debieron a varios motivos. No cabe duda de que la calidad de los preparados fue en gran parte responsable de ello. En cierto número de casos los propios investigadores expresan sus dudas sobre la calidad de sus preparados; y cuando creen en las informaciones dadas por viajeros piensan que los efectos de la coca deben ser causados por algún elemento volátil contenido. Para ello se basan en las informaciones de Poeppig y otros, que afirman que en América misma se consideran inútiles las hojas almacenadas durante mucho tiempo. Los experimentos llevados a cabo recientemente con la cocaína preparada por Merk [sic] en Darinstadt justifican la afirmación según la cual la cocaína es el auténtico agente de los efectos de las hojas de coca. Y estos efectos pueden producirse tanto en Sudamérica como en Europa, y ser muy beneficiosos.

El efecto de la cocaína en los animales

Sabemos que los animales de las diversas especies -y hasta diferentes individuos dentro de una misma especie- varían notablemente en las características químicas que determinan la receptividad del organismo a las sustancias extrañas. Por esta razón no debemos presuponer que el efecto de la coca vaya a ser en los animales igual al que se dice que produce en el hombre. Nos bastará por el contrario llegar a comprender la forma de actuación de la cocaína en los hombres y los animales desde un punto de vista unificado.

Debemos a von Arirep los más exhaustivos experimentos en torno a los efectos producidos por la coca en los animales. Antes de él también realizaron experimentos de este tipo Schroff padre, Moreno y Maíz, Tarjanov, Nikolsky, Danini, A. Bennett, y 0tt. La mayoría de estos investigadores administraron el alcaloide oral o subcutáneamente.

El resultado más general de todos estos experimentos es que, en pequeñas dosis, la coca tiene efectos estimulantes, mientras que en grandes dosis produce un efecto paralizante; esta acción se da en ambos casos sobre el sistema nervioso. En los animales de sangre fría es especialmente notable el efecto de parálisis; en cambio, en los animales de sangre caliente son más notables los efectos estimulantes.

Según Schroff, la cocaína produce en las ranas un estado soporífero acompañado por la parálisis de los músculos voluntarios. Moreno y Maíz, Danini, NikoIsy y Ott han llegado prácticamente al mismo descubrimiento. Moreno y Maíz dice que la parálisis general que producen las dosis moderadas es precedida por el tétanos; en las mismas condiciones Nikolsky describe una fase de excitación del sistema muscular, mientras que Danini afirma no haber observado nunca esos espasmos.

Del mismo modo, von Atirep informa del efecto paralizador de la cocaína en las ranas tras un corto período de excitación. Al principio quedan afectadas las terminaciones nerviosas sensoriales y después todo el nervio sensorial; la respiración empieza acelerándose y después se paraliza; y el funcionamiento del corazón se va haciendo progresivamente más lento hasta que se produce un fallo de la diástole. Bastan dosis de dos miligramos para que se produzcan síntomas de envenenamiento.

Según las informaciones dadas por Schroff de sus experimentos con conejos (llenas de contradicciones de detalle), la coca produce en estos animales espasmos múltiples, aumento de los ritmos respiratorio y del pulso, dilatación de las pupilas, y muerte convulsiva. La eficacia del envenenamiento depende en cierto grado de la forma de aplicación. Según Danini, el envenenamiento de los animales de sangre caliente produce al principio agitación, manifestada en saltos y carreras constantes, y después una paralización de las funciones musculares. En la última fase aparecen unos calambres espasmódicos. Tarjanov descubrió un aumento de la secreción mucosa en perros a los que se había suministrado una dosis de coca, y también la aparición de azúcar en la orina.

En los experimentos de von Anrep los efectos de la cocaína en animales de sangre caliente, incluso administrando grandes dosis, se manifiestan primero en forma de una fuerte agitación psíquica y excitación de los centros cerebrales que controlan el movimiento voluntario. Después de administrar dosis de 0.01 gramos de cocaína por kilogramo de peso, los perros muestran evidentes signos de excitación alegre y una compulsión maníaca a moverse. A partir del carácter de estos movimientos, von Anrep encuentra pruebas de que todos los centros nerviosos quedan afectados por el estímulo, e interpreta los movimientos de vaivén de la cabeza que percibió como irritación procedente de los canales semicirculares. Las otras manifestaciones de la intoxicación por cocaína son la aceleración de la respiración, un gran aumento del ritmo del pulso debido a una parálisis previa del vago, dilatación de las pupilas, aceleración de los movimientos intestinales, aumento de la presión sanguínea y disminución de las secreciones. Incluso después de la administración de dosis suficientemente grandes como para producir convulsiones muy notables, síntomas de parálisis y muerte debida a lo. paralización del centro respiratorio, la sustancia del músculo estriado permanece intacta. Von Anrep no establece cuál es la dosis letal para los perros. Para los conejos es de 0.10 gramos, y para los gatos de 0.02 gramos por kilogramo de peso.

Cuando la médula espinal es separada de la oblongata, la cocaína no produce calambres ni aumentos de la presión sanguínea (Danini); cuando la parte dorsal de la médula espinal es cortada, los espasmos producidos por la cocaína ocurren en las extremidades anteriores, pero no en las posteriores (von Anrep). Danini y von Anrep suponen, en consecuencia, que la cocaína afecta primordialmente la zona vital de la médula oblongata.

Debería añadir aquí que solamente Schroff padre habla de la cocaína como narcótico y la clasifica junto al opio y el cannabis. Casi todos los demás la colocan junto a la cafeína, etc.

El efecto de la cocaína en un cuerpo humano sano

He llevado a cabo experimentos y he estudiado, en mí mismo y en otros, los efectos de la coca en un cuerpo humano sano. Los resultados que he obtenido concuerdan básicamente con la descripción que hace Mantegazza de los efectos de las hojas de coca.

La primera vez tomé 0.05 gramos de cloruro de cocaína en una solución acuosa al 1 %. En esa ocasión, y debido a la fatiga, me encontraba algo abatido. La solución que he indicado es bastante viscosa, algo opalescente, y tiene un extraño olor aromático. Al principio su sabor es amargo, que luego se transforma en unos sabores agradables muy aromáticos. La sal de cocaína seca tiene el mismo sabor y olor, pero en un grado mayor de concentración.

Al cabo de pocos minutos de haber tomado cocaína se siente bruscamente una sensación de optimismo y ligereza. Se nota como si los labios y el paladar estuvieran recubiertos de pelos, y después se tiene sensación de calor en esas mismas zonas. Si se bebe agua fría en ese momento, se nota como si estuviera caliente en los labios y fría en la garganta. En otras ocasiones la sensación predominante es un frescor muy agradable en la boca y la garganta.

Durante esta primera prueba sentí durante un corto período efectos tóxicos, que no se repitieron en posteriores experimentos. La respiración se hizo más lenta y profunda, y me sentí cansado y soñoliento. Bostezaba frecuentemente y me sentía algo embotado. La acción propia de la cocaína empezó al cabo de unos minutos. La típica euforia se vio precedida por unos repetidos eructos refrescantes. Inmediatamente después de tomar cocaína noté una ligera desaceleración del pulso y después una moderada aceleración.

He observado estos mismos signos físicos de la cocaína en otras personas que, en su mayoría, eran de mi misma edad. El síntoma que aparece más comúnmente es el de los eructos repetidos. A menudo van acompañados por unos ruidos sordos que se originan en las partes superiores de los intestinos. Dos de las personas a las que observé, y que declararon ser capaces de reconocer los movimientos de su estómago, declararon sin asomo de duda que habían detectado claramente esos movimientos. A menudo, cuando empezaba el efecto de la cocaína, los sujetos decían experimentar una intensa sensación de calor en la cabeza. Yo lo noté personalmente en mí mismo en posteriores experimentos, pero en ocasiones el fenómeno no se presentaba. Solamente en dos casos produjo la cocaína sensación de mareo. En conjunto, los efectos tóxicos de la coca son de corta duración, y mucho menos intensos que los producidos por dosis eficaces de quinina o salicilato de soda. Estos efectos parecen debilitarse más aún con el uso repetido de la cocaína.

Mantegazza enumera los siguientes efectos ocasionales de la coca -critemas temporales, aumento de la cantidad de orina, sequedad de las membranas mucosas conjuntiva y nasal. El efecto de la sequedad de boca y garganta es corriente y dura varias horas. Algunos observadores (Marvaud y Collan) hablan de un ligero efecto catártico. La orina y las heces adquieren, según algunos informadores, el olor de la coca. Hay, según los casos, muy variadas informaciones respecto a la forma en que afecta el ritmo del pulso. Según Mantegazza, la coca produce rápidamente un ,considerable aumento del ritmo del pulso, que se acelera incluso .más al aumentar la dosis; Collín también notó una aceleración del pulso después de tomar cocaína, mientras que Rossier Demarle y Marvaud experimentaron, tras la aceleración del principio, una desaceleración más prolongada del pulso después del primer efecto de aceleración. Christison notó en sí mismo, tras administrarse una dosis de coca, que el agotamiento físico producía un aumento del ritmo del pulso, menor que si no hacía movimientos fuertes. Reiss afirma que no aparece ningún efecto en el pulso. A mí no me parece difícil de explicar este desacuerdo; en parte se debe a la variedad de los preparados utilizados (infusión de las hojas en agua caliente, solución de cocaína en frío, etc.), y su forma de aplicación, y en parte a las variaciones de reacción según los individuos. Este último factor, como ya informó Mantegazza, es en general muy importante cuando se trata de la coca. Se dice que algunas personas no toleran la coca; por otro lado, he encontrado muchas personas a las que no afectaban dosis de 5 cg, cantidad que para mí y también para otros era una dosis eficaz.

El efecto psíquico del cloruro de cocaína en dosis de 0.05 a 0.10 gramos consiste en optimismo y una duradera euforia, que no muestra diferencia alguna con la euforia normal de una persona sana. No aparece la sensación de excitacion que acompaña los estímulos producidos por el alcohol. También produce la característica necesidad de emprender inmediatamente alguna actividad, típica del alcohol. Se nota un aumento del control de uno mismo y también que uno tiene gran vigor y es capaz de trabajar; por otro lado, si uno se pone a trabajar echa de menos ese aumento de la fuerza mental que el alcohol, el té o el café producen. Uno se encuentra sencillamente normal, y pronto le resulta difícil creer que se encuentra bajo los efectos de una droga.

Esto hace pensar que el estado de humor inducido por la coca en tales dosificaciones no se debe tanto al estímulo directo como a la desaparición de los elementos que causan la depresión. Se podría suponer, quizás, que la euforia que resulta de la buena salud no es más que algo normal en una corteza cerebral bien alimentada que «no es consciente» de los órganos del cuerpo al que pertenece.

Durante esta fase de los efectos de la cocaína, que no se distingue por nada más, aparecen los síntomas que han sido generalmente descritos como el maravilloso poder estimulante de la coca. Es entonces cuando es posible realizar prolongados trabajos intensos, tanto mentales como físicos, sin sentir fatiga. Es como si la necesidad de comer y dormir, que sin la coca se hacen sentir de forma perentoria en determinados momentos del día, quedara completamente eliminada. Mientras duran los efectos de la cocaína, si uno lo desea puede comer copiosamente y sin asco; pero se tiene la clara sensación de que la comida es innecesaria. Del mismo modo, cuando el efecto de la coca empieza a decaer, nada le impide a uno dormirse, pero también resulta posible suprimir el sueño sin que se produzcan consecuencias desagradables. Durante las primeras horas del efecto de la coca no se puede dormir, pero el hecho no resulta molesto en modo alguno.

He comprobado en mí mismo unas doce veces este efecto de la coca, que suprime el hambre, el sueño y la fatiga, y permite acentuar el esfuerzo intelectual; no he tenido oportunidad de realizar trabajos físicos.

Un colega muy ocupado me dio la oportunidad de observar un asombroso ejemplo de la forma en que la cocaína suprime la fatiga más extrema y también una sensación plenamente justificada de hambre; este colega, que no había comido desde primera hora de la mañana y que había trabajado en exceso, se tomó 0.05 gramos de cloruro de cocaína a las seis de la tarde. Al cabo de unos minutos declaró que se sentía como si hubiera tomado una comida abundante, que no deseaba cenar, y que se sentía lo suficientemente fuerte como para emprender una larga caminata.

Este efecto estimulante de la coca ha sido confirmado más allá de toda duda por una serie de informes dignos de crédito, de los que algunos son muy recientes.

Para realizar un experimento, Sir Robert Christison -que tiene setenta y ocho años- se cansó hasta llegar al agotamiento caminando veintidós kilómetros, sin comer. Al cabo de algunos días repitió el ejercicio con el mismo resultado. Durante el tercer experimento se administró 3.4 gramos de hojas de coca y pudo realizar el esfuerzo sin el agotamiento experimentado en anteriores ocasiones. Cuando llego a casa, y a pesar de haber estado nueve horas sin beber ni comer, no sintió hambre ni sed, y al despertarse a la mañana siguiente no sintió cansancio. En otra ocasión ascendió una montaña de novecientos metros de altura y llegó completamente agotado a la cumbre. Después realizó el descenso bajo la influencia de la coca, que le permitió hacerlo lleno de vigor juvenil y sin sensación de fatiga.

Clemens y J. Collan han tenido experiencias similares, y este último lo hizo después de caminar durante varias horas por la nieve; Masson dice que la coca es excelente «para una larga caminata»; Ascheribrandt informó recientemente que unos soldados de Baviera, agotados a consecuencia del esfuerzo y enfermedades debilitadoras, tras ingerir coca fueron sin embargo capaces de participar en las maniobras y marchas del ejército. Moreno y Maíz fue capaz de permanecer despierto noches enteras gracias a la coca; Mantegazza pudo permanecer cuarenta horas sin tomar alimentos. No nos equivocamos, por lo tanto, al afirmar que el efecto de la coca en los europeos es el mismo que el de las hojas de coca en los indios de Sudamérica.

El efecto de una dosis moderada de coca desaparece de forma tan gradual que, en circunstancias normales, es difícil definir su duración. Si después de tomar coca se trabaja con intensidad, al cabo de tres a cinco horas decae la sensación de bienestar y es necesario tomar otra dosis de coca para que no se produzca la fatiga. El efecto de la coca parece durar más tiempo si no se llevan a cabo grandes esfuerzos musculares. Todas las opiniones parecen unánimes al afirmar que la euforia inducida por la coca no va seguida por ninguna sensación de laxitud u otros estados depresivos. Creo que después de tomar dosis moderadas (de 0.05 a 0.10 gramos), parte del efecto de la coca dura más de veinticuatro horas. Puedo afirmar que, al menos en mi caso, incluso el día después de haber tomado coca mi estado es mejor de lo normal. Para explicar la posibilidad de un aumento duradero de la fuerza, que a menudo se ha dicho que es uno de los efectos de la coca, creo que basta con hacer referencia al conjunto de los efectos que produce.

A la luz de los informes que mencionaré posteriormente, parece probable que si la coca se usa durante largos períodos, pero en cantidades moderadas, no tiene efectos nocivos para el cuerpo. Ven Anrep trató a animales durante treinta días con dosis moderadas de cocaína y no detectó efectos negativos en sus funciones corporales. Me parece digno de destacar -y esto lo descubrí en mí mismo y en otros observadores capaces de juzgar tales aspectos- que ni una primera dosis ni una serie repetida de dosis de coca producen un deseo incontenible de volver a utilizar el estimulante; por el contrario, lo que se siente es cierta aversión inmotivada contra la sustancia. Esta circunstancia quizás sea en parte responsable del hecho de que la coca no sea utilizada ya desde hace tiempo en Europa como estimulante, a pesar de las efusivas recomendaciones que se han hecho en este sentido.

Mantegazza experimentó en sí mismo el efecto de dosis elevadas de coca, que le produjeron un estado de felicidad notablemente mayor que la que sentía antes de tomar coca, acompañado de un deseo de inmovilidad completa que, sin embargo, se veía interrumpido ocasionalmente por un violentísimo deseo de moverse. La analogía de estos resultados con los obtenidos por von Anrep en animales es inconfundible. Al aumentar aún más la dosis, Mantegazza se sumió en un sopore beato; el ritmo de sus pulsaciones se aceleró muchísimo y le subió algo la temperatura del cuerpo; comprobó que no podía hablar y que su caligrafía era poco firme; mas adelante experimentó espléndidas y vivas alucinaciones que al principio, aunque por poco tiempo, le causaron miedo, pero que a partir de entonces fueron alegres. Tampoco esta intoxicación por la coca le produjo ningún tipo de depresión, ni dejo en él ninguna señal. de haber pasado por un período de intoxicación. Moreno y Maíz también experimentó un deseo igualmente fuerte de moverse después de tomar dosis bastante elevadas de coca. Incluso después de administrarse treinta gramos de hojas de coca, Mantegazza no experimentó ninguna limitación de la conciencia. Un farmacéutico que trató de envenenarse tomando un gramo y medio de cocaína se sintió mareado y mostró síntomas de gastroenteritis, pero mantuvo incólume su conciencia.

Utilización terapéutica de la coca

Era inevitable que una planta que en su país de origen había alcanzado tal reputación por sus maravillosos efectos, fuera utilizada para el tratamiento de los más diversos desórdenes y enfermedades del cuerpo humano. Los primeros europeos que conocieron este tesoro de la población india recomendaron sin reservas la coca. Basándose en una amplia experiencia de médico, Mantegazza hizo posteriormente una lista de las propiedades terapéuticas de la coca, que fueron confirmadas una por una por otros doctores. En esta sección de mi ensayo he tratado de reunir en varios grupos las diversas recomendaciones que se han hecho sobre el uso de la coca y, al hacerlo, he intentado establecer una distinción entre las recomendaciones basadas en el tratamiento de enfermedades que han llegado a ser curadas y las que se basan en los efectos psicológicos producidos por el estimulante. En general, estos últimos son mas numerosos que los primeros. Actualmente parecen existir esperanzas de que la coca sea reconocida y ampliamente aceptada en los Estados Unidos, mientras que en Europa los médicos apenas si la conocen de nombre. El fracaso que ha tenido la coca en Europa, algo que en mi opinión es inmerecido, puede atribuirse quizás a la aparición de informes que han hablado de las consecuencias desfavorables de su utilización y que se publicaron muy poco después de la introducción de la coca en Europa. También es posible que sea debido a la dudosa calidad de los preparados, su relativa escasez y el elevado precio que, debido a estos últimos, ha tenido. Algunas de las pruebas que hablan en favor de la utilización de la coca han sido confirmadas más allá de toda posible duda, y otras merecen corno mínimo ser objeto de una investigación sin prejuicios. La cocaína de Merk [sic] y sus sales son preparados que tienen todos los efectos, o al menos los más esenciales, de las hojas de coca.

a) La coca como estimulante.

La principal utilización de la coca será seguramente la misma que ha tenido durante siglos entre los indios. En este sentido resulta valiosa en todos los casos en los que el objetivo primordial sea aumentar la capacidad física del cuerpo durante un período corto de tiempo o mantener grandes reservas de fuerzas para futuras exigencias, especialmente cuando las circunstancias exteriores excluyen la posibilidad de obtener el descanso y el alimento normalmente necesarios para realizar grandes esfuerzos. Este tipo de situaciones aparecen en tiempo de guerra, durante los viajes, en la escalada de montañas y en expediciones de otro tipo, etc. Se trata en muchos casos de ocasiones en las que se ha reconocido generalmente que los estimulantes alcohólicos resultan útiles. La coca es un estimulante mucho más fuerte y menos dañino que el alcohol, y su uso generalizado sólo se ve impedido actualmente por su elevado precio. Teniendo en cuenta el efecto producido por la coca en los indios de Sudamérica, un médico llamado Pedro Crespo (Lima, 1793) la recomendó ya en esa fecha tan temprana para que fuera utilizada en las naves europeas; Neudórfer (1870), Clemens (18ó7) y el médico militar mayor E. Charles recomendaron que además fuera utilizada por los ejércitos europeos. Las experiencias de Aschenbrandt deberían servir para que los dirigentes de los ejércitos tuvieran en cuenta la coca. Si se da la cocaína para producir efectos de estímulo, lo mejor es que se administre en dosis pequeñas pero eficaces (de 0.05 a 0.10 gramos) y que se repita la dosis tan a menudo que los efectos se superpongan. Aparentemente no es posible almacenar la cocaína en el cuerpo. Ya he subrayado que cuando terminan los efectos de la coca no se producen efectos de tipo depresivo.

En este momento todavía no es posible estimar hasta que Punto la coca puede aumentar los poderes mentales del hombre. Tengo la impresión de que una utilización de la coca durante largo tiempo puede llevar a una mejoría duradera sí las inhibiciones que se manifiestan antes de tomarla se deben simplemente a causas físicas o al agotamiento. Sin duda alguna, el efecto instantáneo de una dosis de coca no puede compararse al producido por una inyección de morfina; pero, como contrapartida, la coca no supone el grave riesgo para el cuerpo que implica la utilización continuada de la morfina.

Muchos médicos han pensado que la coca puede llegar a ocupar un puesto importante entre la serie de fármacos que administran los psiquiatras. Es bien sabido que éstos tienen una amplia gama de productos que les permiten ayudar a sus pacientes a reducir la excitación de los centros nerviosos, pero que no tienen ninguno que sirva para aumentar un funcionamiento menguado de esos centros. La coca ha sido por esta razón recetada para los más variados tipos de debilidad psíquica: histeria, hipocondría, inhibición melancólica, estupor y enfermedades similares. Se han comunicado algunos éxitos: por ejemplo, el jesuita Antonio Julián (Lima, 1787) habla de un culto misionero que fue liberado por la coca de una grave hipocondría; Mantegazza dice en alabanza de la coca que resultaba casi universalmente eficaz para mejorar los desórdenes funcionales que actualmente agruparnos bajo el nombre de neurastenia; Fliessburg habla de los excelentes resultados obtenidos con el uso de la coca en casos de «postración nerviosa»; y según Caldwell es el mejor tonificante para la histeria.

E. Morselli y G. Buccola llevaron a cabo experimentos en que durante varios meses administraron sistemáticamente a melancólicos. Les dieron un preparado de cocaína de acuerdo con la receta de Trommsdorf, en forma de inyecciones subcutáneas en las que la cantidad de cocaína variaba entre los 0.0025 y los 0.10 gramos por dosis. Después de uno o dos meses comprobaron que se había producido una ligera mejoría en el estado de sus pacientes: estaban más contentos, tomaban alimentos y disfrutaban de una digestión normal.

En general, la eficacia de la coca en casos de debilidad nerviosa y psíquica tiene que ser todavía investigada más a fondo. Cuando se haga, seguramente se llegará a conclusiones parcialmente favorables. Según Mantegazza la coca no es útil, y a veces resulta incluso peligrosa, en casos de cambio orgánico e inflamación del sistema nervioso.

b) La administración de coca en los trastornos digestivos del estómago.

Esta es la utilización más antigua y con base más firme de esta sustancia, y al mismo tiempo la que mejor comprendemos. Según las afirmaciones unánimes de todas las autoridades, tanto las más antiguas como las más recientes (Julian, Martius, Unanué, Mantegazza, Binge1, Scrivener, Frank1 y otros) la coca resuelve todo tipo de problemas de dispepsia y los trastornos y debilidad que la acompañan, y logra una curación permanente cuando es utilizada durante un tiempo suficientemente prolongado. Yo mismo he realizado algunas observaciones en este campo.

Al igual que Mantegazza y Frankl, he experimentado personalmente cómo los dolorosos síntomas que siguen a las comidas exageradas -a saber, una sensación de presión y plenitud en el estómago, incomodidad y poca tendencia a trabajar- desaparecen con eructos después de tomar una pequeña dosis de cocaína (de 0.025 a 0.05 gramos).

En numerosas ocasiones ha logrado proporcionar este alivio a mis colegas, y pude observar dos veces que la sensación de náusea que seguía a un exceso gastronómico respondía positivamente al poco tiempo tras una administración de cocaína, dejando paso a unos deseos normales de comer y a una sensación de bienestar corporal. También he aprendido a prevenir en mí mismo los trastornos estomacales añadiendo una pequeña cantidad de cocaína al salicilato de soda.

Mi colega el doctor Josef Pollak me ha hecho el siguiente relato del asombroso efecto de la cocaína, que muestra que puede utilizarse no solamente para el tratamiento de molestias localizadas del estómago sino también para reacciones reflejas de carácter más grave; hay que deducir, en consecuencia, que la cocaína tienen un efecto muy fuerte en la membrana mucosa y el sistema muscular de este órgano:

Un hombre robusto de cuarenta y dos años de edad, a quien el doctor conocía muy bien, se vio forzado a seguir una dieta muy estricta y a horarios de comida prefijados; ésta era la única forma de evitar los ataques que sufría y que se describen a continuación. Era especialmente susceptible a ellos cuando iba de viaje o cuando estaba sometido a la influencia de cualquier clase de tensión emotiva. Los ataques seguían una pauta regular. Empezaban por la noche con una sensación de incomodidad en el epigastrium, después se le enrojecía la cara, asomaban lágrimas a sus ojos, tenía fuertes latidos en las sienes y un dolor muy violento en la frente. Todo ello acompañado de una fuerte sensación de depresión y apatía. Durante la noche no podía dormir; por la mañana aparecían violentos espasmos de vómito que duraban varias horas. A mediodía experimentaba cierto alivio y sí tomaba unas cucharadas de sopa tenía la sensación de que “al fin el estómago soltará la bala que tenía dentro desde hacía mucho”. A continuación soltaba un eructo de sabor rancio y por fin, al anochecer, volvía a la normalidad. El paciente no podía trabajar durante el día del ataque y tenía que guardar cama.

A las ocho de la mañana del diez de junio empezaron los síntomas habituales del ataque. A las diez de la noche, después de que se presentara el dolor de cabeza, el paciente tomó 0.075 gramos de cloruro de cocaína. Poco después experimentó una sensación de calor y ganas de eructar, pero dijo que «todavía no es suficiente». A las diez y media le fue administrada una segunda dosis de 0.075 gramos de cocaína. Los eructos aumentaron; el paciente notó cierto alivio y pudo escribir una larga carta. Dijo que sentía intensos movimientos en el estómago. A las doce de la noche, aparte un poco de dolor de cabeza, ya estaba normal, incluso alegre, y caminó una hora. No pudo dormir hasta las tres de la mañana, pero el hecho no le molestó. Despertó a la mañana siguiente, sano, dispuesto a trabajar y con buen apetito.

El efecto de la cocaína en el estómago -algo que también supone Mantegazza- es doble; por un lado estimula el movimiento, y por otro reduce la sensibilidad del órgano. Esto último era de esperar porque la cocaína produce un efecto análogo en las demás membranas mucosas. Mantegazza afirma haber conseguido unos éxitos rotundos en el tratamiento de la gastralgia y la enteralia, así como todas las afecciones dolorosas del estómago y los intestinos. Todo ello lo atribuye a las propiedades anestésicas de la coca. Sobre esta cuestión no puedo confirmar las experiencias de Mantegazza; sólo en una ocasión, en relación con un catarro gástrico, vi que la sensibilidad del estómago a la presión disminuía después de administrar coca. En otros casos observados por mí mismo, y que he oído mencionar a otros médicos, enfermos de los que se suponía que tenían úlceras o cicatrices en el estómago se quejaron de mucho dolor después de tomar coca; esto puede explicarse debido a que la coca aumenta el movimiento del estómago.

En consecuencia, la coca es muy indicada en casos de debilidad digestiva y para los llamados trastornos nerviosos del estómago. En estos casos se puede conseguir no solamente un alivio de los síntomas, sino también una mejoría duradera.

e) La coca en la caquexia.

La utilización a largo plazo de la coca debe ser también muy recomendada -y según los informes médicos ha demostrado su eficacia en la práctica- en todas las enfermedades en las que se presenta la degeneración de los tejidos, como ocurre en las anemias graves, tisis, enfermedades prolongadas que cursan con fiebres altas, etc.; y también en los períodos de recuperación tras esas enfermedades. Así, McBean notó una firme mejoría en casos de fiebres tifoideas tratados con coca. En el caso de la tisis se dice que la coca logra limitar la fiebre y el sudor. En relación con una caso de tisis de diagnóstico confirmado, Peckham señala que después de administrar durante varios meses un extracto fluido de coca se produjo una notable mejoría en el estado del paciente. Hole habla de otro caso bastante grave en el que una falta crónica de apetito llevó al paciente a un estado de delgadez y agotamiento muy marcados; también aquí la coca devolvió la salud al paciente. R. Bartholow observa, en general, que la coca resulta útil para el tratamiento de la tisis y otros «procesos de desgaste». Mantegazza y varias autoridades más atribuyen a la coca la misma cualidad terapéutica valiosísima: la de limitar la degeneración del cuerpo y aumentar la fuerza en casos de caquexia.

Quizás se podría desear atribuir estos efectos de la coca al indudable efecto favorable que tiene en la digestión, pero sin despreciar este aspecto hay que tener en cuenta que muchos de los médicos que han escrito sobre la coca creen que esta sustancia permite el «ahorro», es decir, opinan que un sistema que ha absorbido cocaína, aunque sea en pequeñas cantidades, es capaz -debido a la reacción producida en el cuerpo por la coca- de acumular una cantidad mucho mayor de energía vital transformable en trabajo de lo que hubiera podido hacer el mismo cuerpo sin coca. Si la cantidad de trabajo es constante, el cuerpo que ha absorbido cocaína puede funcionar bien con un metabolismo reducido, lo cual supone a su vez que necesita menos cantidad de comida.

Esta suposición fue utilizada naturalmente para tratar de explicar, según von Voit , el efecto de la coca en los indios. La idea no se contradice con el principio de la conservación de la energía. Porque un trabajo que se alimenta de la comida o de los elementos de los tejidos implica una cierta pérdida en la utilización de la comida asimilado, o en la conversión en trabajo de la energía; esta pérdida puede quizás ser reducida si se dan determinados pases. De todas formas, no se ha demostrado que este proceso ocurra. Los experimentos que trataban de determinar la cantidad de orina eliminada usando coca y sin usarla, no han sido siempre realizados en condiciones que permitieran obtener tales conclusiones. Además, parece que los investigadores presuponían que la eliminación de la orina -factor que sabemos no afectado por el trabajo- podría proporcionar una medida del metabolismo general. Christison notó una ligera reducción de los elementos sólidos de su orina en los paseos en los que tomó coca; Lippmann, Demarle, Marvaud, y más recientemente Mason, también dedujeron de sus experimentos que el consumo de coca reduce la cantidad de eliminación por la orina. Por otro lado, Gazeau estableció un aumento de eliminación por la orina de un 11 a un 24 por ciento bajo la influencia de la coca. En su opinión, el aumento de la capacidad de trabajo del cuerpo y la posibilidad de abstenerse de comer que aparecen bajo la influencia de la coca se deben a que ésta hace más accesibles los materiales que ya están almacenados en el cuerpo. No se han realizado experimentos que estudien la eliminación de dióxido de carbono.

Voit demostró que el café, que también ha sido clasificado entre las sustancias que permiten el «ahorro», no tiene influencia en la descomposición de la albúmina en el cuerpo. De todas formas podemos considerar demostrado que la coca no es una «fuente de ahorro», como prueban algunos experimentos en los que se hizo pasar hambre a un grupo de animales, con y sin cocaína. En estos experimentos realizados por C. Bernard, Moreno y Maíz, Demarle, Gazcau y von Anrep, se observó la reducción del peso y el tiempo que resistían la inanición, y el resultado fue que los animales a los que se había administrado cocaína sucumbían a la inanición al mismo tiempo -y quizás incluso antes- que los que no habían tomado cocaína. Sin embargo, el hambre que padeció la ciudad de La Paz -un experimento llevado a cabo por la propia historia, y del que da cuenta Unanué- parece refutar esta conclusión, pues se dice que los habitantes que tomaron coca consiguieron librarse de morir de hambre. Sobre esta cuestión podríamos recordar que el sistema nervioso humano tiene una indudable, aunque oscura, influencia sobre la alimentación de los tejidos. Al fin y al cabo, un hombre sano puede perder peso debido a factores psicológicos.

Así, pues, las cualidades terapéuticas de la coca, de las que partimos al principio, no deben ser totalmente rechazadas. La excitación de los centros nerviosos, producida por la cocaína, puede tener una influencia favorable en la alimentación de un cuerpo víctima de un estado de acusado desgaste, aunque esa influencia podría muy bien no ser la de reducir el ritmo del metabolismo.

Quisiera añadir aquí que la coca ha sido calurosamente

alabada en relación con el tratamiento de la sífilis. R. W. Taylor dice que mediante la coca aumenta la tolerancia del paciente al mercurio y que la caquexia del mercurio puede ser controlada con la administración simultánea de coca. J. Collan la recomienda como el mejor remedio contra la stomatitis mercurialis y dice que Pagvalin siempre la receta al mismo tiempo que todos los preparados de mercurio.

d) La coca en el tratamiento de la morfinomanía y el alcoholismo.

En América se ha descubierto recientemente que los preparados de coca tienen el poder de suprimir el irresistible deseo de morfina que sienten los adictos, y reducir asimismo a proporciones inapreciables los graves síntomas que aparecen cuando el paciente es sometido a una cura de reducción de la morfina. Según mis informaciones (debidas en gran parte a la Detroit Therapeutic Gazette), W. H. Bentley anunció en mayo de 1878 que había sustituido el alcaloide que había creado ese deseo por la coca en el caso de una mujer adicta a la morfina. Al cabo de dos años, un artículo del doctor Palmer publicado en el Louisville Medical News, despertó gran interés por su tratamiento de los adictos a la morfina; durante los dos siguientes años aparecieron numerosos informes sobre la utilización de la coca para el tratamiento del hábito del opio en la revista médica de Detroit. A partir de entonces se hicieron menos frecuentes las informaciones que hablaban de curaciones, aunque no sé si fue debido a que el tratamiento quedó establecido como forma conocida de cura o porque dejó de practicarse. A juzgar por los anuncios de los fabricantes de productos farmacéuticos que aparecen en los números más recientes de las revistas norteamericanas, creo que lo que ha ocurrido es lo primero.

Hay unos dieciséis informes de casos en los que el paciente fue curado de su adicción. Solo en un caso habla un informe del fracaso de la coca en el tratamiento de la morfinomanía, y el médico que suscribe el informe se asombra de que haya habido tan calurosas recomendaciones de la cura por medio de la coca. No todos los casos de curación son igualmente rotundos. En algunos de ellos los pacientes habían tomado habitualmente y durante largo tiempo grandes dosis de opio o morfina. No hay muchas informaciones sobre el tema de las recaídas, pues en la mayor parte de los casos se publicaba el informe casi inmediatamente después de producida la cura. Tampoco se dan suficientes detalles de los síntomas que aparecen durante la abstención. Son especialmente valiosos los informes en los que se dice que los pacientes pudieron dejar de tomar coca al cabo de pocas semanas sin experimentar de nuevo el deseo de tomar morfina. Se presta especial atención al hecho de que la caquexia de la morfina fue sustituida por una excelente salud, hasta tal punto que los pacientes apenas si podían ser reconocidos después de su curación. En cuanto al método utilizado para la reducción y supresión de la droga que había dado lugar al hábito, la fórmula utilizada en la gran mayoría de los casos consistió en una reducción gradual de la dosis de la droga acompañada por un aumento gradual de la dosis de coca. Sin embargo, también se experimentó la supresión brusca de la droga. En este último caso Palmer dice que es necesario administrar cierta dosis de coca cuantas veces al día aparezca el deseo de tomar morfina. La dosis diaria de coca es reducida gradualmente hasta llegar el momento en que resulta posible abandonar totalmente el antídoto. Desde el primer momento, los ataques experimentados a causa de la abstinencia resultaron leves o se redujeron en intensidad al cabo de, pocos días. En casi todos los casos el propio paciente pudo llevar a cabo el tratamiento por sí solo, lo cual es muy importante si se tiene en cuenta que en Europa la cura de la morfinomanía sin la ayuda de la coca exige que el paciente sea vigilado en un hospital.

Una vez tuve ocasión de observar el caso de un hombre

que fue sometido al tipo de cura en el que, con ayuda de la coca, se suprime repentinamente el suministro de morfina. Durante una cura anterior, este mismo paciente había padecido graves síntomas debido a la supresión de la morfina. Esta vez sus dificultades resultaron tolerables; mientras duraban los efectos de la coca no se presentaban signos de depresión ni de náusea, mientras que permanecían los del frío y la diarrea. El paciente no se vio obligado a permanecer en cama y podía vivir normalmente. Durante los primeros días de la cura consumió 3 decigramos de cloruro de cocaína diariamente, y al cabo de diez días pudo abandonar totalmente las tomas de coca.

Así, pues, el tratamiento de la adicción a la morfina mediante la coca no supone simplemente cambiar un tipo de adicción por otro: el adicto a la morfina no se convierte en un coquero. El uso de la coca se interrumpe al cabo de un tiempo. Por otro lado, lo que al sistema debilitado por la morfina le permite resistir a costa de síntomas sólo ligeros, la supresión de la morfina, en mi opinión no es resultado del fortalecimiento general que produce la coca. Pienso más bien que la coca tiene un efecto directamente antagónico frente a la morfina. En apoyo de esa hipótesis citaré las siguientes observaciones del doctor Josef Pollak sobre un caso tratado por él:

Una mujer de treinta y tres años había padecido durante muchos años una grave jaqueca menstrual que sólo se aliviaba con inyecciones de morfina. Aunque la señora en cuestión no tomaba nunca morfina ni experimentaba deseos de hacerlo cuando no padecía jaqueca, durante los ataques se comportaba como una adicta. Unas horas después de la inyección sufría una depresión intensa acompañada de trastornos biliares y ataques de vómito que sólo desaparecían tras una segunda inyección de morfina. Después reaparecían los síntomas, de forma que el ataque de jaqueca, con todas sus consecuencias, forzaba a la paciente a permanecer en la cama durante tres días en muy mal estado. Se intentó combatir la jaqueca con cocaína, pero el tratamiento no tuvo éxito, y fue necesario recurrir a las inyecciones de morfina. Pero en cuanto aparecieron los síntomas de intolerancia de la morfina, éstos fueron rápidamente aliviados con 1 decigramo de cocaína. El resultado fue que la paciente se recuperó de su ataque en mucho menos tiempo y sin necesitar tanta morfina como antes.

También se ha probado en los Estados Unidos el tratamiento del alcoholismo crónico por medio de la coca, paralelamente a su utilización contra la morfinomanía, y la mayor parte de los informes hablan conjuntamente de estas dos aplicaciones. En el tratamiento del alcoholismo hubo casos de éxito indudable en los que se suprimió o alivió el deseo irresistible de beber, al paso que se aligeraban las molestias dispépticas de los bebedores . En general, sin embargo, la supresión del deseo de beber por medio de la coca resultó más difícil que la supresión de la morfinomanía. En un caso, del que habla Bentley, el bebedor se convirtió en coquero. No hará falta ni sugerir la inmensa importancia económica que podría llegar a adquirir la coca como «fuente de ahorro», en otro sentido, si se confirmara su eficacia frente al alcoholismo.

e) La coca y el asma.

Tschudi y Markham afirman que masticando hojas de coca se libraron de los síntomas normales de la llamada enfermedad de las montañas cuando escalaron los Andes. Estos síntomas son, entre otros, el jadeo, los fuertes latidos del corazón, vértigo, etc. Poizatló informa que logró detener los ataques de asma de un paciente gracias a la coca. Menciono esta propiedad de la coca porque parece admitir una explicación fisiológica. Von Atirep comprobó en sus experimentos con animales que se producía una temprana parálisis de ciertas ramificaciones del vago; y, por otra parte, tanto el asma provocado por la altitud como los ataques característicos de la bronquitis crónica pueden ser explicados como una excitación refleja que tiene su origen en las ramificaciones pulmonares del vago. Debería, por tanto, estudiarse la aplicación de la coca para el tratamiento de otras neurosis del vago.

f) La coca como afrodisíaco.

Los nativos de Sudamérica, que. representaban a su diosa del amor con hojas de coca en la mano, no dudaban del efecto estimulante de la coca para los genitales. Mantegazza confirma que los coqueros conservan un alto grado de potencia hasta edades avanzadas, Menciona también casos de recuperación de la potencia y de desaparición de debilidades funcionales después de utilizar coca, aunque no cree que estos efectos se produzcan en todos los individuos. Marvaud está de acuerdo con la opinión que habla de los efectos estimulantes de la coca; otros autores recomiendan vivamente la coca como remedio para casos de debilidad funcional ocasionales y agotamientos temporales; y Bentley informa de un caso de este tipo curado gracias a la coca.

Tres de las personas a las que he administrado coca dijeron que habían sentido una violenta excitación sexual que atribuían sin dudarlo a la coca. Un joven escritor, que gracias a un tratamiento de coca pudo reanudar su trabajo tras una prolongada enfermedad, abandonó esta droga debido a los indeseables efectos secundarios que le producía.

g) Aplicaciones locales de la coca.

La cocaína y sus sales tienen un notable efecto anestésico cuando se ponen en contacto con la piel y las membranas mucosas en solución concentrada; esta propiedad sugiere la posibilidad de utilizarla como anestésico local, sobre todo en relación con las afecciones de la membrana mucosa. Según Collín, Ch. Fauvel recomienda la cocaína para el tratamiento de las enfermedades de la faringe y dice que es «le tenseur par excellence des chordes vocales». Las propiedades anestésicas de la cocaína deberían hacerla muy adecuada para otras muchas aplicaciones.

[Traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres]

Totalmente a merced de los neutrinos (entrevista de P12 a Gaston Giribet, Dr. en Fisica, CONICET)


–Vamos a hablar de esta historia de los neutrinos, que está haciendo tanto ruido. En Italia, un laboratorio anunció que midió su velocidad y que encontró que es mayor que la de la luz.

–Bueno, sí. La verdad es que es un montón de ruido.

–Los neutrinos siempre fueron algo molestos. Cuando Pauli los descubrió en los años ’30, en realidad los postuló como una partícula teórica.

–Y tardaron como veinte años en pescarla.

–Y durante mucho tiempo se pensaba que no tenían masa, y ahora resulta que sí tienen masa. Y ahora resulta que se anunció, en el CERN, que los neutrinos viajan más rápido que la velocidad de la luz. Alguien dijo en Facebook que la crisis en Europa es tan fuerte que hasta los neutrinos violan la velocidad máxima.

–Aparentemente viajan 1 parte en 100 mil más rápido que la luz.

–¿Usted cree en eso?

–Yo creo que la actitud que prevalece es la cautela, y creo que es la actitud que debería prevalecer. Si me pregunta en lo personal, yo me inclinaría a pensar que debe haber alguna mala interpretación o algún error sistemático en el experimento. Pero también es cierto que es riesgoso decir eso: la tarde en que se anunció el descubrimiento yo vi la conferencia de prensa y la impresión que me dio es que los tipos tuvieron en cuenta todos los detalles.

–Hasta el movimiento de las placas y la gravedad de la Luna.

–Y tienen 16 mil eventos tomados en un par de años. Esto tiene una doble cuestión que habría que tener en cuenta. La primera es lo sorprendente, que es la cantidad de detalles y de cosas que tuvieron que tomar en cuenta. La segunda es que eso deja en evidencia la cantidad de detalles que se pudieron haber escapado.

–Hay partículas teóricas que se mueven más rápido que la luz: los taquiones.

–En realidad, se supone que los taquiones no existen. Se le pone ese nombre a la partícula hipotética que tendría la capacidad de ir más rápido que la velocidad de la luz (o sea, de tener masa imaginaria) y de generar inestabilización del vacío en torno de ellos mismos. No se comportarían como partículas, sino que decaerían a otras partículas normales. Básicamente, los taquiones no pueden existir como partículas. El problema fundamental que yo encuentro en la suposición de partículas que viajen más rápido que la luz es que está en tajante contradicción con lo que entendemos como causalidad. Tendría implicancias casi grotescas con lo que entendemos como causalidad.

–A ver…

–Vamos a poner un ejemplo. Sabemos desde 1905, fecha de formulación de la teoría de la relatividad, que no necesariamente lo que es simultáneo para un observador es simultáneo para otro. Pero lo que sí sigue ocurriendo en la física después de la teoría de la relatividad es que si un evento es causa de otro, lo será para cualquier observador. Un observador puede ver que un evento que es causa de otro ocurrió hace mucho tiempo, y otro observador, que ocurrió hace poco tiempo. Pero ambos lo verán antes del efecto que provoca ese evento. En este sentido, a pesar de la relativización del tiempo, la relación causal entre dos eventos se mantiene para todos los fenómenos. Ahora bien: si uno supone que una partícula puede llevar información desde la causa hasta el efecto a velocidad mayor que la de la luz, una excursión breve por las ecuaciones de la relatividad nos demostraría que no es cierto que dos observadores verían en todos los casos la causa antes del efecto. Y ésa es la razón por la cual esto está en tajante oposición con lo que entendemos como causalidad.

–Muchas veces las cosas que iban contra nuestras más firmes convicciones físicas o cosmológicas se derrumbaron. En el siglo XIX, sin ir más lejos, la creencia en el éter era una convicción que prácticamente nadie ponía en duda; nadie esperaba que se viniera abajo con el famoso experimento de Michaelson-Morley. Es muy excitante esto que está pasando.

–Porque uno podría jugar, aunque sea íntimamente, con la idea de que se está en la antesala de un cambio radical. Yo, de todos modos, insisto en que hay que ser cauteloso. Pero es cierto que si el trabajo es riguroso e intelectualmente honesto, es posible que muchos de nuestros presupuestos y preconceptos sean contradichos por la experiencia.

–Hay algo que me llama mucho la atención. Los neutrinos nos atraviesan de a millones en todo momento, y se sabe que son muy difíciles de pescar. ¿Cómo hicieron los científicos para manejarlos?

–Es cierto que los neutrinos son reacios a ser pescados, pero la forma de pescarlos es con detectores de placas. Es más o menos como pescar agua con un colador. Si bien la gran mayoría se escapa, siempre quedan algunas gotitas pegadas. Se hace a una profundidad enorme (a 1400 metros, en el medio de los Apeninos). Ahí se sabe que sólo llegan neutrinos; de todos los que pasan y atraviesan la montaña, que para los neutrinos es absolutamente transparente, se detecta una pequeñísima fracción. Pero al ser tantos los neutrinos que se generan allí, el colador queda mojado, por decirlo de alguna manera.

–Repasemos el experimento.

–El Supercolisionador (LHC) tira chorros de protones que chocan entre sí. Un producto de esos choques son los neutrinos, que tienen una propiedad notable: su poca capacidad de interactuar con la materia. Las paredes del acelerador son prácticamente transparentes para un neutrino. Los físicos, para no desaprovechar ese producto colateral que es la fuente de neutrinos, usan el haz y lo detectan a casi 730 kilómetros de distancia. Este truco de detectar los neutrinos que son el producto residual de las interacciones que se dan al interior del colisionador es bastante viejo. Los neutrinos viajan 730 kilómetros hasta Italia, donde son detectados. El detector está adentro del Gran Sasso, en el macizo de los Apeninos, enterrado a 1400 metros bajo tierra.

–Una de las cosas que ellos dijeron fue que la distancia esa de 730 kilómetros tenía un error de medición de más o menos 20 centímetros, que es muchísimo.

–Pero está dentro de la barra de errores, según dijeron. Hicieron un esfuerzo tremendo en medir el delay con una precisión abrumadora.

–E hicieron las correcciones relativistas, no solamente de velocidad, sino también de gravitación.

–Sí.

–Dicen, y parece ser, que tuvieron en cuenta todo.

–Sí. Yo, que soy teórico y no me dedico a la fenomenología ni a la experimentación, no dejo de estar sorprendido por la cantidad de detalles que tuvieron en cuenta. Pero, como le decía antes, eso deja ver la cantidad de detalles que se pueden estar escapando.

–Es muy difícil de creer esto.

–Sí.

–¿Y si fuera cierto?

–Y si fuera cierto… sería horrible. Yo, a diferencia de muchos de mis colegas, no comparto esa sensación de que es bueno no entender cosas en la física. Hay muchos físicos que tienen ese slogan: “Ojalá encontremos algo que no entendamos”. Pero desde chiquito mi intención es entender cómo funciona todo el mundo, y para mí sería desesperante que la relatividad no estuviera bien. Yo prefiero que la física sea la que entendamos.

–Pero la relatividad lo que tiene es que es una cosa de segundo orden y no de primer orden como lo es la gravedad newtoniana. ¿Y si esto fuera una cosa de tercer orden?

–Usted dice que la teoría de la relatividad podría ser una aproximación a una teoría más compleja.

–Sí.

–Y concuerdo con usted. Si este experimento es correcto, lo que está pasando es algo así, porque después de todo sabemos que la relatividad se ha mostrado correcta en todas las situaciones en las que se ha experimentado. Si comenzara a fallar, no se descartaría, sino que quedaría demostrado que es una gran teoría y una gran aproximación a otra teoría más compleja.

–O sea que ahora estamos a merced de los neutrinos.

–Que son, desde hace diez años, los destinados a darnos las sorpresas más grandes en el ámbito de la física.