¡Ke gorilas!


Hay paro general y la clase trabajadora se expresa. Lo hace limitadamente en su programa porque la burocracia pone en el centro el impuesto al salario y se niega a levantar un pliego único de demandas que ponga las reivindicaciones de casi la mitad de la clase trabajadora que apenas llega a 5500 pesos, los que cobran planes, los precarizados, y muchas demandas más. Pero el paro expresa genuinamente la bronca y el rechazo de los trabajadores a una política de ahogo del salario mientras se benefician las ganancias patronales. El paro además sobrepaso los limites de la burocracia y ha sido canal de expresión de aquellos a los que dejo afuera en su programa, en gran parte gracias a la decidida acción de la izquierda y el sindicalismo combativo que salio a ganar las calles. En todo caso hay una pelea planteada por el sentido del paro. Lo cierto es que la clase trabajadora va a estar mejor si lucha que si acepta mansamente que le roben su salario y le recorten sus derechos.

Pero lo que resalta es el discurso del kirchnerismo quien acusa a los trabajadores que han logrado recomponer medianamente su salario de extorsionar a la sociedad y a los trabajadores que menos ganan por parar en contra de considerar lo que recibe como paga por su trabajo, ganancia. Mientras tanto no gravan la renta financiera, mantienen el IVA, subsidian a los capitalistas, pagan deuda externa ilegitima y fraudulenta, permiten que las empresas imperialistas saqueen nuestros recursos y se pasen por lugares poco apropiados las leyes argentinas. Visto todo eso podemos decir que los argumentos del kirchnerismo han sido extraídos del manual del buen gorila o de los tanques de ideas del neoliberalismo.

El secreto de sus ojos (Juan Forn)


John Huston creía que no tenía inconsciente y Sartre creía que los locos eran básicamente mentirosos que se dejaban cautivar por sus mentiras. Sin embargo, en 1958, Huston viajó a París a ofrecerle veinticinco mil dólares de entonces para que le escribiera un guión sobre Sigmund Freud. Huston ya había dirigido en Nueva York una obra de Sartre (A puerta cerrada) y mostrado fugaz interés en otra (El diablo y Dios) y lo consideraba el candidato ideal para escribir ese guión porque lo que quería filmar era la historia de cómo Freud se había convertido en Freud (es decir, esos siete años de fracasos sistemáticos desde que empezó con la hipnosis hasta que se internó en la interpretación de los sueños propios y ajenos). Al principio Sartre descartó el proyecto por típicamente norteamericano (Freud como detective de la psique, superando mil obstáculos hasta la triunfal develación del enigma), pero Huston lo convenció de que pocas personas encarnaban mejor la máxima sartreana “El infierno son los otros” que Freud tratando a sus primeros pacientes ante la mirada hostil de la parentela de esos pacientes, de sus colegas médicos y de toda la sociedad de su tiempo. Sartre se dejó convencer por dos motivos: primero porque tenía un problemita de impuestos (“Ya no le debo nada al fisco, pero tampoco me quedó nada de lo que me dio mi madre”, le escribió por esos días a Simone de Beauvoir) y segundo porque lo tentaba la idea de hacer un Freud que viera en los secretos de la psique las hipocresías y miserias de la burguesía vienesa.

Cada vez más fascinado con su personaje (“¡Era un neurótico hasta la médula!”), se despachó con una “sinopsis” de 95 páginas y, sin esperar la respuesta de Huston, terminó en un mes la primera versión del guión. “El mamotreto era más grueso que mi muslo. ¡Quería hacer una película de siete horas!”, cuenta Huston en su autobiografía. Así que invitó a Sartre a su castillo en Irlanda para trabajar juntos, y así empieza la comedia negra que deberían haber escrito y filmado en lugar de la vida de Freud. No más llegar, Sartre le escribe a Beauvoir: “No he salido todavía porque el pueblo más cercano está a medio día de viaje. Miro los kilómetros de praderas que nos rodean y siento horror vacui. H dice que vive aquí por la naturaleza, pero lo hace para evadir impuestos. Cada rincón del castillo rebasa de objetos incongruentes: Cristos mexicanos, lámparas japonesas, el Monet más feo que he visto en mi vida… H sale a andar a caballo, baja a la cocina a decidir el menú, vuelve disfrazado… Cualquier excusa le sirve, es imposible hacerlo trabajar”.

Huston, por su parte, escribió en su autobiografía: “Al principio admiré su habilidad para tomar notas mientras hablaba, pero después entendí que era imposible interrumpirlo. No paraba ni siquiera para tomar aire. Sus estrábicos ojos de sapo me sofocaban tanto a veces que tenía que salir de la habitación. El murmullo gangoso de su voz me seguía por los pasillos y, cuando volvía a entrar, él ni se había dado cuenta de mi ausencia”. Todo el equipo reunido por Huston entendía francés, pero las jornadas de trabajo dejaban a los participantes con los ojos vidriosos y la mente en blanco. En determinado momento Huston trató de hipnotizar a Sartre (técnica que había aprendido en el psiquiátrico donde filmó en 1946 el documental Let There Be Light, sobre el intento de curar mediante hipnotismo las secuelas de la guerra en soldados que volvían del frente). Le fue imposible: “Es impermeable, hipnóticamente hablando. O quizá sean las anfetaminas que toma todo el tiempo”. Sartre, por su parte, trató de llegar al inconsciente de Huston pidiéndole que le relatara sueños, en una épica trasnoche alcohólica. Fue inútil: “Ayer H confesó que en su inconsciente no hay nada ni siquiera viejos deseos inconfesables. No logro entenderlo. No me habla. No me mira. Huye del pensamiento, dice que le entristece”. Un día Sartre amaneció con un terrible dolor de muelas. Huston ofreció trasladarlo a la civilización. Sartre dijo que le bastaba un dentista de pueblo. Encontró uno por las suyas y volvió aliviado al castillo. Huston comentó a su equipo: “Un diente de más o de menos es cuestión intrascendente en el universo de un existencialista”.

Una gran frase del guión resume la relación entre ambos: “Percibimos entre ellos una extraña complicidad: están tratando de engañarse uno al otro”. Finalmente, Sartre volvió a París bajo promesa de enviar una nueva versión, que resultó más larga aún (está publicada, es una gloria, se llama Freud, el guión). Huston optó por encerrarse con Wolfgang Reinhardt y Charles Kaufman, sus colaboradores de confianza, y le mandó a Sartre el resultado, convenientemente reducido. Este contestó una carta más larga que todo el guión, pormenorizando sus diferencias y exigiendo que retiraran su nombre de los créditos, aunque buena parte del material siguiera siendo suyo, entre otras cosas el personaje de Cecily, una combinación del caso Dora y el de Anna O, que Sartre quería que interpretase Marilyn Monroe. La idea era brillante, porque el papel de Freud lo haría Montgomery Clift. Pero Anna Freud, que por entonces estaba en Nueva York supervisando el tratamiento de Marilyn, le prohibió aceptar (meses después, cuando murió Marilyn, Huston declaró: “No la mató Hollywood: la mataron sus psiquiatras”).

El papel de Cecily fue para la intrascendente Susannah York. Para empeorar las cosas, Montgomery Clift llegó al rodaje después de un accidente que lo había dejado con algunas limitaciones corporales y faciales. En su guión, Sartre hacía obsesivo hincapié en la mirada penetrante del creador del psicoanálisis (“El secreto está en sus ojos. Cuando sale del consultorio, su mirada debe dar miedo”). Monty le aseguró a Huston que podía hacer a Freud casi enteramente con los ojos. Huston pidió a su director de fotografía que trabajara la mayor cantidad posible de primeros planos, cosa que permitió disimular no sólo la torpeza motriz de Clift sino también los cartelitos con textos auxiliares que sembraban por todos lados, ya que los cócteles de tranquilizantes y alcohol que tomaba para paliar los dolores le impedían memorizar sus líneas.

El rodaje fue un calvario. La mitad del equipo culpaba a la York, la otra mitad decía que el propio Huston boicoteaba la película por no contar con Marilyn y por no entender el guión. En lo único en que coincidían todos era en el extraordinario efecto que tenían aquellos primeros planos de Monty, y allí depositaron sus últimas esperanzas, que se derrumbaron el día mismo del estreno en Los Angeles, cuando la chimentera Louella Parsons, antes de entrar a la sala, echó a rodar entre los concurrentes el rumor de que había pescado a Clift el día anterior entrando de incógnito en una clínica para someterse a una pequeña operación en los ojos. Al día siguiente, no hubo crítica que se privara de decir que la película quizá fuese Sartre puro, pero la mirada alucinada que Montgomery Clift le había dado a su Freud se debía en realidad a que padecía cataratas durante el rodaje.

Apunte sobre Rodolfo Walsh y su balance de Montoneros


Revisando cosas por un pedido de información de la camarada Claudia Ferri que va a publicar un articulo sobre el aniversario de la desaparición de Rodolfo Walsh, me encontré con este viejo articulo escrito por mí sobre el periodista y militante autor de Operación Masacre, con la intención de ir más allá de la justa reivindicación de una figura combatiente y contra la corriente de la construcción de un mito.  Se trataba de discutir con el balance kirchnerista y de cierto sector del peronismo que toma el balance de Walsh de Montoneros para justificar la subordinación lisa y llana al liderazgo bonapartista y la reivindicación del peronismo como instrumento de una política «popular».

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Rodolfo Walsh presento poco antes de caer asesinado en manos de un grupo de tareas de la marina, un documento al interior de Montoneros, donde se cuestiona el creciente militarismo de la organización y sus caracterizaciones con respecto al peronismo. No es nuestra intención poner en duda la nobleza, el brillo y la valentía de la figura de Rodolfo Walsh. Sino intentar comprender los límites del pensamiento de la izquierda peronista frente a ese gran ascenso revolucionario de la clase obrera argentina que tuvo su pico en las jornadas de junio y julio de 1975, y que es la razón ultima, junto a la extraordinaria crisis capitalista, del golpe militar de 1976.

Rodolfo Walsh va a criticar a la dirección montonera por su incomprensión del peronismo. “El punto principal de la autocrítica es, como dice el informe, «la insuficiencia de nuestra política de poder para las masas» y efectivamente ella se refleja, ante todo, en nuestra actitud frente al peronismo. Mi opinión (…) es que se ha hecho un pronunciamiento prematuro sobre el agotamiento del peronismo y que de ese pronunciamiento derivaron decisiones de importancia capital que hoy están sometidas a prueba”. Recordemos que las decisiones de importancia capital que Walsh le achaca a la dirección montonera consisten en la ruptura de la orga con el PJ y el intento de reemplazarlo por dos instrumentos alternativos, el Partido Autentico y el Partido Montonero. El primero expresaba la política de superficie y legal de la orga de disputar con figuras caídas del peronismo, como los camporistas, su espacio de representación política y formular una estrategia frentista de conciliación con la burguesía. El segundo era concebido como el instrumento político-militar de la vanguardia revolucionaria.

Sin embargo, esta lectura de Walsh pasa por alto que los esfuerzos de Montoneros -sobre todo entre 1972 y junio de 1974- estuvieron centrados en evitar el enfrentamiento y la ruptura con Perón y en particular con su política de Pacto Social.

La tesis del agotamiento del peronismo por parte de montoneros es “tardía” e incompleta. Tardía, en el sentido de que su política anterior había colaborado para desviar la corriente de protesta revolucionaria de la clase obrera y la juventud después del cordobazo. Incompleta porque no se trato de una ruptura con el nudo estratégico de la política de Perón, sino que se intento reemplazar la política de colaboración de clases de Perón y el peronismo oficial, por una interpretación más izquierdista de la misma estrategia. La función del peronismo autentico y del partido montonero fue buscar sellar la alianza entre la clase obrera y la burguesía nacional que es la doctrina oficial del movimiento. En este sentido, como diría el general, nunca sacaron los pies del plato. Rodolfo Walsh al considerar prematuras las tesis del agotamiento del peronismo se sitúa en el campo de la defensa del peronismo como fuerza política de la conciliación de clases, entre la clase obrera y la burguesía nacional, a preservar.

Para Walsh “El punto crítico a partir del cual se decretó el agotamiento del peronismo fueron las movilizaciones obreras de junio- julio del 75 contra el «Rodrigazo». Allí pareció efectivamente que la clase obrera, al combatir contra un gobierno peronista, firmaba el acta de defunción del movimiento peronista”. En este punto se sintetiza el drama de la estrategia montonera y de la crítica de RW. Para el periodista y militante montonero “Este análisis omitía dos cosas: una, que sectores de vanguardia de la clase obrera estaban dispuestos a rebozar (sic) el peronismo siempre y cuando se diera una dirección de avance contra un gobierno vacilante como el de Isabel Martínez, pero que dentro de esa misma dinámica la clase trabajadora en conjunto, incluyendo las vanguardias, iba a retroceder hacia el peronismo cuando la marea se invirtiese por la presencia militar; otra, el peso efectivo que en tales movilizaciones tuvo la burocracia sindical peronista”. Precisamente en junio y julio de 1975 la clase obrera comienza un proceso de enfrentamiento contra el peronismo y contra la burguesía nacional en un movimiento generalizado de subversión fabril, planteando la perspectiva de su superación. Para eso el movimiento obrero tenia que avanzar en dirección opuesta a la del peronismo, ajustar cuentas con el gobierno de Isabel. Pero la burocracia sindical miguelista, en el plano de las direcciones oficiales de la clase trabajadora y la de los mismos montoneros, como fuerza hegemónica de la vanguardia obrera atentó contra ello en un mismo punto. Una política de subordinación a la burguesía, Miguel sosteniendo al débil gobierno isabeliano ya sin Lopecito, la orga sosteniendo una salida electoral para recomponer el “frente nacional” que ya había fracasado. La política de Perón de evitar el baño de sangre, fue reemplazada por el baño de sangre de las Tres A. La política de intentar subordinar a los trabajadores a mejorar las posibilidades del país burgués mediante el pacto social hizo agua por dos vías, la de la resistencia obrera y la del propio boicot patronal. Choco contra la realidad de la emergencia de una crisis capitalista catastrófica, dando lugar a un plan de ajuste liberal como el de Celestino Rodrigo.  Junio y julio de 1975 no fueron el fin del ciclo histórico del peronismo, pero expreso su agotamiento como fuerza de contención de las masas. De ahí la necesidad del golpe militar. La tragedia de junio y julio de 1975 es la de la dirección política de las masas y la vanguardia.

Rodolfo Walsh no comprende el carácter catastrófico de la crisis capitalista y el fracaso de cualquier política de conciliación de clases, como la del peronismo, que intente mantener vivo al capitalismo para enfrentarla. Por eso para Walsh la crisis fue una crisis más, otra crisis del montón. “Otra línea de análisis que concurrió para decretar el agotamiento del peronismo es la que, también a priori, ha resuelto que en la Argentina asistimos a la «crisis definitiva del capitalismo». Afirmaciones desmesuradas de este tipo proceden, a mi juicio, de una falta de formación histórica. El capitalismo en decenas de países ha sobrevivido a crisis más graves que la actual crisis argentina. (…) Naturalmente si nosotros pensamos que la crisis del capitalismo es definitiva, no nos queda otra propuesta política que no sea el socialismo más o menos inmediato, acolchado en un período de transición, y esa propuesta contribuye a relegar el peronismo al museo”. La crisis de la economía capitalista mundial del año ’75 fue el gran acicate de la contrarrevolución en el marco del duro golpe recibido por el imperialismo norteamericano en Vietnam. Para la burguesía argentina la salida a su crisis se planteo en términos de todo o nada. En estas cirscuntancias la clase obrera tenia que oponer una salida anticapitalista y revolucionaria que lograra articular la alianza popular para disputarle el poder a la burguesía. Tiene razón Walsh en el error, pues es precisamente en la determinación de una política socialista por parte de la dirección de las masas donde se plantea la posibilidad de una salida a la crisis capitalista. Y efectivamente, como reconoce RW, eso es enviar al peronismo al museo de la historia.

Por otra parte fue en la iniciativa de la propia clase obrera, que empujo y fue empujada por el entusiasmo militante de miles de activistas y militantes de todas las organizaciones de izquierda –y sobre todo de la JTP-, la que planteo un medio para la ruptura con el peronismo, la propia sociedad burguesa y la conquista de una posición política independiente: las coordinadoras ínterfabriles, verdaderos embriones presovieticos del doble poder fabril, base para plantear el frente único de las masas en lucha.

Fue la incomprensión de la dinámica subversiva de este movimiento de clase lo que marco la política de montoneros y del resto de la izquierda militante. Fue precisamente la política de montoneros la que bloqueo en todo el periodo anterior al rodrigazo las tendencias a la lucha política de la clase obrera contra el peronismo. Fue precisamente el papel de montoneros revitalizando al peronismo como “movimiento de liberación” uno de los factores que bloqueo la posibilidad del surgimiento de un partido de clase independiente que anticipara programática mente y preparara la lucha política contra el peronismo desde antes del estallido de la crisis.

El llamado de Walsh a replegarse en el peronismo no es más que un desesperado e impotente intento por quebrar la lógica militarista de una organización que carente de una política independiente de la burguesía decidió reemplazarla por el tronar de las bombas y las balas y el sacrificio de sus militantes. El llamado de Walsh expresa el fracaso de la izquierda peronista de transformar desde adentro al nacionalismo burgués y solo podía resultar en la capitulación sin pena ni gloria de los montoneros dentro del peronismo. Cosa que, paradojas de la historia, finalmente sucedió.

Sarmiento sobre Urquiza como político y militar


Del general Domingo F. Sarmiento

Urquiza como político y militar

En tiempo de la presidencia de mi hermano Nicolás, nos encontrábamos reunidos una noche en su casa particular, varias personas, entre las que estaba el general Sarmiento.

Se hablaba del talento militar del general Paz, y dirigiéndose mi hermano a Sarmiento, le dice. ¿Cuál de los militares que Ud. ha conocido tenía más talento?

“Urquiza –contestó sin trepidar- y ante la exclamación de sorpresa con que fue recibida su respuesta, agregó: ¡Sí! Urquiza tenía genio militar y también genio político.

”Yo lo he tratado en la campaña contra Rosas, nos dijo. Voy a referirles algunos rasgos suyos en apoyo de mi opinión.

”Desde que atravesamos el Paraná, el general Urquiza principió a preocuparse del militar a quien Rosas confiara el mando de su ejército. Recorría los nombres de todos los que a éste acompañaban y se detenía siempre en el del general Pacheco. Era el único que le inspiraba recelos, y se propuso anularlo.

”He aquí el medio de que se valió. Le escribió cartas en términos amistosos, casi confidenciales. Leí una de ellas en la que le anunciaba que su primer acto, después de vencer a Rosas, sería nombrarlo gobernador de Buenos Aires, conteniendo además, frases como éstas, ‘como Ud. sabe’, ‘de conformidad a lo que le comuniqué’, que indicaban que procedía de acuerdo con él. La correspondencia era conducida por chasque a puntos en donde debían ser tomados por agentes de Rosas. Tres o cuatro gauchos fueron degollados, pero logró su objeto. Pacheco fue separado del ejército de Rosas. En el combate entre las vanguardias que tuvo lugar el 31 de enero, las tropas de Urquiza entraron a la pelea vivando a Pacheco.”

En seguida Sarmiento se refirió a los siguientes hechos: “El día de la batalla de Caseros, el general Urquiza al frente de su ejército, recorría con su anteojo de campaña la línea enemiga, hasta que llamó a un joven oficial de su escolta, diciéndole: ‘ayúdame a buscar las tropas del jefe N. que derrotamos el día 31’. Una vez que fueron encontradas, inició el combate llevando un ataque contra ellas, que dio por resultado la completa dispersión de esas fuerzas, que desmoralizadas ya por la derrota anterior, ni siquiera intentaron resistir.

”Pocos momentos antes de principiar la batalla, se acerca a gran galope un ayudante del general Virasoro, que le dice: ‘El jefe del Estado Mayor manda prevenir a V.E. que ha olvidado indicarle cuál será el punto de reunión en caso de un contraste’. ‘Contéstele Ud. que no hay más punto de reunión que el campo de batalla’.

“Estas palabras, continuó Sarmiento, habían sido pronunciadas cuarenta años antes por Napoleón; pero estoy seguro de que Urquiza no las conocía, porque no era hombre para plagiar a Napoleón ni a nadie.

”Lo que he referido me basta para pensar que el general Urquiza tenía genio miliar, y creo que también tenía genio político.

”Su programa de fusión, de olvido del pasado; su llamamiento a los federales de posición social que no se habían manchado con crímenes, como los Anchorena, los Carreras, don Lorenzo Torres, etc. no tenía por objeto, como se ha creído vulgarmente, ofender a los unitarios y satisfacer sus pasiones de partido, sino que, por el contrario, eran el fruto de un hábil y bien meditado plan político, porque creyó, con razón, que no era posible fundar un gobierno solamente con nosotros, los unitarios, que éramos llamados advenedizos, porque no teníamos ni fortuna, ni familia, ni relaciones, ni vinculaciones de ningún género con la sociedad de nuestro país. Pero en lo que demostró más habilidad política fue en convocar a los gobernadores al acuerdo de San Nicolás.

”Derrotado Rosas no dejaba ninguna institución, ningún poder, nada quedaba en pie sino esos gobernadores de provincia, semibárbaros todos, y asesinos y ladrones en su mayor parte. Eso era lo único que podía servirle para formar un congreso que constituyera al país. Ahora estoy perfectamente convencido de ello.

”¿Qué habría sucedido si Urquiza deja que las provincias derrocasen a sus gobernadores, antes de que se reuniese el congreso constituyente, lo que significa decir que se encendiese la guerra civil, porque no hay que olvidar que muchos de ellos tenían elementos para defenderse? Si pensamos en el asilamiento en que vivían los pueblos, en el desierto que los rodeaba, en las dificultades casi insuperables de comunicación, lo probable es que hubiéramos vuelto al año 20, y que habrían transcurridos largos años sin constituirse la nación.”

Mucho tiempo después de oír esta conversación que me causó sorpresa por las opiniones anteriores de Sarmiento sobre Urquiza, se la refería a Pedro Goyena, quien me manifestó que le habían asegurado que el general Mitre pensaba ahora como Sarmiento respecto al acuerdo de San Nicolás.

Marco Avellaneda.

Leo Norniella y el hilo rojo


Quisiera decir que morir es estúpido, mucho más si se muere estúpidamente o por decisiones desesperadas. Pero no es cierto. Nadie elige morir y la desesperación no es movida por la estupidez, sino por el agobio y el desencanto.

Quisiera decir que la vida es bella, pero muchas veces los densos nubarrones del dolor, la fatiga, la desesperanza, la explotación y la miseria, las derrotas acumuladas y las batallas no dadas te dejan en la boca el sabor amargo de una perra vida.

Quisiera poder vivir una vida libre, sin sentir culpa ni temor por la embriaguez que se busca para desarticular la realidad y reconstruirla sobre los parámetros del deseo y la imaginación. Pero muchas veces el precio a pagar por el atrevimiento es la soledad, la destrucción del vínculo afectivo, la angustia por la libertad negada, el hacer equilibrio en la delgada cuerda de la tristeza. Pero el peor precio es el de domesticarse y mecerse anestesiado.

Es duro ser consciente de vivir, a decir de Charles Baudellaire, entre oasis de horror y desiertos de aburrimiento. Y el horror no siempre es la imagen espeluznante de la barbarie, sino las trampas enloquecedoras de una cotidianeidad aberrante, donde todo lo que esclaviza y oprime se naturaliza, se convierte en ley a-histórica, se reproduce como sentido común y forma de vida. Pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad, sentenciaba Antonio Gramsci. Pero no es tan sencillo, la fuerza de las cosas y los hechos que mueven a la sociedad alimentan las fuentes del pesimismo y obstruyen la fuerza y la alegría de la voluntad. Hay que saber sobreponerse y tener una mirada histórica estimulada por el optimismo pasional de que la fuerza de la rebelión de las y los explotados cambiara la faz de la tierra. Deseamos tanto las revoluciones que nos hagan mujeres y hombres libres, hermanos y no enemigos, amantes y no seres cargados de un odio venenoso. Pero cuando la realidad nos niega el gozo del programa cumplido, cuando la rebelión es subterránea y silenciosa, cuando el tiempo medido de la burguesía se impone tiránico contra nuestra voluntad vital o combatiente, le da a uno ganas de mandar todo al carajo, hasta que se recompone y aprende a ver en las pequeñas historias de resistencia, en las experiencias de las que los medios no hablan, en las construcciones silenciadas de la cultura, y más aún en las gestas protagonizadas por obreras y obreros, en la comprensión de que el mundo no es obra de Dios sino de los albañiles, vamos recuperando la alegria viendo pequeñas dosis del nuevo mundo que como predicaba el líder anarquista español Buenaventrua Durruti, va pariendo nuestros corazones.

Leo Norniella era un militante obrero y revolucionario, un marxista convencido. Somos militantes del partido de la vida, por eso me da bronca y no puedo dejar de pensar que las decisiones estupidas y desesperadas puedan terminar con una vida lucida e inteligente entregada a una causa gigante. Cada camarada caido nos duele y con el tiempo nos damos cuenta la falta que nos hace su presencia. Prefeririamos siempre que esten a nuestro lado y no solo reivindicarlos como bandera. Los martires son obra del enemigo nosotros queremos a nuestros camaradas vivos codo a codo en el combate y en el banquete de la vida. Su error no estuvo en la vida revolucionaria que eligió, ni en su voracidad por sentirla plena. No me queda la menor duda de que es el mundo el que vive equivocado. La oscuridad del tiempo, la angustia o no medir las consecuencias le gano una pulseada pero eso no inhibe su obra militante, su papel como precursor de una generación obrera combatiente y como un constructor del partido. Leo Norniella ya es parte del invisible hilo rojo que une el pasado heroico y el presente combatiente de los destacamentos de nuestra clase con la causa del socialismo.

Camarada Norniella: Hasta el socialismo, siempre!

Un precursor de los Tinelli


Tuve un novio, muy lindo él, que me contó alguna vez la siguiente historia.

De jovén mi ex novio, pongamosle J., a los veintitantos años era muy amigo del hijo de una figura del espectáculo recientemente fallecida . Su hijo, pongamosle Hugo para darle un aire familiar, y J. solían salir días enteros de gira tomando cocaína, y cuando hablamos de tomar no estamos diciendo unos toquecitos sutiles para mantenerse alertas sino uno lagartos rellenos que dejarían como una flaccida vieja a la mismísima Venus de Milo. Hete aquí que en una ocasión, cuando constataron que la bolsa se terminaba luego de varios días de gira, mi ex novio j. fue encomendado por Hugo a la empresa de ir a su hogar a buscar dinero para seguir embriagados bajos los efectos del clorhidrato. Le presto las llaves del auto y le remarco lo siguiente: -si ves que cuando llegas aparecen dos tipos vestidos de blanco, no te austes son enfermeros de una clinica de rehabilitación que contrato mi viejo para internarme cada vez que me vean llegar.

J. llego al hogar de Hugo y en cuanto vieron el auto, los enfermeros se abalanzaron sobre él, a lo que mi ex, J, re-puesto y paranoico respondió huyendo en el auto hacia donde estaban sus compañeros de juerga.

J. me contaba que su hijo describía como el padre lo internaba a la fuerza, así como se desentendía de todo y se jugaba la recaudación de una semana de alguna obra en un casino de Las Vegas. Todo esto, en los años del pizza con champagne donde lacras sociales se daban la gran vida a costa del literal hambre del pueblo trabajador. La figura fallecida del mundo del espectáculo, que según su hijo relatara a J tenia tabique de platino, además, internaba a su hijo a la fuerza, de la misma manera que lo usaba o se asociaba con él para desfalcar una empresa publica. Es decir su hijo era el complemento de una sociedad económica con el cual hacia y deshacía lo que quería. Pareciera que más que la salud de su hijo le preocupaban los intereses en juego.

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Falleció Gerardo Sofovich y sinceramente, más allá del comprensible dolor de sus familiares, toda la farándula que vomita sus miserias y su falta absoluta de talento o virtudes artísticas como caldo de consumo de los televidentes, salio a rendirle homenaje y ponderar sus virtudes humanas. Los mismos que cuando vivía decían que era un déspota.

En particular Sofovich, siempre me pareció un personaje despreciable. No es que no haya otros, pero él sintetizaba mucho del mundillo de los personajes mediáticos en su persona y fue una de las usinas de la decadente y nauseabunda producción “cultural” del noventismo. Un precursor de los Tinelli.

Todo en él era un despreciable producto de lo más berreta de la cultura menemista que pario la servil burguesía argentina. Su machismo desbocado, su desprecio por la mujer, su posición política-ideológica ultrareaccionaria, su papel como militante del menemismo, por sus productos televisivos, por ser un ladrón que vacío las cajas de ATC, por su apología del maltrato a quien trabajaba con él, por su patética egolatría, por el yenga y corte de las manzanas, pero sobre todo por ser comparsa del Tigre Acosta y los Grupos de Tareas animando fiestas para los genocidas en la ESMA. Sofovich entra en la galería del enemigo a vencer. Ese era el icono fallecido de la sociedad del espectáculo. Por eso festeje cuando mi compañera de trabajo, la referente trans Marlene Wayar, lo humillo en Los 8 escalones, siguiendo sus propias reglas de la trituradora televisiva.

No me gusta festejar la muerte, pero tampoco soy de los que creen que toda vida es sagrada y haya que erradicar la violencia como forma de resolver la lucha de clases. A veces el conflicto es extremo, o la ofensa a vengar es tan terrible que se resume en un ellos o nosotros.

La muerte de Sofovich en particular me dio pie a un chiste negro que seguramente va a caer mal en algunos, pero no puedo con mis ganas: su deceso fue su aporte más genuino a la cultura argentina.