La guerrilla en los ‘70: elementos para un balance (Ruth Werner, Facundo Aguirre)


En torno al debate sobre los ‘70 el gobierno de Macri lleva a cabo un claro giro a la derecha. Cambiemos se divide en un ala mayoritaria que busca volver a la “teoría de los dos demonios”; y otra, minoritaria pero intensa, negacionista del genocidio, que culpa a la guerrilla de iniciar una “guerra revolucionaria” contra un gobierno democrático. En estas concepciones el desafío revolucionario se reduce a la acción de la guerrilla. Impugnando por derecha su accionar, se busca condenar la movilización revolucionaria de las masas, minimizada en estos “relatos”. Se borra así la centralidad de los grandes acontecimientos protagonizados por los trabajadores, el movimiento estudiantil y popular y la existencia de una amplia vanguardia obrera y juvenil que sobrepasaba a los sectores encuadrados en la guerrilla.

Por el peso que ocupan las organizaciones armadas en el discurso de los divulgadores del PRO y su papel en los ‘70, es necesario volver sobre el balance estratégico de la guerrilla. Lo hacemos con el respeto que nos merecen sus luchadores caídos, a quienes consideramos equivocados en su estrategia política.

El Cordobazo

El 29 de mayo de 1969 la clase obrera acaudillando al movimiento estudiantil y a sectores populares protagoniza el Cordobazo, una acción histórica independiente de las masas.La semi insurrección abre una etapa revolucionaria que solo será cerrada por el golpe genocida y que incluye fenómenos de lucha de clases y violencia de masas: levantamientos en varias provincias (los “azos”), ocupación de fábricas con toma de rehenes, surgimiento del clasismo, de las “ligas agrarias”, tomas de universidades y edificios públicos, “huelgas salvajes” contra el pacto social de Perón, enfrentamientos con las bandas fascistas de las Tres A, la huelga general política de julio de 1975 contra el gobierno de Isabel Perón. Estos sucesos, podríamos decir parafraseando a León Trotsky que son hitos de “la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”1. En este marco, la guerrilla surge como un actor político importante nutriéndose de la radicalización de sectores de la vanguardia obrera y la juventud estudiantil y plebeya, siendo Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo las organizaciones más importantes.

En los ‘70 la intensa lucha de clases dio lugar a variadas manifestaciones de enfrentamientos violentos entre las clases, que tuvo elementos de una “guerra civil” de baja intensidad, pero nunca se llegó a un proceso de guerra civil abierta. La acción de la guerrilla, por su parte, pasó de ser vista como parte de la resistencia a los gobiernos dictatoriales de la “revolución argentina” a un enfrentamiento de aparatos con las fuerzas represivas bajo los gobiernos peronistas. Luego del golpe, aunque siguió operando, fueron víctimas del genocidio, con una asimetría completa de fuerzas respecto del aparato represivo del Estado terrorista. Mientras los guerrilleros no superaban los 5.000, según datos del período 1977-1979, las FF. AA. contaban con 154.262 efectivos militares, de los cuales el Ejército tenía el 62,59 %, la Armada el 25,28 % y la Fuerza Aérea el 12,13 %2. Eso sin contar las fuerzas policiales y las bandas para estatales de la Triple A que se incorporaron al operativo represivo. El discurso de los militares que definen lo acontecido como “guerra sucia” oculta que el terror genocida se desplegó sobre un arco social y político infinitamente más amplio que la guerrilla. El terror del Estado buscó imponer un disciplinamiento social generalizado sobre la clase obrera y las masas populares, a la vez que aniquilar a sus sectores de vanguardia.

Ante la radicalización política y el ascenso generados por el Cordobazo, la clase dominante buscó erradicar la amenaza revolucionaria. La primera carta fue la de apelar al retorno de Juan Domingo Perón, que concitaba gran apoyo del movimiento de masas y poner fin a la proscripción del peronismo. A partir de la negociación del Gran Acuerdo Nacional, se instrumenta una serie de políticas para desviar el proceso revolucionario. Ya en el gobierno Perón montó una política de “contención”, apelando al Pacto Social para controlar al movimiento de masas, mientras iniciaba con las Tres A (Alianza Anticomunista Argentina) un ataque a la vanguardia obrera y popular y a las organizaciones guerrilleras, incluyendo la izquierda peronista agrupada en la Tendencia Revolucionaria y Montoneros. Con Isabel Perón y López Rega, aun en los límites de una democracia burguesa degradada y restringida, llegaba al poder un régimen bonapartista abierto, que dará rienda suelta a las Tres A. Pese a los golpes a la vanguardia, el movimiento de masas protagonizará en junio-julio de 1975 un proceso huelguístico que jaqueará al gobierno de Isabel. El peronismo había fracasado en derrotar el proceso revolucionario. La burguesía apelará al golpe de Estado y al genocidio.

En este contexto revolucionario, por el rol que jugó el peronismo y su burocracia sindical, la principal tarea de la izquierda era luchar por la organización política independiente de los trabajadores, para desarrollar hasta el final su auto organización y las tendencias insurreccionales que anidaban en el movimiento de masas. No fue esa la orientación de Montoneros y el ERP.

Montoneros

Montoneros irrumpe públicamente el 29/5/1970 con el secuestro del Gral. Pedro Eugenio Aramburu, cabeza de la revolución “fusiladora” de 1955. Desde su origen, la organización empalma con Perón a quien cree convencer de luchar por la “Patria socialista”. Así detallaban su estrategia:

Tenemos clara una doctrina y clara una teoría de la cual extraemos como conclusión una estrategia también clara: el único camino posible para que el pueblo tome el poder para instaurar el socialismo nacional, es la guerra revolucionaria total, nacional y prolongada, que tiene como eje fundamental y motor al peronismo. El método a seguir es la guerra de guerrillas urbana y rural3.

Durante el gobierno del Gral. Lanusse, Perón alentará a Montoneros a quienes llamará sus “formaciones especiales”. Para el líder eran un instrumento de presión in extremis:

La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara (…)4.

Perón negoció una salida política para desviar la insurgencia obrera y popular hacia la vía electoral. Los Montoneros serán la columna vertebral de la campaña de Héctor Cámpora que llevó al peronismo al gobierno en mayo de 1973.

Montoneros era partidario del “socialismo nacional” planteando que la “contradicción principal” en nuestro país era el enfrentamiento entre “nación y el imperialismo”. Proponían un Frente de Liberación Nacional integrado por

…todos los sectores sociales dispuestos a luchar contra el capital extranjero, desde los pequeños propietarios rurales de las ligas agrarias hasta los empresarios nacionales que estén contra los monopolios, hasta los radicales, socialistas, democristianos y comunistas que efectivamente luchen por la liberación5.

El FreJuLi que llevó al poder a Cámpora era su “modelo”. En ese momento compartían el gobierno la derecha peronista, la burocracia sindical, los empresarios de la CGE y subordinada, la izquierda peronista. Su programa económico se rticulaba alrededor del “Pacto Social”, rubricado por la CGT, diversas cámaras empresariales (de la CGE a la UIA y la Sociedad Rural). El 20/6/1973, la masacre de Ezeiza protagonizada por las bandas de José Ignacio Rucci y José López Rega terminó prácticamente con el gobierno de Cámpora y el romance montonero con Perón. La matanza fue avalada de hecho por el General.

Ya con Perón en el gobierno se inician los golpes que destituyen a los gobernadores afines a la Tendencia Revolucionaria del peronismo. En Córdoba, cuando durante el Navarrazo, la policía y las bandas de la burocracia de las 62 Organizaciones atacaban a la vanguardia obrera y popular, Montoneros no impulsará el frente único obrero apelando a los sindicatos combativos para ejercer la defensa del gobierno de Obregón Cano. Tampoco denunciaron el papel de Perón. La respuesta fue profundizar una guerra de “aparatos” contra la derecha peronista. Ya anteriormente el asesinato de Rucci llevó a Perón a lanzar la línea de aniquilar la “infiltración” en el peronismo6. Bajo el gobierno de Isabel, Montoneros desde la clandestinidad retomará abiertamente las armas y los atentados terroristas.

Durante los gobiernos peronistas Montoneros tampoco enfrentó el Pacto Social, llave maestra para poner fin al ascenso revolucionario, junto a las bandas fascistas. En una situación donde pese a estar prohibidas las huelgas, la vanguardia obrera desde las comisiones internas fabriles protagonizaba rebeliones antiburocráticas para defender sus derechos, su política era la de no chocar con Perón. Después de su ruptura con el gobierno de Isabel nunca dejará su referencia al “programa del 11 de marzo de 1973”, el que llevó al gobierno al FreJuLi.

PRT-ERP

El ERP se funda el 30 de julio de 1970 en el V Congreso del PRT donde definieron que

…las FF. AA del régimen solo pueden ser derrotadas oponiéndoles un ejército revolucionario (…) nuestra guerra revolucionaria adquirirá formas guerrilleras, urbanas y rurales, extendida a distintas ciudades y zonas campesinas, sobre la base de cuya ampliación y extensión política y militar será posible pasar a la guerra de movimientos en el campo y a la constitución de importantes unidades estratégicas en las ciudades (…) el otro principio fundamental de la guerra revolucionaria a aplicar por nuestra Fuerza militar es la ejecución de operaciones militares con una línea de masas, es decir, orientadas hacia la movilización de las masas y su participación directa o indirecta en la guerra7.

En la cita puede verse que el rol de las acciones de masas es auxiliar a la guerra de movimientos en el campo y la formación de unidades estratégicas en las ciudades. En otras palabras, la lucha de clases, las acciones revolucionarias de masas se subordinan a la agenda guerrillera.

Con el peronismo en el gobierno, el ERP fue el primero en romper la tregua militar con el copamiento del Comando de Sanidad (septiembre/73) y la toma del cuartel de Azul (enero/74). Perón venía de arañar el 62 % de los votos en la elección presidencial. En respuesta endureció el Código Penal contra los luchadores obreros y expulsó a los diputados de la Juventud Peronista por TV.

Ante el Pacto social y el accionar de las Tres A era vital impulsar el frente único de las organizaciones de lucha así como formar grupos de autodefensa desde las fábricas para enfrentar los ataques fascistas. En esta situación, los partidarios del PRT-ERP se opondrán junto a Agustín Tosco, a constituir una coordinadora nacional de las organizaciones obreras combativas en el plenario de la UOM Villa Constitución en abril del ‘74 para unir fuerzas contra el Pacto Social. También rechazaban las consignas de autodefensa obrera y popular:

La formación de las milicias de autodefensa, (…), es un problema serio, delicado, que exige una política prudente (…). Los espontaneístas, con su irresponsabilidad y ligereza característica gustan plantear sin ton ni son ante cada movilización obrera y popular por pequeña y aislada que sea, la formación inmediata de milicias de autodefensa. (…) sectores proletarios y populares de vanguardia, plenos de combatividad, pueden caer bajo la influencia de esta hermosa consigna y llegar a la formación apresurada de tales milicias (…) Las milicias de autodefensa son parte esencial en el armamento obrero y popular, constituyen sólidos pilares en la edificación de las fuerzas armadas revolucionarias, pero por su amplio carácter de masas sólo pueden surgir de una profunda y total movilización del pueblo en zonas de guerrilla o zonas liberadas8.

En otras palabras no es la revolución quien hace el ejército, sino el ejército quien hace la revolución. Sustituísmo del movimiento de masas.

Como parte de esta concepción el ERP pondrá parte importante de sus esfuerzos en la creación de un foco rural en Tucumán, la Compañía del Monte Ramón Rosa Jiménez. La idea era lograr una zona liberada, enfrentar al ejército, ser reconocido como fuerza beligerante y eventualmente provocar la intervención directa del imperialismo para generar una guerra patriótica contra el enemigo extranjero. El experimento resultará un rotundo fracaso y será prácticamente aniquilado por el Operativo Independencia. Cuando las energías de la dirección del ERP estaban concentradas en Tucumán, la clase obrera protagonizará la huelga general de 1975, la primera contra un gobierno peronista.

ERP y el FAS

EL PRT-ERP promovía, junto a la construcción del partido y el ejército revolucionarios, la creación de una herramienta política amplia,un frente antiimperialista con una orientación frente populista. En esta perspectiva impulsará el FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo):

Básicamente un frente es una unión o alianza de clases para concretar el logro de objetivos que son comunes (…) Esto no quiere decir que el FAS sea ya el Frente de Liberación Nacional y Social que nuestro pueblo necesita. Para ello será necesario un largo proceso. Tendrán que concurrir a la constitución definitiva del Frente los compañeros que actualmente militan en el Peronismo de Base, en Montoneros, JP, Partido Comunista, Juventud Radical y otras corrientes populares.

El PRT-ERP concluía que “el Frente de Liberación Nacional y Social, cuyo embrión en nuestra Patria es el FAS, tiene un carácter estratégico y permanente”9. Ante la crisis terminal del gobierno de Isabel en julio de 1975, el PRT avanzará en esta orientación llamando a imponer una salida política común a Montoneros, partidario de reconstruir el FrejuLi y al PC, partidario del cogobierno cívico-militar.

Enfrentamiento de aparatos

Con la muerte de Perón, en julio de 1974, el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución se agudizó. En medio de una crisis económica sin precedentes el peronismo intentaba mantener a Isabel en el gobierno y el Pacto Social a los tiros contra una aguda lucha de clases que irá creciendo hasta explotar en junio y julio de 1975. El movimiento obrero protagonizará una extraordinaria huelga general política que expulsará del poder a López Rega y al ministro de Economía, Celestino Rodrigo. Será el principio del fin del peronismo como fuerza de contención.

Los Montoneros tenían mucha influencia vía la Juventud Trabajadora Peronista en las coordinadoras interfabriles que reunían a las fábricas combativas y antiburocráticas de la Capital y el conurbano bonaerense. El PRT-ERP influenciaba en menor medida, su peso central era en Córdoba. Sin embargo la intervención de estas corrientes en los sucesos de junio y julio, fue abstencionista en cuanto a la cuestión del poder, negándose a elevar la lucha por las paritarias a un combate por la caída de Isabel y a desarrollar a las coordinadoras como organismos de doble poder.

Posteriormente, Montoneros se lanzó al copamiento de cuarteles como con el asalto al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa (5/10/75). El ex dirigente montonero Roberto Perdía explicaba así la decisión: “El golpe de Estado ya tenía fecha. La idea fue la de conformar una fuerza armada y demostrarle al propio Ejército que teníamos condiciones para operar (…)”10. En similar sintonía el ERP, se lanzará al asalto del Batallón Depósito de Arsenales 601 Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo, en diciembre de 1975. Una aventura que será un duro golpe para la fuerza de Mario Roberto Santucho.

Pasado y presente

La derecha argentina partidaria tanto del negacionismo como de la versión más reaccionaria de la teoría de los dos demonios, hunde sus raíces en los grupos económicos que se hicieron dominantes durante la dictadura y los partidos políticos que fueron cómplices. En nombre de la “reconciliación nacional” y la democracia burguesa como valor supremo, se falsea la historia. Se condena la violencia guerrillera como excusa para impugnar todo tipo de movilización revolucionaria, se busca borrar el accionar de las clases explotadas de la memoria histórica y naturalizar el poder de la burguesía.

Recrear los debates estratégicos del ultimo gran ensayo revolucionario de la clase trabajadora, tiene por fin reconstruir la conciencia de clase de las nuevas generaciones para que la lucha no empiece de cero. Se trata también de recuperar para el pensamiento y acción de las masas explotadas el derecho sagrado a la insurrección contra sus opresores. Nuestra crítica a la guerrilla no está realizada desde una perspectiva pacifista sino partiendo de la premisa que un gobierno de los trabajadores en ruptura con el capitalismo solo podrá ser conquistado con la movilización revolucionaria de la clase trabajadora y los oprimidos. Para lograr este objetivo es necesaria la construcción de un gran partido revolucionario de la clase trabajadora.

Trotsky, L., prólogo a Historia de la revolución rusa, http://www.marxists.org, 1932.
Centro de Estudios Nueva Mayoría, “Evolución de los efectivos de las FF. AA. (1858-1997)”, Cuaderno 262, Buenos Aires, 1997.
Ver “Montoneros. Documentos internos, resoluciones, comunicados y partes de guerra”, http://www.elortiba.org.
Citado en Pigna, F., “La política en los .70”, http://www.elhistoriador.com.ar.
Bascheti, R., Documentos de la resistencia peronista.1973/1976, Buenos Aires, De la Campana, 1997.
Documento Reservado del Consejo Superior Peronista, 1/10/1973, http://www.elortiba.org.
Citado en Carreras, J., capítulo 7 de Movimientos revolucionarios armados en la Argentina. De los uturuncos y el FRIP a Montoneros y el ERP, 2001, http://www.elortiba.org.
Santucho, M.R., Poder burgués y poder revolucionario, http://www.marxists.org, 1974.
PRT, “Perspectivas del Frente de Liberación”, http://www.archivochile.com, enero, 1974.
Ragendorfer, R., “Perón quiso prepararnos para tomar el poder. Entrevista a R. Perdía”, Tiempo Argentino, 5/5/2013.

Cambiemos, La Nación y el negacionismo del genocidio


 

http://www.laizquierdadiario.com/Cambiemos-La-Nacion-y-el-negacionismo-del-genocidio

Las declaraciones de Gómez Centurión, Darío Lopérfido o el mismo Macri niegan la existencia de 30 mil desaparecidos y de un plan genocida. La Nación escribe el libreto negacionista que levanta Cambiemos.

 

Como suscribe un editorial del oligárquico y ultrarreaccionario diario La Nación: “Los constituyentes de 1853, en circunstancias históricas de graves enfrentamientos internos, supieron elevar la mirada y proponer la unión nacional como pauta programática para la convivencia de los argentinos (…) En el marco de la Guerra Fría, la Argentina, como otros países de la región, se vio sometida a la acción de grupos armados empeñados en imponer la revolución con orientación marxista leninista. El modelo era Cuba y sus operaciones no tomaban en cuenta la institucionalidad como valor a respetar. Enfrentaban tanto a gobiernos constitucionales como de facto”.

Se reabre un debate sobre el pasado que no está resuelto e incomoda a la clase capitalista, que fue la que colaboró, sustentó y aprovechó el genocidio llevado a cabo por el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

El golpe militar del 24 de marzo de 1976 no fue esencialmente la respuesta al accionar de la guerrilla, que había sido diezmada luego del pase a la clandestinidad de Montoneros, y el ERP derrotado con el Operativo Independencia y el asalto a Monte Chingolo. La finalidad de la Junta Militar fue poner fin a un ascenso obrero y popular que amenazaba con llevarse puesta a la burguesía argentina en medio de una catástrofe económica. Para lograrlo debía aniquilar a toda una generación de obreros, estudiantes, intelectuales, militantes políticos de algunas fracciones del peronismo combativo y la izquierda que se plantearon la lucha política abierta contra el imperialismo y el capitalismo. Esta generación no surgió de la nada, sino que fue la expresión más radicalizada del estallido de la insurgencia obrera y popular el 29 de mayo de 1969, conocida como el Cordobazo, que hirió de muerte al Gobierno de facto de Juan Carlos Onganía y al régimen de dominio que había surgido luego de la revolución fusiladora de obreros de 1955. Esta generación cuya fuerza motora era la clase obrera protagonizó una verdadera lucha de clases en el sentido estricto del término, con insurrecciones locales, huelgas salvajes, ocupaciones de fábricas y establecimientos, manifestaciones violentas y hasta una huelga general política entre junio y julio de 1975 que desbandó a los líderes de los grupos fascistas que actuaban bajo el amparo del Gobierno peronista. Los obreros pusieron en pie sindicatos clasistas, comisiones internas combativas, grupos de autodefensa y coordinadoras interfabriles. El movimiento estudiantil se lanzó a la unidad activa con la clase obrera y la izquierda comenzó a crecer exponencialmente. Fue el momento de mayor cuestionamiento al capitalismo argentino de la segunda mitad del siglo XX. Por eso la burguesía y su Estado le declararon la guerra.

El dictador Alejandro Lanusse, responsable de la Masacre de Trelew, puso fin a la proscripción del peronismo, con el objetivo de lidiar con las masas mediante el desvío electoral, lo que permitió el retorno de un Perón que prometía la «patria socialista» y daba vía libre a los pistoleros de la Triple A. Muerto Perón en 1974, Isabel Perón y José López Rega fracasaran en su intento de poner fin a la insurgencia por la vía de las bandas paramilitares que reclutaban policías, matones de la burocracia sindical y lúmpenes. Las huelgas del ‘75 fueron las que le pusieron fin al intento de ajuste salvaje para salvar al capitalismo argentino del ministro Celestino Rodrigo y al reinado de “Lopecito”. El peronismo se agotó como fuerza para lidiar con los trabajadores, y la clase capitalista dio vía libre al golpe militar, con el que colaboraron posteriormente tanto radicales, como peronistas y el Partido Socialista, entre otros. Si en aquel momento la clase obrera no avanzó más fue responsabilidad exclusiva de su dirección, el peronismo y su burocracia sindical, que sostuvo a una Isabel Perón odiada por las mayorías populares. Pero también porque la guerrilla peronista jugó el papel de contener dentro de la alianza policlasista del peronismo a los jóvenes trabajadores y estudiantes radicalizados y junto con el ERP, encarnaron una estrategia pequeñoburguesa que separaba de la lucha real de las masas a sus militantes para llevar a cabo una guerra de aparatos que despreciaba la auténtica guerra de clases. Fueron los grupos de tareas de las Fuerzas Armadas, los que llevaron a cabo el plan de exterminio, siguiendo los mandatos del imperialismo y los consejos de Pío Laghi y la Iglesia Católica.

Decíamos que es un debate que se reabre sobre un pasado no resuelto porque el “Pacto de Impunidad” que condicionó a la democracia burguesa argentina desde la restauración democrática de 1983 intenta ser reconstruido luego de que la movilización popular lo socavara. Fue ella quien logró la condena de algunos centenares de criminales de la dictadura e impuso a la justicia burguesa el reconocimiento de la existencia un plan sistemático de exterminio desde el Estado contra todo un grupo nacional, que constituye la base jurídica de la definición de genocidio.

Luego de la crisis del 2001, el kirchnerismo expropió discursivamente las reivindicaciones de justicia de los movimientos de Derechos Humanos, cooptó a sus dirigentes, y lo convirtió en parte del relato expiando al peronismo por los crímenes de la Triple A y sin que se juzgue a todos los responsables militares, civiles, empresariales y eclesiásticos. Luego intentó una política de reconciliación con las Fuerzas Armadas que tuvo como protagonistas a genocidas como César Milani y represores como el también ex carapintada Sergio Berni, que redundó en el espionaje político a través del Proyecto X.

Decíamos que el debate era incómodo porque fueron los grandes grupos capitalistas -a los que el kirchnerismo permitió, según sus propias expresiones, levantarla en pala- los principales beneficiarios y promotores del golpe. Fueron los partidos de la burguesía los principales colaboradores.

Como sentenciaba Balzac, “detrás de cada fortuna hay un crimen”, y las manos chorreantes de sangre de las patronales argentinas y el imperialismo son las que digitan el discurso de la derecha en el poder. Veamos a los protagonistas: Juan José Gómez Centurión, un falso combatiente de Malvinas, un carapintada que se alzó en armas contra Raúl Alfonsín para exigir la impunidad de los criminales que participaron en la represión. Darío Lopérfido, hoy miembro de la oligárquica familia Mitre, a quienes los militares entregaron parte de Papel Prensa, y ex funcionario de un Gobierno de la Unión Cívica Radical como el de Fernando De la Rúa, que plagó de cadáveres los alrededores de la Plaza de Mayo en diciembre del 2001 para intentar aplastar una rebelión popular. Mauricio Macri, el hijo de Franco, el empresario que esquilmó al Estado y es recompensado, había salido de la dictadura genocida como uno de los grupos económicos más importante de la Argentina. Como cuenta Gabriela Cerruti: «Los Macri transitaron los últimos meses del gobierno peronista reunidos con Licio Gelli de la Logia P2 y José López Rega acordando construir el ‘Altar de la Patria’ que resguardaría los restos de Juan Domingo Perón y Eva Perón y unos meses después del golpe militar eran parte de la mesa chica del equipo económico y político de los militares. Con la llegada del gobierno peronista al poder, en 1973, el grupo tenía siete empresas. Finalizada la dictadura militar, el holding tenía 47 empresas».

Los argumentos de Cambiemos buscan reinstalar la idea de la reconciliación nacional y vuelve a ser el diario mitrista quien escribe el libreto: “Tras una cifra falsa del número de muertos y desaparecidos para que alcanzara la categoría de genocidio”. Intentan deslegitimar las reivindicaciones históricas de los movimientos de los derechos humanos. Unos mediante la restauración de la “Teoría de los dos demonios”, que pone un signo igual entre el terrorismo de Estado y la violencia ejercida por las clases subalternas y los grupos guerrilleros, exculpando al Estado de sus crímenes. Otros reivindicando a los represores como luchadores que cometieron excesos dentro de una «guerra sucia», según la doctrina contrarrevolucionaria francesa, contra una subversión sin dios, ni patria. Esta última es un calco del discurso videlista.

Si el kirchnerismo se reapropió de retazos de “memoria” para su operación de restaurar la autoridad del Estado y pasivizar al país convulsionado en el pos 2001, el macrismo busca borrar toda memoria de un genocidio de clase, legitimar un nuevo relato reaccionario de “los dos demonios”, como un aviso claro: son representantes de una clase que puede volver a hacerlo si las condiciones lo requieren.

El relato kirchnerista siempre rechazó que haya habido un genocidio de clase, lo consideraba un golpe contra un Gobierno «popular» y un proyecto «industrialista». La lucha contra el negacionismo macrista hay que encararla desde el punto de vista de recuperar para el presente la memoria revolucionaria de nuestra clase obrera, señalando a sus enemigos, reivindicando en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo a nuestros hermanos caídos.

Murió el Gallego Álvarez, jefe político de Bergoglio en Guardia de Hierro


El sábado, a los 80 años, falleció Alejandro “Gallego” Álvarez, fundador y dirigente de Guardia de Hierro: organización política que representó intelectualmente a la derecha peronista en los ’70.

El «Gallego» Alvarez, Hector Tristan (ambos con origen en la izquierda) y César Marcos, estos últimos dos históricos dirigentes de la llamada resistencia peronista, fundaron en 1961, la organización Guardia de Hierro, supuestamente bajo la idea de ser los custodios de la Puerta de Hierro, que era el hogar de Perón en Madrid.

San Miguel Arcángel

Sin embargo, siempre se señaló el antecedente de la Garda de Fier rumana, fundada y dirigida por Corneliu Zelea Codreanu, de orientación fascista y clerical que entre fines de los ’20 y principio de los ’40 actuó en aquel país bajo la protección de San Miguel Arcángel.

La GH argentina se propuso como finalidad: ser los templarios de la doctrina justicialista. Cita Pablo Pozzi sobre Guardia de Hierro “se proponía como una organización auténticamente peronista, sin cuestionamientos ideológicos, y consideraban que el peronismo era lo que la Doctrina Peronista planteaba. Como consecuencia de lo mismo se asumieron como una herramienta al servicio de la conducción”.

Lo particular de los guardianes radicaba en la formación intelectual de sus cuadros, cuyas lecturas iban desde Hegel, pasando por Mao, hasta Perón (el libro de cabecera de los guardianes era “La comunidad organizada”, texto con ciertos aires fascistas). En fin, Guardia de Hierro abrevaba ideológicamente en el nacionalismo, en sintonía con Perón predicaban la armonía de clases, la separación del imperialismo yanqui y de la URSS y la supresión del comunismo por ser una ideología materialista.

Rosas, Yrigoyen y Perón

Actuando inicialmente en la Juventud Peronista de los años ’60, bajo el auspicio del Mayor Bernardo Alberte, histórico dirigente del peronismo, se entrevistaran con Perón en Madrid en el año 1967, abandonando su idea original de lanzarse a la guerra popular prolongada y se autodefinen como retaguardia estratégica y soldados directos del General Perón. Haciendo gala de su obediencia a una concepción caudillistica de los liderazgos políticos, una herencia conservadora de la política argentina que el peronismo utilizara a su favor. De allí su definición de la línea histórica del autodenominado “movimiento nacional” bajo los caudillos Rosas, Yrigoyen y Perón, repitiendo los preceptos del revisionismo histórico.

“Ni yanquis ni marxistas”

En 1971 la Guardia de Hierro se fusiona con el Frente Estudiantil Nacional de Roberto “Pajarito” Grabois, que venía abandonando la izquierda para acercarse a la ortodoxia del peronismo. En 1972 fundan la Organización Unificada del Trasvasamiento Generacional y se diferenciarán tanto de Montoneros y la Tendencia Revolucionaria así como del vandorismo. Precisamente por este punto muchos defensores de la GH señalan su no alineamiento con la derecha, pero olvidan mencionar que hasta la muerte del “Lobo” Augusto Timoteo Vandor en 1970, el vandorismo representaba a una derecha peronista que le disputaba el poder a Perón.

Para acentuar más el carácter político- miliciano de la organización, a partir de 1973, sus militantes usan uniformes marciales color pardo con un brazalete que rezaba: “Aquí se aprende a amar a Perón”. Su lucha contra la tendencia se inscribe en el combate contra la infiltración del peronismo, que era común a la burocracia sindical de origen vandorista y la derecha peronista.

Con el terrorismo ultraderechista

Guardia de Hierro se alinea políticamente con Perón en su enfrentamiento con Montoneros, y luego de su muerte –y disuelta formalmente la organización- con Isabel y López Rega, es decir con el terrorismo paraestatal ultraderechista contra la vanguardia obrera y popular surgida tras el Cordobazo. Si bien los vínculos de los guardianes con López Rega no eran orgánicos, el “Gallego” Alvarez solía defender a Perón por su decisión de mantener a López Rega, a quien consideraba un instrumento al cual utilizar por parte de la conducción política. Y lo excomulgaba de ser responsable de las Tres A, ya que detrás suyo actuaban los militares.

Pacto con los genocidas

En tiempos del golpe militar genocida la organización negocia directamente con la Marina encabezada por Emilio Massera. En el año 1975, Jorge Bergoglio nombró en la Universidad del Salvador a dos miembros de GH: Francisco “Cacho” Piñón y a Walter Romero. Piñón fue quién le entregó en el año 1977 la designación de Profesor Honoris Causa al almirante Emilio Eduardo Massera. Ese mismo año la organización es puesta formalmente bajo la conducción del Capitán de Marina (RE) Carlos Bruzzone, como parte de las fuerzas políticas de apoyo a un Massera que quería encolumnar detrás suyo al peronismo.

Francisco, un guardián

El “Gallego” Álvarez negaba que Bergoglio fuera miembro de los guardianes, sin embargo reconoció un vínculo con él: “Lo que ocurre es que nosotros teníamos una cantidad de compañeros aptos para manejar la universidad, que es lo que aprovechó la Compañía de Jesús para desprenderse de la universidad que le pesaba. Lo único que pensó Jorge Bergoglio fue preguntar las posibilidades de una política que había sido fijada por nosotros de antemano, y no abandonar la universidad a un grupo de laicos”.

Peronismo clerical

Luego de la restauración democrática GH se disolverá definitivamente y el núcleo central de sus dirigentes, con el “Gallego” Álvarez a la cabeza, pasaran a engrosar las filas de la Iglesia Católica desde la Orden de María del Rosario de San Nicolás, Asociación Privada de Fieles Laicos de la Iglesia Católica, la cual es la patrona de los “guardianes”. No es de extrañar siendo que el peronismo, en su derecha, se declarará partidario de la “doctrina social de la Iglesia”.

José Luis Manzano, Julio Bárbaro, el Chueco Mazzón, Guillermo Moreno, José Octavio Bordón, entre otros, fueron parte de los guardianes.

En sus últimos tiempos el “Gallego” Álvarez pasó del intento de construir el Partido de la Solidaridad a fines de los ’90 bajo la sombra del delarruismo al apoyo incondicional a Cristina Fernández de Kirchner como conductora del “movimiento nacional”. Por algo uno de los que lamentó su muerte fue Gabriel Mariotto, ex vicegobernador kirchnerista de Daniel Scioli.

Guardia de Hierro y el “Gallego” Álvarez estuvieron alineados con Perón contra la izquierda y la vanguardia obrera, con el terrorismo ultraderechista, con la dictadura genocida y con el clero reaccionario. Con el “Gallego” Alvarez muere un fiel exponente intelectual de un peronismo derechista que colaboró con la dictadura genocida.

Tinelli y Gran Cuñado: humor político sin crítica social


Este miércoles fue el debut de Gran Cuñado en el ShowMatch de Marcelo Tinelli. En el programa de mayor rating de la TV argentina se presentaron los personajes de Mauricio Macri, interpretado por Fredy Villarreal; José Ottavis, por el “Bicho” Gómez, y Vicky Xipolitakis por Fátima Florez.

El programa de Marcelo Tinelli es un baño de popularidad para cualquiera que sea mencionado en él. Gran Cuñado puede ser, a la vez, una plataforma de lanzamiento de figuras políticas, como sucedió en su momento con Francisco De Narváez y su “alika-alicate”. También puede llevar a la defenestración de las mismas. Lo que caracteriza al segmento como programa de humor político es la superficialidad, el apego a las formas por sobre el debate de contenidos. Paradójicamente, Gran Cuñado es hoy el único programa de humor político de la TV argentina.

La superficialidad en el humor de Gran Cuñado hoy le brinda una gran oportunidad de asemejarse, casi en espejo, al objeto de su burla. El Gobierno de Cambiemos hace un culto a la superficialidad de las formas, para traficar una política antipopular. El programa de Tinelli nos permitirá ver una exaltación de la superficialidad de las formas.

Empecemos por reivindicar la gran imitación de un Macri que habla con una papa en la boca y solo es capaz de decir imbecilidades. Las imitaciones parecen un culto al realismo. La de Macri hecha por de Fredy Villarreal, así como también de la Vicky Xipolitakis hecha por Fátima Florez y el de José Ottavis, por parte del “Bicho” Gómez. Sigamos por criticar el farandulismo de quien supo ser uno de los jefes políticos de La Cámpora y terminó como payaso adjunto en ShowMatch, acompañado de su coro de seguidores de la agrupación kirchnerista. El objetivo, un baño de popularidad para el que todo vale.

Si el humor político es una de las formas sutiles de la crítica político-social, Gran Cuñado falla en su objetivo, ya que está más interesado en mostrar personajes queribles que en señalar las contradicciones del discurso político oficial. Las preguntas light de Leuco junior y los chistes sin filo sobre la política son la combinación perfecta de este cóctel que genera ansias y preocupación en una política patronal que se pretende desideologizada y que, en el caso del Ottavis real, ha abandonado el relato a cambio de los flashes.

En este sentido los anuncios del segundo semestre del macrismo fueron un acierto que, sin querer, devela a una derecha incapaz de anunciar medidas que ayuden a mitigar la crisis para los trabajadores y el pueblo pobre.

Tato Bores debe estar revolcándose en su tumba.

Atilio Boron y el closet de los argumentos estalinistas (Facundo Aguirre-Hernan Aragon)


Atilio Boron vuelve a hacer campaña por Daniel Scioli, militando contra la izquierda y el voto en blanco.

En un articulo anterior criticábamos su postura de llamar a votar al “mal menor”. En esta ocasión Atilio Borón sostiene que votar en blanco es “votar al imperialismo”.

Recurriendo a un viejo método estalinista, ahora resulta que los trotskistas pasamos de no comprender las diferencias entre ambos candidatos a ser agentes del enemigo. No es de extrañar. Borón es un hombre vinculado al Partido Comunista Argentino, partido que tiene en su haber el apoyo a la dictadura del genocida Videla como “mal menor” frente al peligro “pinochetista”.

Para el politicologo, el voto a Daniel Scioli es “desafortunadamente, el único instrumento con el que contamos para impedir un resultado que sería catastrófico para nuestro país, para las perspectivas de la izquierda en la Argentina y para la continuidad de las luchas antiimperialistas en América Latina”.

Borón nos trata de convencer de un supuesto proceso antiimperialista en curso en América Latina y, en esa construcción artificial, donde los capitanes de este proceso son Dilma Russeff, Rafael Correa entre otros, Scioli entraría como el candidato que vendría a liderar la lucha contra el candidato directo de la Embajada Norteamericana.

Un argumento curioso que lleva a Boron a recrear la antinomia “Braden o Perón”, modelo 2015. Pero a diferencia del gorilismo comunista del 45, ahora el llamado es a alistarse en el bando “del conservadorismo popular de viejo arraigo en la Argentina”, como define al Sciolismo.

Boron no solo toma del PC su método sino también su concepción política. A lo largo de su historia el PCA siempre optó por un campo burgués contra otro. Así en el 45 se alineó con Braden y en el 55 con los Comandos Libertadores contra Perón. En 1973, dejando atrás su antiguo gorilismo, el PC llamó a votar a la fórmula Perón-Perón (que gobernó con las bandas fascistas de las Tres A), como expresión del “proceso antiimperialista”. Estamos tentados a jugar con las semejanzas. Scioli hace eje en un Pacto Social cuyo contenido es un ajuste consensuado y sostenido por un fuerte brazo represivo, para lo cual alistó al carapintada Sergio Berni, el manodurista menemista y dueño de “El Mangrullo”, Alejandro Granados y Mario Casal.

Para justificar su opción, Borón acusa al FIT de no ver diferencias entre Scioli y Macri. Este es otro burdo argumento extraído de un manual de falsificaciones editado por la extinta Editorial Anteo del PCA.

Los socialistas no usamos las diferencias que existen entre los distintos partidos burgueses para establecer alianzas que liquiden la política independiente de los trabajadores y la izquierda. Por el contrario, las tenemos en cuenta para establecer el contenido de la denuncia especifica de cada fracción y buscar el diálogo con su base obrera y popular. Nos sirve para definir una táctica de unidad de acción en caso de que recurra a la movilización de las masas con el fin de enfrentar a la reacción o al imperialismo. Nada de eso sucede en este balotaje, donde las diferencias son insustanciales y lo que prima es el acuerdo burgués en torno al ajuste y la represión y si algo se discute, es como llevar a cabo la exigencia de los capitalistas de descargar la crisis sobre los trabajadores y el pueblo pobre.

Boron tiene que seguir falseando y decir que es obvio que Scioli no podrá gobernar sin atender los reclamos de la base social que lo votó. Se puede tomar el mismo caso que cita Boron, el de Alfonsín que no era lo mismo que Italo Luder, pero al igual que el antiguo candidato del PJ, traicionó sus promesas electorales y se dedicó a rescatar a las FFAA y otorgarle un manto de impunidad a los genocidas. Lo mismo sucedió con la Alianza que continuó con las políticas del menemismo y todo indica que Daniel Scioli se situará claramente a la derecha de un kirchnerismo ya de por sí bastante derechizado, como el mismo autor reconoce en sus balances.

La izquierda advierte esta trampa y por eso es catalogada de “sectaria y abstencionista”. Seguramente es mucho más redituable ser un izquierdista “amplio y heterogéneo” como propone Boron, para poder colaborar directamente con la burguesía y sus instituciones como siempre predico el Partido Comunista. No olvidemos que Borón supo acompañar durante algún tiempo a Oscar Shuberoff como vice rector de la UBA en tiempos de dominio y corruptela universitaria de la UCR y Franja Morada.

Para continuar con el desarrollo de su posición, Borón tiene que insistir con la amalgama y la falsificación. Pero en este caso, se trata de una falsificación más que risueña.

Primero nos dice que no denunciamos ni nombramos al imperialismo, cuando fue el FIT la única fuerza que denunció la entrega de Vaca Muerta a Chevron, la colaboración de las FFAA argentinas en la ocupación imperialista de Haíti y la intención del candidato del FpV de pagarle a los fondos buitres, tal como sostuviera su vocero Uturbey.

Después Borón nos dice que con Macri se viene el ajuste y la represión salvaje y que “los incidentes del Borda o el violento desalojo del Parque Indoamericano son botones de muestra de ello”. No podemos más que estar de acuerdo con esta afirmación. ¿Y con Scioli?

Borón nos responde: “es muy probable que Scioli seguirá con la política kirchnerista de no reprimir la protesta social”. ¡Pero el mismo candidato del FpV le cierra la boca cuando afirma que se ocupará de poner «orden en las calles» para «no joderle más la vida a la gente»! Scioli ha dedicado un spot entero de su campaña a asegurar que él tiene la misma agenda que Sergio Massa en materia de seguridad.

Borón ya desbarranco lo suficiente, pero así y todo no puede parar. Ahora acusa al votoblanquismo de pasivo, y pone el ejemplo de los radicales de inicios del siglo XX que se levantaban en armas contra el régimen oligárquico que, entre otras cosas, le impedía a la UCR presentarse a elecciones. “La consigna del voto en blanco es estéril, porque no va acompañada por alguna acción de masas de repudio a la trampa de Macri-Scioli: no hay convocatoria a ocupar fábricas, a cortar rutas, invadir campos, organizar acampes, bloquear puertos o algo por el estilo”, nos dice.

El académico está encendidísimo, y revuelve los placares estalinistas para vestirse con todo argumento que encuentra: “Posa de ultraizquierdista y así podrás justificar tu política derechista”.

¿Qué más le podemos decir? Si es ridículo “levantarse en armas” contra un balotaje, más ridículo aún es pensar que se puede enfrentar el ajuste y a la derecha con la papeleta electoral de “Scioli presidente”.

El FIT, que es un agrupamiento ni ultraizquierdista ni sectario, está haciendo una campaña pública explicando porque votar en blanco es la única forma de enfrentar a la derecha. Cientos de intelectuales y artistas se han pronunciado por ella.

Nicolás del Caño, hizo las peticiones correspondientes para que la “tercera posición” del voto en blanco pueda tener el derecho de expresarse en los espacios propios de una campaña electoral como tiene Scioli y Macri. Cualquier demócrata o “marxista” como asimismo se titula Boron, debería apoyar una demanda democrática tan elemental.

Añoranzas de Codovilla

En su nota Atilio Boron acusa a los trotskistas de profesar “un profundo rechazo hacia las “revoluciones realmente existentes”.

«Nunca aceptó a la Revolución Cubana y experiencias como las del chavismo, la boliviana o la ecuatoriana han sido permanente objeto de sus enojosas diatribas, solo comparables a las que disparan los agentes de la derecha. Cultivan la malsana ficción de una revolución que sólo existe en su imaginación; una revolución tan clara y límpida, y ausente de toda contradicción, que más que un tumultuoso proceso histórico se parece a un teorema de la trigonometría. Por eso son implacables críticos de la Revolución Rusa, la China, la Vietnamita, la sandinista, aparte de las arriba mencionadas”.

Los trotskistas, a diferencia de los estalinistas argentinos, militamos desde el primer día en defensa de la Revolución Cubana. Simple y sencillamente discutimos su dirección, enfrentamos la burocratización y la subordinación del castrismo con la política del Kremlin, que entre otras cosas llevo al régimen cubano a silenciar sus criticas contra la dictadura genocida en Argentina. En la actualidad denunciamos el carácter restauracionista de la política de la burocracia castrista. Nosotros defendemos la revolución, Borón al castrismo. Por otra parte, el chavismo, Evo Morales y la revolución ciudadana de Correa los caracterizamos por su política de clase, sin engaños, como gobiernos de tipo nacionalista burgués que han reorganizado el Estado capitalista en sus países impidiendo revoluciones sociales que expresen el poder de la clase obrera y el pueblo pobre.

Pero fundamentalmente el trotskismo se caracteriza por ser un implacable crítico de las dictaduras burocráticas estalinistas que hundieron y enlodaron las grandes revoluciones del siglo XX y la causa del socialismo internacional. Los trotskistas nos opusimos, y pagamos con nuestras vidas dicha oposición, al estalinismo, los gulags y el estrangulamiento de la revolución mundial en nombre de la colaboración con la burguesía.

Es precisamente eso lo que molesta profundamente a Borón y al Partido Comunista. Lejanos los tiempos en que la critica trotskista podía ser acallada con los métodos de don Vitorio Codovilla, el académico izquierdista defensor del carácter progresista del menemista Scioli apela a los métodos literarios de sus predecesores.

El PST en la mira de las Tres A. Un debate con la política del “Frente democrático” (Ruth Werner y Facundo Aguirre)


El PST fue una de las primeras organizaciones de izquierda atacada por las bandas criminales de la ultraderecha. A lo largo de 1974 la Triple A atentó contra los locales de esta organización en varios puntos del Gran Buenos Aires, como Beccar, Morón y La Plata, así como en Mendoza, Córdoba, Tucumán y Rosario. El 7 de mayo de ese año, fue asesinado, a manos de una patota de la UOM de Vicente López, Inocencio Fernández, militante del PST y subdelegado de la Fundición Cormasa. Un segundo golpe ocurrirá en Gral. Pacheco, el 29 de mayo. Quince matones de la Triple A tirotearon el local del PST y secuestraron a seis militantes, asesinando posteriormente a tres. Eran Oscar Dalmacio Meza, delegado de ASTARSA, Mario Zidda, dirigente estudiantil de la Escuela Nacional de Educación Técnica, y Antonio Moses, obrero de Wobron. Estos asesinatos fueron bautizados como “la masacre de Pacheco”. El atentado al local de un partido legal, constituía un salto en el ataque fascista y logró repercusión en los medios nacionales. El velatorio se transformó en un gran acto de repudio a las bandas de ultraderecha donde participaron numerosas corrientes políticas. Allí, el dirigente del PST, Nahuel Moreno, planteó que a los golpes de la ultraderecha había que oponer, “las brigadas o piquetes antifascistas, obreros y populares” [1]. Apelaba a la táctica clásica del marxismo en el combate contra los grupos de choque fascistas. Sin embargo, esta posición no será sostenida en el tiempo y la orientación central para oponerse a la Triple A será la del apoyo a la iniciativa de la UCR y el Partido Comunista de peticionar el fin de la violencia ante Perón a través del Grupo de los 8 [2].

Presentamos la primera parte de un artículo donde nos centraremos en criticar la política de acuerdos del PST con el Grupo de los 8 ante la Triple A.

El PST y el Grupo de los 8

El acercamiento del PST al Grupo de los 8 remite a la solicitada frente al golpe policial cordobés conocido como Navarrazo firmada por la Unión Cívica Radical, el Partido Comunista, el Partido Intransigente, el Partido Revolucionario Cristiano, el Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista Popular, la Unión Del Pueblo Adelante, (UDELPA), la UDELPA Liberación Nacional y el propio PST, que más tarde retirará su firma producto del debate interno. La solicitada, publicada el 22 de marzo de 1974, repudiaba el golpe policial manifestando “no ahorrar actitudes y esfuerzos para mantener y consolidar el proceso de institucionalización del país, en el régimen de la democracia y en la práctica de la convivencia y el diálogo constructivo (…)” [3].

En el Navarrazo las bandas de la derecha peronista y la policía destituyen al gobernador cordobés, Ricardo Obregón Cano, afín a la Tendencia del peronismo, con una asonada que incluyó el ataque a los sindicatos combativos como Luz y Fuerza y SMATA. El golpe fue avalado por Perón y tenía por fin echar a un gobernador legítimamente electo para avanzar en liquidar las posiciones de la izquierda en los sindicatos. Ante estos objetivos la declaración de los 8 era una capitulación que indultaba al gobierno peronista.

El tercer gobierno de Perón, más allá de un funcionamiento formal de las instituciones del régimen democrático burgués, tenía un marcado signo bonapartista represivo. El bonapartismo sui géneris del primer peronismo, que ofrecía una tibia resistencia al imperialismo, dio paso en 1973 a un intento de arbitrar entre las clases con la política del Pacto Social diseñada por su ministro de Economía José Ber Gelbard. Pero el éxito del pacto dependía, en gran medida, de poner fin a la actividad insurgente de la clase obrera. Perón debía lidiar con el proceso iniciado en el Cordobazo y se proponía negociar la posición de la raquítica burguesía nacional frente al imperialismo, derrotando, como moneda de cambio, a la vanguardia de los trabajadores y la juventud. Se basaba en el apoyo masivo de la clase obrera, en una mayoría parlamentaria, en el alineamiento del peronismo con su figura, incluida su ala izquierda, pero fundamentalmente, en la decisión de la burocracia sindical de imponer el orden fabril con el matonaje y en el accionar de las bandas de ultraderecha.

El Grupo de los 8 silenciaba que el Navarrazo y la seguidilla destituyente contra los gobernadores afines a la Tendencia eran promovidos por el propio Perón, que violaba la legalidad democrática para ajustar cuentas con la vanguardia obrera y la oposición interna del peronismo. El mismo Perón, al que el Grupo de los 8 le pedía que ponga fin a la violencia política, había echado por televisión a los diputados de la Tendencia que se oponían a la votación de un nuevo Código Penal más represivo. A ese gobierno la declaración le solicitaba que se sumara a la defensa de la “institucionalidad democrática”.

Ante el debate interno generado por la adhesión a la solicitada y la participación junto al grupo de los 8 en las reuniones con Perón [4], la dirección del PST explicó que Juan Carlos Coral, figura pública del partido, fue al encuentro a hacer “Cinco planteos socialistas al gobierno de Perón”. Estos eran: “1) Parar la mano a la escalada represiva, 2) Parar la mano a la burocracia sindical, 3) Parar la mano a la ley de prescindibilidad, 4) Parar la mano a la explotación y la burla salarial, 5) Parar la mano al imperialismo” [5]. Estos puntos entran en la lógica de exigir a Perón el fin de la escalada represiva que él encabezaba. Pero además la solicitada, que se anclaba en la defensa de la institucionalidad burguesa, poco tenía que ver con los planteos declarados. En un documento posterior, Nahuel Moreno explicará que:

El significado profundo de “los 9” y de sus entrevistas es el de un acuerdo contra los grupos fascistizantes, contra todo intento de golpe de Estado (…) es un acuerdo con partidos burgueses que están en contra que se rompa el estatus quo; están tan en contra de una situación prerrevolucionaria como de una contrarrevolucionaria [6].

Para el PST el Grupo de los 8 o 9 (si se agrega al mismo PST) expresa la existencia de grietas en las alturas que hay que aprovechar para impulsar la unidad de las “fuerzas democráticas”. En su periódico sostenían que “(los acuerdos) giran esencialmente alrededor de dos puntos: defensa de las libertades democráticas (…) amenazadas por los grupos fascistas, y repudio a estos grupos terroristas de derecha” [7]. El PST justificó el acuerdo con la UCR y el PC como un rodeo para que surgieran brigadas de autodefensa. En sus palabras, se trataba de:

…presionar a todos los partidos que repudiaban a todos los grupos de derecha para realizar un acto conjunto. (…) Si logramos imponer la realización, no de uno, sino de una seguidilla de actos (…) nos acercaremos automáticamente a la lucha común en las calles. Cada acto plantea, (…) la necesidad de defenderlo. Esta defensa, inevitablemente, debe surgir de un acuerdo entre los distintos partidos que participen. Si esos acuerdos, por la propia dinámica de los actos, tienden a repetirse con frecuencia, la formación de brigadas antifascistas, comenzará a imponerse como necesidad ineludible de la actividad que planteamos. Ese es el nudo de nuestra estrategia actual frente al peligro fascista y el eje permanente de nuestra política dentro de los 9 [8].

La unidad de acción al decir de León Trotsky es válida “hasta con el diablo y su abuela” [9] y responde al objetivo práctico de desarrollar la movilización, y en el caso de la lucha contra el fascismo, de organizar la autodefensa. El grupo de los 8 no tenía por objeto combatir al fascismo en las calles sino pedirle a un gobierno bonapartista que le ponga freno. No buscaba desarrollar actos y movilizaciones sino fortalecer las instituciones democráticas que eran impotentes para frenar la ofensiva de las bandas fascistas. La lucha contra el gobierno no era el objetivo de la UCR y el PC. El PC había votado la fórmula Perón-Perón y el ministro de Economía José Ber Gelbard era un afiliado secreto del PC. Por su parte la UCR promovía una política afín a la “unidad nacional” impulsada por Perón. En todo caso denunciaba los “excesos” de la Triple A, que no es lo mismo que denunciar al gobierno de la Triple A.

¿Qué hacer ante el Navarrazo?

En febrero de 1974 el Navarrazo buscó sentar las bases de una política que incluía las armas de la guerra civil para dar una dura derrota a la vanguardia en Córdoba y a nivel nacional. Gran parte de la izquierda lo consideró un “anti-Cordobazo”. Una importante cantidad de sindicatos y comisiones internas habían sido sustraídas al control de la burocracia peronista y buena parte de la clase obrera cordobesa, desde Luz y Fuerza, el SMATA, el sindicato de Perkins, el de Prensa, el gremio docente y la UTA, estaban dirigidos o contaban con peso de las corrientes de izquierda, el reformismo de Tosco, el PCR, el peronismo combativo y Montoneros, el PRT-ERP y en menor medida el trotskismo.

La declaración del Grupo de los 8 desnuda la debilidad política del PST que se ubica en el terreno de la defensa de la continuidad constitucional y no en el de la preparación del combate de las organizaciones obreras. Para el trotskismo, la defensa de las libertades democráticas tiene como fin defender a las organizaciones del proletariado, entendidas éstas como las instituciones de la democracia obrera en los marcos de la sociedad burguesa. La lucha contra el fascismo y por la defensa de las libertades amenazadas busca organizar alrededor de las demandas democráticas la lucha de clases, a fin de orientarla contra el capital y su Estado. Explicando su política de “Frente democrático” el PST sostendrá:

¿Frente único obrero con los sindicatos peronistas, únicas organizaciones de masas que existen? Pero ocurre que todo un ‘sector del fascismo’ se nutre de los sindicatos peronistas que a su vez apoyan al gobierno igual que los obreros. Entonces, ¿frente único con los sindicatos peronistas contra los sindicatos peronistas? [10].

El argumento tiene un punto de razón ya que era correcto señalar que la burocracia sindical peronista integraba las bandas fascistas y por lo tanto era impensable un frente único obrero nacional que incluyera a los grandes sindicatos de masas. Sin embargo esta realidad no inhibe la política marxista clásica ante el fascismo. Existía una extendida red de organizaciones obreras locales y a nivel de fábricas, además de las corrientes de izquierda amenazadas por la ultraderecha. Estas fuerzas tenían capacidad de coordinar sus acciones y plantearse el frente único de la amplia vanguardia obrera y la izquierda para promover la movilización en defensa de las libertades democráticas y la autodefensa de la clase trabajadora. Si esto no sucedió se debió a un problema de dirección.

En Córdoba la acumulación de fuerzas de la vanguardia y la izquierda pesaba decisivamente en los sindicatos de masas. La política clásica del frente único y la autodefensa obrera de la provincia era realista y tenía múltiples filos. Por un lado permitía oponer a las fuerzas fascistas de la policía, de las bandas de ultraderecha de los sindicatos y del peronismo, una fuerza social poderosa, que había protagonizado grandes combates de clase. La condición para hacerlo era la de enfrentar decididamente al gobierno de Perón, una política que ni Obregón Cano, ni Atilio López, ni Agustín Tosco, ni René Salamanca, ni los Montoneros estaban dispuestos a asumir.

La agitación del frente único en la vanguardia obrera y la izquierda brindaba la posibilidad de oponer al guerrillerismo, cuya línea era formar un aparato militar separado de las masas, una fuerza armada basada en las organizaciones obreras, revalorizando los piquetes como la base de la milicia proletaria [11]. La formación de un frente único de los sindicatos dirigidos por la izquierda y los sectores combativos, la creación de organizaciones comunes de combate, era una alternativa para desarrollar sobre otra base la lucha de clases y un rodeo para convencer a los obreros peronistas de defender activamente sus organizaciones enfrentando al gobierno. El PST denunciaba correctamente el papel desmovilizador del guerrillerismo y las direcciones reformistas pero a su vez se adaptaba al abstencionismo. El argumento de que estas direcciones no querían organizar el frente único obrero antifascista no invalida la crítica al PST por abandonar la agitación de una política para crear organizaciones de combate de la clase obrera. La exigencia pública a las direcciones reformistas permitía no solo desenmascarar su papel sino avanzar en construir fracciones revolucionarias en los sindicatos más combativos del país para concretar, allí donde estuvieran dadas las condiciones, la organización de la autodefensa.

El Plenario convocado por los metalúrgicos de Villa Constitución en abril de 1974, luego del primer Villazo, planteó la posibilidad de coordinar las organizaciones obreras combativas a nivel nacional contra el Pacto Social y las bandas fascistas. En esta ocasión el PST acertó en exigir a las direcciones convocantes (Tosco, Ongaro, Salamanca) la formación de una coordinadora nacional para unir a la vanguardia obrera. El Encuentro fue boicoteado por Montoneros, que se negaba a enfrentar a Perón. El PC, que influenciaba fuertemente (junto al PRT) a Agustín Tosco, boicoteó la posibilidad de que surgiera una coordinadora para no cerrar las puertas al peronismo de izquierda. Las direcciones convocantes cedieron a la presión de no enfrentar al peronismo y desperdiciaron la posibilidad de que surgiera no sólo una alternativa de dirección a la burocracia sindical sino también de poner en pie organizaciones de combate comunes, política que hubiera permitido golpear a las fuerzas de choque del gobierno de Perón así como desenmascararlo.

El Plenario de Villa Constitución no sucede en cualquier momento del período revolucionario de los 70. El triunfo de los metalúrgicos constituía un abierto desafío al Pacto Social. A semanas del Navarrazo, podía haber sido un punto de inflexión al retroceso de la vanguardia cordobesa, a condición de que todos los actores se hubiesen decidido a golpear juntos contra el Pacto Social y las bandas fascistas. La expulsión de los Montoneros y la defensa de la burocracia sindical que hizo Perón el 1° de Mayo de 1974, a diez días del Plenario, muestra la tragedia de la política de la izquierda reformista.

La política del PST confundía la unidad de acción contra el fascismo con el frente democrático con el reformismo y la oposición burguesa que se proponía rescatar a instituciones impotentes. Fue una renuncia al método de la lucha de clases para luchar contra las bandas fascistas.


[1] Extractos del discurso de Nahuel Moreno:” (…) No queremos la unidad de acción para acompañar nuestro cortejo. ¡La queremos para aplastar al fascismo y para hacer el desfile de la victoria! Nosotros consideramos indispensable esa unidad de acción frente a los enemigos fascistas. (…) empecemos a constituir las brigadas o piquetes antifascistas, obreros y populares, que serán la herramienta con la cual abatamos definitivamente a las bandas fascistas en nuestro país”. Avanzada Socialista 106, 4/6/1974.

[2] El grupo de los 8 estaba constituido por la UCR, el PC, el PI, el PRC, el PDP, el PSP, UDELPA y UDELPA Liberación Nacional.

[3] Solicitada del Grupo de los 8 aparecida en diarios de la Ciudad de Buenos Aires.

[4] Además de la discusión interna el PST recibió críticas de la tendencia mayoritaria del Secretariado Unificado de la IV Internacional, del cual era parte, y del grupo Política Obrera.

[5] Avanzada Socialista 99.

[6] “¿Es ya contrarrevolucionario el gobierno?”, Documentos y análisis del Partido Socialista de los Trabajadores de noviembre de 1974 a fines de 1975. El peronismo en su crisis definitiva. Noviembre, 1974.

[7] Avanzada Socialista 104.

[8] “¿Es ya contrarrevolucionario el gobierno?”, Ídem.

[9] León Trotsky, “El frente Único defensivo. Carta a un obrero socialdemócrata”, CEIP León Trotsky.

[10] “¿Es ya contrarrevolucionario el gobierno?”, Ídem.

[11] “Los piquetes de huelga constituyen las células fundamentales del ejército proletario. (…) Por eso, para cada huelga o manifestación callejera, hay que propagar la necesidad de crear grupos obreros de autodefensa”. León Trotsky, El Programa de Transición y la fundación de la IV Internacional (comp.), Buenos Aires, Ediciones IPS, 2008.


http://www.laizquierdadiario.com/Las-concepciones-guevaristas

El 8 de octubre de 1967, en la Quebrada del Yuro, Ernesto Che Guevara, cae herido y es capturado por los soldados del ejército boliviano. Trasladado hasta el poblado de La Higuera, alojado en una escuela, es ejecutado el 9 de octubre por orden directa del presidente de Bolivia general René Barrientos, quien obedecía a los mandatos directos del embajador norteamericano Henderson.

La revolución cubana, las concepciones del Che Guevara y su propio ejemplo combatiente, fueron una fuente de inspiración para la generación militante de los ’60 y ’70. Su fuerza radicaba en que la vía cubana de lucha guerrillera, pregonada por el Che, significaba una ruptura radical con el reformismo de la izquierda tradicionaL representada por el stalinismo y la socialdemocracia. Guevara supo identificar contra las políticas de conciliación de clases de este reformismo, a la burguesía nacional, como agente del imperialismo a enfrentar, con su famosa afirmación de “revolución socialista o caricatura de revolución”. Su llamado a hacer «Dos, tres, muchos Vietnam» se convirtió en grito de guerra contra el imperialismo pero también contra la política de coexistencia pacífica del Kremlin.

Pero la trágica suerte de la guerrilla del Che en Bolivia demostró que la estrategia de la guerra de guerrillas erraba de plano en las tareas y métodos planteados en la revolución latinoamericana y mundial. En la misma Bolivia que vio caer al Che, va a ser el proletariado minero, a quien el Che no dio ningún valor en su estrategia guerrillera, el que se va a armar por sus propios medios en 1969 para dar lugar al “bienio revolucionario” que los tendrá como protagonistas creando instituciones de poder como el Comando Político de la Clase Obrera y del Pueblo en octubre de 1970 y luego la mítica Asamblea Popular que sesionará por primera vez en junio de 1971.

Sustitucionismo guerrillerista o autoorganización obrera y campesina

La concepción del Che, radical en cuanto a la ruptura con la burguesía y en replantear el problema de la violencia para la toma del poder, es, sin embargo, completamente equivocada en cómo luchar contra la burguesía. El eje de su estrategia es construir ejércitos guerrilleros, de base rural y campesina, que lleven a cabo la “guerra revolucionaria”.

El Che se basa en una conclusión unilateral del proceso cubano para definir su estrategia política: “Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución Cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas:

1. Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército.

2. No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.

3. En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.”

(La guerra de guerrillas)

Para el Che, la iniciativa revolucionaria se reduce a la creación de un foco guerrillero que impulse la lucha armada contra el ejército burgués. Plantea que “núcleos relativamente pequeños de personas eligen lugares favorables para la guerra de guerrillas” (Guerra de guerrillas: un método). Su simple existencia, crea condiciones revolucionarias. El marxismo desentrañó, estudiando las revoluciones sociales del siglo XIX y XX, que las condiciones revolucionarias en momentos de crisis aguda de la sociedad burguesa, y que las grietas generadas en la misma, permiten la movilización revolucionaria de los explotados. Una fuerza fundamental con la que la burguesía domina a la clase obrera y el pueblo pobre, y le impide llegar a la conciencia de que para imponer su voluntad tiene que enfrentar armas en mano mediante la insurrección al Estado burgués, son las direcciones burocráticas de las masas. Éstas actúan como un factor retardatario predicando la conciliación con el capital; esas direcciones son la principal fuerza a superar para que la conciencia de las masas esté a tono con las condiciones revolucionarias producto de la crisis de la sociedad. En este sentido las tareas de preparación, el impulso de la autoorganización, la participación en las luchas cotidianas de las masas, la lucha política contra el reformismo, moldear la conciencia obrera, la selección de activistas y dirigentes en los combates cotidianos de los trabajadores y el pueblo, son ajenas al pensamiento guevarista.

Campo versus ciudad. Clase obrera y campesinado

La concepción del Che sitúa la lucha armada en el campo y establece que el sujeto de la misma es el campesino: “en las condiciones actuales de América (…) los lugares que ofrecían condiciones ideales para la lucha eran campestres y por lo tanto la base de las reivindicaciones sociales que levantará el guerrillero será el cambio de la estructura de la propiedad agraria” (La guerra de guerrillas). El Che es claro en este punto: “el guerrillero es, fundamentalmente y antes que nada, un revolucionario agrario” (Qué es un guerrillero). Correctamente, el Che señala que una de las tareas que impulsaran el desarrollo de la lucha revolucionaria en las semicolonias es la lucha por la tierra. Sin embargo, sobrevalora al campesinado e ignora que es estructuralmente débil y dependiente de la burguesía. La experiencia histórica en América Latina demostró que en su lucha contra el capital, el campesinado sólo logra independencia de la burguesía en alianza con el proletariado urbano y rural. Cuba es un ejemplo, la revolución agraria sólo fue posible mediante la expropiación de la burguesía, es decir, llevando adelante el programa político de la clase obrera socialista. Cuestión que no era el programa original del M26 cuyo lema era: “Vergüenza contra dinero” y no el enfrentamiento abierto al capital.

El dogma guevarista comete así dos errores:

1- Sitúa sus expectativas en despertar a una clase, el campesinado, que por su condición estructural no puede orientar sus luchas de forma independiente de la burguesía, si no es dirigido por la clase obrera.

2- Abandona la lucha por la independencia política obrera, condición para que los trabajadores puedan encabezar la alianza obrera y campesina. Es una consecuencia de desertar de las ciudades como terreno de combate donde residen la industria y los servicios, amén del poder político, reforzando así el poder burgués en las metrópolis.

Gradualismo y burocrátismo

La concepción guerrillera del Che es también gradualista, ya que los tiempos de la lucha de clases y de la guerra revolucionaria, que se desarrolla en las condiciones que crea el foco, son distintos. Mientras la lucha de clases dicta sus tiempos y sintetiza fases al calor de la evolución política de la clase obrera y las masas que se auto-determinan, el guerrillerismo tiene tiempos prolongados que se imponen, muchas veces sobre las necesidades reales del movimiento de masas, que a su vez es quien sufre las consecuencias de la represión que el Estado desata como represalia por las acciones guerrilleras. La concepción guerrillerista es por ende burocrática, ya que la constitución de un ejército exige, además, la más férrea disciplina y el mando de los comandantes, y la subordinación de las masas al tiempo del ejercito guerrillero. Es además burocrática en cuanto a la organización de los revolucionarios ya que para el Che “La organización militar se hace sobre la base de un jefe (…) que nombre a su vez los diferentes comandantes de regiones o de zonas, con potestad éstos para gobernar su territorio de acción”. Sobre esta base, Guevara concibe la disciplina que “debe ser (…) una de las bases de acción de la fuerza guerrillera (…) Cuando esta disciplina se rompe hay que castigar siempre al que lo hizo (…), castigarlo drásticamente y aplicar el castigo donde duela”.

Esa concepción es opuesta a la idea leninista del centralismo democrático que concibe la disciplina como la necesaria unidad en la acción de los revolucionarios producto del debate democrático entre los militantes. La democracia interna de un partido revolucionario está íntimamente ligada a la lucha contra las direcciones traidoras y conciliadoras y a impulsar la creación de organizaciones democráticas de obreros y campesinos. Sobre esa base se puede adquirir una disciplina común en el combate y concebir el nuevo estado como una creación de las masas autodeterminadas, y al partido revolucionario como dirección de ese proceso vivo.

Guevarismo, stalinismo y trotskismo

El pensamiento de Guevara es en cierto sentido un producto del dominio del stalinismo en el movimiento obrero en la segunda mitad del siglo XX y como tal se colocaba en la línea de continuidad de la senda que marcaba la Revolución China e Indochina en la segunda posguerra. Estas revoluciones de base campesina llevaron al poder a partidos-ejércitos y dieron lugar a Estados Obreros, deformados donde el poder quedo en manos de una burocracia desde su origen. El Che tomó como propia la idea de la guerra popular prolongada y concebía la construcción del Estado obrero burocráticamente: de arriba hacia abajo, con un partido único, dándole un valor nulo a la democracia política para las masas.

Guevara se oponía a la coexistencia pacífica que sostenía la URSS, denunciaba las relaciones económicas desiguales que establecían los soviéticos y bregaba por un programa de industrialización para salir del monocultivo en oposición al Kremlin, pero por su propia concepción burocrática fue incapaz de oponerse hasta el final al stalinismo.

Ante el fracaso del mal llamado “socialismo real” la recuperación de la idea de la autodeterminación de las masas que siempre defendió el trotskismo, y la superación de las concepciones sustituistas y burocráticas, son indispensables para encarar la lucha de las nuevas generaciones por la revolución y el socialismo. En este sentido, el balance crítico del Che Guevara no empaña nuestro respeto por el revolucionario que dio la vida por lo que consideraba correcto, sino que lo revaloriza para extraer lecciones militantes y aprender de las derrotas.

Del Caño: “Defendemos las conquistas de la revolución cubana, pero no a su régimen político”


Durante el debate presidencial el candidato por el Frente de Izquierda Nicolás del Caño mencionó los avances de Cuba en materia de educación.

Facundo Aguirre

Foto: Rodrigo Wilson – Enfoque Rojo

En el Debate Presidencial, cuando se trataba el tema Infancia y educación, Nicolás del Caño tomó el ejemplo cubano y planteó que “defendemos las conquistas de la revolución cubana pero no a su régimen político”.

Para los miles que simpatizan con la revolución de 1959 esta definición puede resultar polémica porque diferencia el proceso de expropiación de la burguesía y las conquistas que conlleva, de la dirección política del proceso cubano.

Los trotskistas defendemos las conquistas de la revolución socialista cubana y desde sus comienzos militamos con nuestras fuerzas por poner fin el bloqueo a Cuba, defenderla de toda de agresión y por la expulsión de la base imperialista de Guantánamo, que amenaza en su propio territorio a la revolución.

Defendemos las conquistas de la revolución cubana porque mediante la expropiación de la burguesía y los terratenientes, y la ruptura con el imperialismo, Cuba puso en pie un Estado Obrero y logro su independencia nacional, terminó con el hambre, la mortalidad infantil y el analfabetismo. Dio techo, comida, trabajo, educación y salud al conjunto del pueblo obrero y campesino. Y estas conquistas son las que nosotros defendemos.

Sin embargo, este Estado Obrero nació deformado porque no significó el poder de las organizaciones auto-determinadas de obreros y campesinos, sino que permitió la formación de una burocracia dirigente que, con el tiempo, ahogó la libertad de acción de las tendencias revolucionarias y la libre iniciativa de las masas, instaurando la dictadura burocrática de un partido único.

Para entender esta anomalía entre el proceso revolucionario y la dirección hay que comprender las condiciones particulares del proceso cubano.

La dirección de la revolución de 1959, el Movimiento 26 de Julio, al cual pertenecían los guerrilleros de la Sierra Maestra encabezados por Fidel Castro y el Che Guevara, no tenía por objetivo el socialismo, sino derrocar a Fulgencio Batista e instaurar un régimen progresista de democracia burguesa.

La destrucción del ejercito de Batista dejo en ruinas al Estado burgués cubano y a la merced de las milicias del Ejercito Rebelde y del armamento general de obreros y campesinos. Esa circunstancia excepcional y las provocaciones del imperialismo yanqui ante las primeras medidas progresistas del nuevo gobierno cubano, llevaron a radicalizar el proceso revolucionario y a la dirección del M26 a romper con su etapa inicial de colaboración con la burguesía antibatistiana (es expulsado el presidente interino Manuel Urrutia en julio de 1959) y a expropiar a las empresas imperialistas. Luego de la derrota del intento de invasión en Bahia Cochinos, Fidel Castro declaró el 16 de abril de 1961, que en Cuba se estaba realizando una revolución socialista.

El proceso cubano fue, como honestamente señalaba el Che Guevara, una “revolución de contragolpe” y de ninguna manera una estrategia de la dirección del M26. Fidel Castro, pese a la oposición parcial de Guevara, se recostó cada más sobre la alianza con la Unión Soviética que impuso encorsetar la revolución dentro de las costas cubanas y avanzó en un proceso de stalinización que, como reconocen prestigiosos intelectuales cubanos que pertenecieron a las filas del PCC como Leonardo Padura, ahogó la vida política e intelectual cubana.

Con los años se consolidó una burocracia que es hoy el sector privilegiado de la sociedad cubana que encabeza el proceso de restauración del capitalismo, desmontando las conquistas de la revolución de 1959.

Por eso los trotskistas consideramos que para defender las conquistas de la revolución es necesario delimitarse de su régimen político y luchar por imponer el poder y la democracia de los consejos de obreros campesinos y soldados.

De Alfonsín a Stolbizer


El fundador del socialismo argentino, Juan B. Justo, supo plantear a finales del siglo XX, como hipótesis que el desarrollo del movimiento obrero solo podía ser concebido mediante una continua línea de reformas sociales y democráticas que dieran ciudadanía a los trabajadores en la sociedad burguesa.

Para ello llamaba a organizar a la clase obrera en sindicatos y cooperativas que serían la carnadura del proyecto socialista, mientras se erguía como defensor del librecambismo en la economía. No se diferenciaba en ello del socialismo reformista que se imponía en Europa en oposición al marxismo revolucionario y que en 1914 votaría los créditos de guerra haciendo de la Segunda Internacional, un instrumento político del patrioterismo imperialista.

No es el objetivo de este articulo rastrear la suerte del socialismo reformista argentino, pero es necesario recordar que el mismo se transformo con el surgimiento del peronismo en un paraguas progresista de la UCR, el frente gorila antiperonista y de los gobiernos dictatoriales que se sucedieron desde 1955 en adelante – incluído el genocidio – bajo la dirección de (Norte) Américo Gioldhi (similar devenir tuvo el Partido Comunista Argentino, donde militaba Orestes Gioldhi, hermano del dirigente socialista). Y que ya desde entonces abandono todo intento de ser un reformismo obrero para transformarse en una fuerza anclada en el pequeño-burguesía.

Con la caída de la dictadura genocida y la restauración democrática de 1983, todo un sector de la intelectualidad que se paso de la apología de la guerrilla a la construcción de la teoría de los dos demonios y la profesión de fe democrática, surge la idea de superar definitivamente al peronismo con una UCR social democratizada que es lo que expresaba el alfonsinismo y su idea del tercer movimiento histórico.

“Con la democracia se come, se educa y se cura”, eran las módicas banderas que ofrecía el viejo partido gorila en su faceta progresista. Su impacto fue tal que influyo incluso dentro del peronismo que con la Renovación cafierista intento su propia social democratización y destaco un progresismo de origen peronista que va a ser protagonista del Frepaso en los ’90. El alfonsinismo hizo agua capitulando frente a los carapintadas y los grupos económicos.

En la década menemista el progresismo argentino expreso una oposición al llamado menemato que actuaba como agente directo del imperialismo en nuestro país, desde las banderas de la transparencia y honestidad administrativa, sin cuestionar la entrega nacional, la destrucción de los derechos laborales o la convertibilidad.

El progresismo argentino, encarnado en el Frepaso, paso a autotitularse centroizquierda y tuvo su hora de gloria luego de la capitulación del alfonsinismo con el Pacto de Olivos. Sin embargo esta centroizquierda progre nutrida de ex dirigentes peronistas y stalinistas reciclados, expreso entonces una oposición servil a los intereses del gran capital y el imperialismo.

Su suerte fue sellada porque que termino coronando a un radical conservador y neoliberal como Fernando De la Rúa, quien pagaba sobornos para lograr la flexibilización laboral y huyo en helicóptero de una rebelión popular provocada por el hambre del pueblo pobre y el saqueo de los ahorros de las clases medias, el 20 de diciembre del 2001.

Muchos de los dirigentes del viejo FrePaSo militan ahora en las filas del kirchnerismo quien atrajo a su seno a una gran parte de las fuerzas desperdigadas del centroizquierda. Hoy el centroizquierdismo kirchnerista fogonea a un menemista como Scioli como continuidad del «proyecto». El centroizquierdismo de origen radical-socialista, con Elisa Carrió a la cabeza, siguió un curso de fracasos y acuerdos oportunistas que los condujo al curso actual donde se encuentran como fogoneros ideológicos del republicanismo de la nueva derecha argentina.

Margarita Stolbizer y su frente con Libres del Sur y el PS no es la excepción. Acompaño todos y cada uno de los zigzagueos del centro izquierdismo opositor al kirchnerismo y solo se alzó contra la derechización cuando vieron que los acuerdos con el PRO amenazaba con borrarlos para siempre del mapa político. Aún así no se salvaron. Stolbizer apenas estuvo por encima del FIT quien viene en ascenso como fuerza política y el Frente de Víctor De Gennaro y Patria Grande, que se proponían bloquear el crecimiento de la izquierda clasista, quedaron fuera de juego.

Stolbizer centro su campaña en la consigna “Igualdad y transparencia”, buscando recuperar parte del voto radical anti-PRO. Pero dicha campaña en poco se diferencia de los discursos ideológicos de Carrió y su republicanismo de la nueva derecha. Se alío con el PRO en varios distritos, su máximo punto de apoyo fue el socialismo de Santa Fe salpicado por sus estrechas relaciones con el narcotráfico y la policía de gatillo fácil, acepto el apoyo electoral de Martín Lousteau un hombre que es parte del frente Cambiemos, llamo a acordar con los fondos buitres y fue ajena a todo movimiento de protesta social de la clase obrera y el pueblo pobre. Su objetivo era llegar a una franja del radicalismo que como bien dice el periodista Pablo Stefanoni, es más mítico que real en la cultura política de las clases medias argentinas.

El centroizquierdismo argentino sello su suerte con una combinación de cobardía política y capitulaciones frente a la derecha. La incapacidad histórica del pensamiento progresista argentino se basa en esperar transformar a los viejos partidos de la burguesía argentina. De esta manera siempre termino al servicio de políticas reaccionarias.

Apunte sobre Rodolfo Walsh y su balance de Montoneros


Revisando cosas por un pedido de información de la camarada Claudia Ferri que va a publicar un articulo sobre el aniversario de la desaparición de Rodolfo Walsh, me encontré con este viejo articulo escrito por mí sobre el periodista y militante autor de Operación Masacre, con la intención de ir más allá de la justa reivindicación de una figura combatiente y contra la corriente de la construcción de un mito.  Se trataba de discutir con el balance kirchnerista y de cierto sector del peronismo que toma el balance de Walsh de Montoneros para justificar la subordinación lisa y llana al liderazgo bonapartista y la reivindicación del peronismo como instrumento de una política «popular».

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Rodolfo Walsh presento poco antes de caer asesinado en manos de un grupo de tareas de la marina, un documento al interior de Montoneros, donde se cuestiona el creciente militarismo de la organización y sus caracterizaciones con respecto al peronismo. No es nuestra intención poner en duda la nobleza, el brillo y la valentía de la figura de Rodolfo Walsh. Sino intentar comprender los límites del pensamiento de la izquierda peronista frente a ese gran ascenso revolucionario de la clase obrera argentina que tuvo su pico en las jornadas de junio y julio de 1975, y que es la razón ultima, junto a la extraordinaria crisis capitalista, del golpe militar de 1976.

Rodolfo Walsh va a criticar a la dirección montonera por su incomprensión del peronismo. “El punto principal de la autocrítica es, como dice el informe, «la insuficiencia de nuestra política de poder para las masas» y efectivamente ella se refleja, ante todo, en nuestra actitud frente al peronismo. Mi opinión (…) es que se ha hecho un pronunciamiento prematuro sobre el agotamiento del peronismo y que de ese pronunciamiento derivaron decisiones de importancia capital que hoy están sometidas a prueba”. Recordemos que las decisiones de importancia capital que Walsh le achaca a la dirección montonera consisten en la ruptura de la orga con el PJ y el intento de reemplazarlo por dos instrumentos alternativos, el Partido Autentico y el Partido Montonero. El primero expresaba la política de superficie y legal de la orga de disputar con figuras caídas del peronismo, como los camporistas, su espacio de representación política y formular una estrategia frentista de conciliación con la burguesía. El segundo era concebido como el instrumento político-militar de la vanguardia revolucionaria.

Sin embargo, esta lectura de Walsh pasa por alto que los esfuerzos de Montoneros -sobre todo entre 1972 y junio de 1974- estuvieron centrados en evitar el enfrentamiento y la ruptura con Perón y en particular con su política de Pacto Social.

La tesis del agotamiento del peronismo por parte de montoneros es “tardía” e incompleta. Tardía, en el sentido de que su política anterior había colaborado para desviar la corriente de protesta revolucionaria de la clase obrera y la juventud después del cordobazo. Incompleta porque no se trato de una ruptura con el nudo estratégico de la política de Perón, sino que se intento reemplazar la política de colaboración de clases de Perón y el peronismo oficial, por una interpretación más izquierdista de la misma estrategia. La función del peronismo autentico y del partido montonero fue buscar sellar la alianza entre la clase obrera y la burguesía nacional que es la doctrina oficial del movimiento. En este sentido, como diría el general, nunca sacaron los pies del plato. Rodolfo Walsh al considerar prematuras las tesis del agotamiento del peronismo se sitúa en el campo de la defensa del peronismo como fuerza política de la conciliación de clases, entre la clase obrera y la burguesía nacional, a preservar.

Para Walsh “El punto crítico a partir del cual se decretó el agotamiento del peronismo fueron las movilizaciones obreras de junio- julio del 75 contra el «Rodrigazo». Allí pareció efectivamente que la clase obrera, al combatir contra un gobierno peronista, firmaba el acta de defunción del movimiento peronista”. En este punto se sintetiza el drama de la estrategia montonera y de la crítica de RW. Para el periodista y militante montonero “Este análisis omitía dos cosas: una, que sectores de vanguardia de la clase obrera estaban dispuestos a rebozar (sic) el peronismo siempre y cuando se diera una dirección de avance contra un gobierno vacilante como el de Isabel Martínez, pero que dentro de esa misma dinámica la clase trabajadora en conjunto, incluyendo las vanguardias, iba a retroceder hacia el peronismo cuando la marea se invirtiese por la presencia militar; otra, el peso efectivo que en tales movilizaciones tuvo la burocracia sindical peronista”. Precisamente en junio y julio de 1975 la clase obrera comienza un proceso de enfrentamiento contra el peronismo y contra la burguesía nacional en un movimiento generalizado de subversión fabril, planteando la perspectiva de su superación. Para eso el movimiento obrero tenia que avanzar en dirección opuesta a la del peronismo, ajustar cuentas con el gobierno de Isabel. Pero la burocracia sindical miguelista, en el plano de las direcciones oficiales de la clase trabajadora y la de los mismos montoneros, como fuerza hegemónica de la vanguardia obrera atentó contra ello en un mismo punto. Una política de subordinación a la burguesía, Miguel sosteniendo al débil gobierno isabeliano ya sin Lopecito, la orga sosteniendo una salida electoral para recomponer el “frente nacional” que ya había fracasado. La política de Perón de evitar el baño de sangre, fue reemplazada por el baño de sangre de las Tres A. La política de intentar subordinar a los trabajadores a mejorar las posibilidades del país burgués mediante el pacto social hizo agua por dos vías, la de la resistencia obrera y la del propio boicot patronal. Choco contra la realidad de la emergencia de una crisis capitalista catastrófica, dando lugar a un plan de ajuste liberal como el de Celestino Rodrigo.  Junio y julio de 1975 no fueron el fin del ciclo histórico del peronismo, pero expreso su agotamiento como fuerza de contención de las masas. De ahí la necesidad del golpe militar. La tragedia de junio y julio de 1975 es la de la dirección política de las masas y la vanguardia.

Rodolfo Walsh no comprende el carácter catastrófico de la crisis capitalista y el fracaso de cualquier política de conciliación de clases, como la del peronismo, que intente mantener vivo al capitalismo para enfrentarla. Por eso para Walsh la crisis fue una crisis más, otra crisis del montón. “Otra línea de análisis que concurrió para decretar el agotamiento del peronismo es la que, también a priori, ha resuelto que en la Argentina asistimos a la «crisis definitiva del capitalismo». Afirmaciones desmesuradas de este tipo proceden, a mi juicio, de una falta de formación histórica. El capitalismo en decenas de países ha sobrevivido a crisis más graves que la actual crisis argentina. (…) Naturalmente si nosotros pensamos que la crisis del capitalismo es definitiva, no nos queda otra propuesta política que no sea el socialismo más o menos inmediato, acolchado en un período de transición, y esa propuesta contribuye a relegar el peronismo al museo”. La crisis de la economía capitalista mundial del año ’75 fue el gran acicate de la contrarrevolución en el marco del duro golpe recibido por el imperialismo norteamericano en Vietnam. Para la burguesía argentina la salida a su crisis se planteo en términos de todo o nada. En estas cirscuntancias la clase obrera tenia que oponer una salida anticapitalista y revolucionaria que lograra articular la alianza popular para disputarle el poder a la burguesía. Tiene razón Walsh en el error, pues es precisamente en la determinación de una política socialista por parte de la dirección de las masas donde se plantea la posibilidad de una salida a la crisis capitalista. Y efectivamente, como reconoce RW, eso es enviar al peronismo al museo de la historia.

Por otra parte fue en la iniciativa de la propia clase obrera, que empujo y fue empujada por el entusiasmo militante de miles de activistas y militantes de todas las organizaciones de izquierda –y sobre todo de la JTP-, la que planteo un medio para la ruptura con el peronismo, la propia sociedad burguesa y la conquista de una posición política independiente: las coordinadoras ínterfabriles, verdaderos embriones presovieticos del doble poder fabril, base para plantear el frente único de las masas en lucha.

Fue la incomprensión de la dinámica subversiva de este movimiento de clase lo que marco la política de montoneros y del resto de la izquierda militante. Fue precisamente la política de montoneros la que bloqueo en todo el periodo anterior al rodrigazo las tendencias a la lucha política de la clase obrera contra el peronismo. Fue precisamente el papel de montoneros revitalizando al peronismo como “movimiento de liberación” uno de los factores que bloqueo la posibilidad del surgimiento de un partido de clase independiente que anticipara programática mente y preparara la lucha política contra el peronismo desde antes del estallido de la crisis.

El llamado de Walsh a replegarse en el peronismo no es más que un desesperado e impotente intento por quebrar la lógica militarista de una organización que carente de una política independiente de la burguesía decidió reemplazarla por el tronar de las bombas y las balas y el sacrificio de sus militantes. El llamado de Walsh expresa el fracaso de la izquierda peronista de transformar desde adentro al nacionalismo burgués y solo podía resultar en la capitulación sin pena ni gloria de los montoneros dentro del peronismo. Cosa que, paradojas de la historia, finalmente sucedió.